Capítulo siete.

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-Deberías dejar esa actitud de egocentrismo- David estaba en su escritorio con unas gafas que lo hacían parecer un tanto mayor.

-No es egocentrismo-

-Por supuesto que no. Sólo te crees mejor que todos los que se encuentran aquí- había sarcasmo en el tono en que lo dijo.

-La gente aquí debería dejar de hablar como si lo supiera todo-

-No hablamos como tal- se giró en su asiento y colocó unos papeles del otro lado.

-Sí que lo hacen- me recosté en mi asiento -Piensan que saben todo sobre todos sólo porque saben todo sobre su adicción- me reí -Ilusos-

-Ya deja de creer que todos estamos en contra de ti- se veía irritado.

-Ya deja de creer que sabes todo lo que creo- ahora era yo la que estaba irritada.

-Cath...yo- se rascó la nuca.

-No te he dado el derecho de que me llames Cath-

-Yo sólo trato de ayudarte- resopló cansado -Todos tratamos de ayudarte-

-Tú sólo quieres ganar dinero. No te importa si yo dejo de beber o no- me soné los dedos.

-Estás diciendo que no debería creer que sé lo que piensas. Tú tampoco sabes lo que pienso-

-Tal vez no sé lo que piensas- me reí -Pero yo no soy la que trata de "salvar vidas" de personas que ya la tienen perdida-

-Cath- comenzó a decir -Catherine- se rectificó tomando una de mis manos -Confía en mí. Tu vida no está perdida-

-Sí lo está- quité mi mano -Así lo decidí-

-Para con eso...todo va a estar bien-

Permanecí en silencio.

-Da un poco de tu parte, ¿puedes?-

-Lo intentaré-

-Eso no es un no- sonrió.

-Tampoco es un sí- ahora sonreí yo.

-Algo es algo- parecía más relajado.

Yo sólo asentí y tomé mis cosas para así salir de la oficina. Los pasillos ya estaban vacíos y las zonas verdes ya parecían más oscuras gracias a que el sol ya se estaba ocultando. Me senté en uno de los bancos y estiré mis piernas, revisé mis cosas y conseguí una vieja cámara que me había regalado mi padre al mencionarle que me gustaría mantener algunos momentos para siempre. Esto sucedió un día de abril cuando tenía diez años y mi padre ni siquiera sabía lo que era una botella, estábamos en el sofá viendo un viejo programa mientras mi madre preparaba algo de comer, él estaba riendo a más no poder y en ese preciso instante me fijé que nunca lo había visto reír de esa manera y que quería parar el tiempo por si nunca lo volvía a ver.

La fotografía se convirtió en eso; una clase de acumulación de momentos, tanto irrepetibles como esos que continuaba viviendo a diario. Un momento impreso que sólo yo sabía lo que significaba para mí y para mi pequeño mundo.

Encendí la cámara y la llevé hacia el horizonte, captando el punto justo donde se perdía mi mirada junto al sol, pasando los minutos todo se convirtió en oscuridad, me levanté con cuidado de no quebrar el momento y tomé mis cosas encaminándome a mi habitación.

Los pasillos del FS centro de rehabilitación eran sacados de una película transcurrida en un hospital, a eso lo acompañaba una puerta cada cuatro metros; cada cuatro metros una puerta diferente, ya que los directivos estaban de acuerdo con que dejarnos expresar era una forma de conocernos.

Adicción || EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora