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Jarabe de uva

LÓI MOLLY

Me gustaría presumir del viaje relajante que he tenido al otro punto del estado, pero justo ayer, domingo, cuando veníamos de regreso me juré no volver a casa hasta que las aguas fogosas de los problemas se apaciguaran. En ese momento hice lo que pude, con las herramientas que tenía. A pesar de todo, no logré medir mis palabras.

Durante todo el día no he dejado de pensar en mi hermana y la posibilidad de traerla a vivir conmigo; no es algo que me conste hasta este punto, pero el saber que su salud mental está en juego podría pensar dos veces esa posibilidad.

Ahora no me sorprende que los gritos de Chloe, la cajera, sean más fuertes que antes, solo porque he estado pensando durante mucho tiempo en vez de hacer más pastelillos. No espero un segundo para volver a escuchar lo que tengo que entregar y me pongo a trabajar.

Estamos en las horas cruciales en donde la mayoría de los clientes pasan por mi local, con la tenue luz del atardecer, un lunes estresante se desvanece y las personas sentadas en diferentes mesas disfrutan del especial del día.

Hasta ahora soy consciente de lo rápido que va el tiempo y no es hasta que Chloe avisa la entrada de los últimos clientes que me permito sentir el temblar de mis piernas y unas cuantas nuevas quemaduras en mis dedos que me advierten el esfuerzo del inicio de semana.

A lo lejos escucho la campana del local y después de unos eternos segundos escucho la voz de mi mejor amigo, JoNá, del cual no había sabido por estos últimos días; sé que no entrará a mi cocina, por lo que opto por salir y encontrarlo justo cuando está cruzando el umbral hacia su propiedad.

— Vaya — exhalo, luego veo como su espalda se tensa y sus manos se envuelven en un puño —, volví ayer, creí que te vería por aquí.

— Cerré temprano — dice y, sin girar a verme, continúa su camino al escritorio. Es extraño, me digo, es extraño que actúe de esa manera, ha de tener sus razones, pero me incómoda que de un día para el otro su actitud conmigo haya cambiado drásticamente.

— de acuerdo, mis padres te mandan saludos también, a pesar de que no te conocen — me mira y luego levanta sus labios simulando una sonrisa ladina mientras asiente. Quiero decir que de los dos, sería yo el que menos habla, es por ello que me acerco y fijo mi mirada en él — ¿todo bien, verdad?

— Molly... — ajusto mis gafas y levanto una ceja sugerente mientras espero a que hable — todo bien.

— Confío en ti, Jon — le hago saber mientras doy vuelta sobre mis talones y dejo su espacio. Es sospechoso pero no sé de qué realmente debo sospechar —.  Chloe, ayer... ¿ayer Jon se fue tempano?

La chica me mira mientras toma un fajo de billetes que comienza a contar.

— sí, aún habían unos cuantos lectores dentro cuando él se fue — veo como sus dientes agreden sus rojos labios y susurra algunos números —, el día viernes llamaron, pero no había nadie — comenta y deja un espacio para el silencio —. Lo supe porque dejaron un buzón de voz... el cual no escuché, puede escucharlo — asiento y camino de regreso a mi cocina.

En mi espacio está un teléfono conectado a la línea general, por lo tanto, soy el encargado de recibir los pedidos para llevar a los domicilios, para mi suerte, las personas prefieren pasar su tiempo por mi local en vez de llamar.

— ¿buena madrugada? No lo sé... uhm, quería un especial del día pero nadie contestó, así que supuse que hoy no debía comer de más ya sabes, comer en la madrugada hace que.... Dios ¿Qué estoy haciendo... — el buzón termina con ese leve murmuro de la modelo y su respiración algo apurada. Ah, esa chica. Quiero ignorar el hecho de que verla comer y escuchar su calificación aumenta mi ego, sin embargo, eso me motiva a continuar haciendo lo que mejor sé que puedo hacer.

Beso de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora