Chocolate amargo
LÓI MOLLY
¿Conoces el significado de ambición? No, bueno, no viene al caso después de todo.
Esta mañana una leve presión en mi pecho hace que me despierte de mala gana, muchos minutos antes de que la alarma lo hiciera. Esta oscuro, por lo que debía imaginar que es de madrugada; además, el acostumbrado bullicio de las calles no se escucha.
Como tengo por costumbre, me levanto de un solo salto de mi cama y, tratando de que la suela de mis pantuflas no resuene tan fuerte sobre la madera del suelo, camino hasta el baño de mi habitación en donde me tomo la libertad de admirar mi rostro por unos segundos. Suelto un bufido molesto al notar las borrosas y profundas marcas rojas alrededor de mi cuello, una que otra quemadura en mis dedos, de las cuales ya estoy acostumbrado, y mi cabello desaliñado.
Los rasguños son nuevos. Llevo alrededor de dos meses levantándome con ellos y aun no llego a una conclusión convincente del porqué aparecen.
Enjuago mi cara y regreso a mi habitación, dejando que el aire al pegar con mi cara húmeda me termine de despertar.
Mis días comienzan cuando el sol aún no se levanta del todo, cinco de la mañana para ser más exactos. Ni un minuto antes, ninguno después. Desde entonces, si cumplo con ese pequeño horario, sé que mi día será estupendo. Pero hoy, dudo que lo sea.
Tomo mi teléfono de la mesa de noche mientras muevo unos cuantos libros tratando de encontrar mis anteojos, cuando doy con ellos los coloco sobre el puente de mi nariz y suspiro fastidiado. Nunca he sido fanático de las redes sociales, y menos por la mañana, pero siempre debía tener un tiempo para perder y el más libre que tengo, es este.
Porque después de todo, mi vida y tiempo están dedicados a mis postres.
Mi alarma al fin suena y no me enorgullece decir que me levanté antes de que esta lo hiciera. Para nada. Después de apagar el tormentoso sonido, tomo mi toalla y hago mi rutina basada en tres fundamentales pasos: bañarme, vestirme y comer. Casual y cómodo son las palabras que me definirían como persona, aparte de ambicioso, claro. Por lo que unos jeans y una sudadera negra completan mi vestimenta.
Cierro la puerta de madera de mi apartamento con llave, desde adentro, y camino hasta mi habitación donde una de las enormes ventanas da paso a unas escaleras de seguridad, las cuales comienzo a bajar mientras sacudo mi cabello.
Tomé como costumbre el salir por ese estrecho espacio porque me evitaba hablar con las personas de los otros apartamentos que saludaban energéticos.
Brooklyn despierta conmigo, las calles despobladas y un rico aroma a nuevo día. El paisaje es inmutable para mí, así que no me tomo el tiempo de juzgarlo.
Doy vuelta en la esquina, luego de caminar unos cuantos metros más hasta que llego a la entrada de mi propiedad. Me paro frente a mi precioso local de postres justo en donde el ventanal deja a la vista todo el espacio que me pertenece.
- Hoy será un buen día - musito para mí mismo y me dispongo a meter la llave en la cerradura de la puerta. El golpeteo del aire con el leve olor a dulce inunda mis fosas nasales haciéndome suspirar al instante.
Camino hasta la columna en donde todos los interruptores se encuentran, y comienzo a encender uno por uno. Pronto las luces hacen acto de presencia para dejar a la vista mesas y sillas limpias. Suelo brillante y paredes sin manchas. Perfecto. Veo de un lado a otro mientras acomodo las gafas, con una última mirada al espacio, sonrío.
Mis pasos me guían hasta mi lugar de origen: la cocina. Nadie entra ahí, a menos de que se llame JoNá, mi mejor amigo. Un tipo curvilíneo y casi nerd.
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Beso de Medianoche
Romance"Déjame sosegar tu día a día con una caricia azúcarada y un toque de chocolate para recordarte que me vuelves, literalmente, loco" •Historia totalmente de mi propiedad •Prohibida la adaptación o cualquier tipo de plagio.