Ssiat Hotteok
LÓI MOLLY
La blanca luz del sol comienza a correr por el suelo de mi habitación. No he llegado a cortar la alarma y me frustra porque tal como ayer, mi día comenzará difícil.
Mis pies rozan con la fría superficie del suelo y mis manos tocan la mesita de noche en donde, como todas las noches, he dejado mis anteojos, no tardo en ponerlos sobre el puente de mi nariz pero es hasta que los tengo puestos que noto como un vidrio esta flojo y a punto de caer que suspiro frustrado, porque desde el primer momento este día tiene un título en esplendor como "el peor". En la madrugada, justo cuando entré a mi apartamento, el gato de la dueña de los apartamentos comenzó a llorar justo en mi ventana, pero tenía tan poco ánimo como para tirarle agua, que simplemente lo ignoré.
Salgo de mi habitación decidido, siento mis hombros pesados al igual que mis párpados y estoy por quejarme cuando los toques a mi puerta llaman mi atención, expulso todo el aire que tenía retenido y camino hasta la puerta.
— ¿quién? — pregunto desganado, aún sin abrir.
— joven Molly, vengo por el pago del mes — me dice la anciana, un poco confundido quito el seguro de la puerta y termino por abrir.
— La semana pasada le pagué por dos meses — recuerdo y le hago saber a lo que ella niega —, bien.
— Joven Molly, solo necesitaba una excusa — levanto una ceja sugerente y le permito seguir hablando —, mi gato — su gato, su ruidoso gato resalto en mi mente —, mi gato necesita comer, pero no puedo abrir la lata de su comida — me hace saber levantando la lata con lo que parece ser la carne para el animal.
— ¿y qué quiere que haga? — pregunto ignorando su vista.
— solo a... abrirlo, por favor — dice meneando el empaque a la altura de mis ojos y resignado tomo la lata —, muchas gracias, que joven tan amable — alcanza con su mano mi antebrazo a lo que yo solo asiento ante ella y le doy la espalda para caminar hasta la pequeña cocina.
Solo es levantar la pestaña y jalar de ella para destaparlo, pero por alguna razón no tengo la suficiente fuerza como para terminar mi trabajo y lo peor es que la anciana está un poco, mucho, atenta sobre lo que yo estoy haciendo, o intentando hacer.
— Los que hacen esos empaques — menciona llamando mi atención —, los que los hacen estos empaques, deberían pensar en los débiles.
Ruedo los ojos, un poco molesto por su generalización justo cuando el sonido que hace una lata al abrirse, suena. Giro mi cabeza para encontrarme con las mejillas abultadas y una fina sonrisa en sus labios.
— no es nada — le entrego la comida del gato e indirectamente la guío hasta la salida.
— Gracias, joven Molly — su mano alcanza mi mejilla y la aprieta tan fuerte que puedo jurar que mi mejilla derecha ha quedado roja con la presión que ha puesto la anciana. En qué momento le permití tocarme, no lo sé.
— Que le vaya bien — digo, alejando su extremidad y cerrando la puerta casi al instante en que la anciana pone un pie afuera. Superado, apoyo mi frente en la madera de la puerta y suspiro. El fuerte dolor en mi pecho ha estado presente durante los últimos minutos, con leves espasmos que recorren todo mi cuerpo. Sin embargo, es muy tarde como para perder el tiempo quejándome.
Por mucho tiempo he puesto mi trabajo antes que mi salud, y soy muy consciente de aquello. Mi madre me decía, cuando aun estaba en el segundo año de universidad, que todo tiene su tiempo; tanto para realizarlo como para descansar. No siempre puedo trabajar, pero por ahora es lo que me distrae y claro, amo que me distraiga.
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Beso de Medianoche
Romance"Déjame sosegar tu día a día con una caricia azúcarada y un toque de chocolate para recordarte que me vuelves, literalmente, loco" •Historia totalmente de mi propiedad •Prohibida la adaptación o cualquier tipo de plagio.