Era algo peculiar en el señor Louis arreglarse el cabello con mucho gel para peinar.
-El cerebelo es sensible al alcohol etílico, por eso cuando están en estado de ebriedad tienden a perder el equilibrio- señalaba una pizarra mientras nadie le prestaba atención.
Él hablaba como si con cada palabra nos reprochara algo, como si nuestra vida fuera un completo desperdicio y como si él nunca hubiera tomado. Me causaba gracia ese tipo de persona que creían que lo sabían todo cuando en realidad eran tan humanos como los demás, con errores, con caídas, con llantos; eran tan humanos que se negaban a ello.
Sentí un leve golpe en el hombro y me fijé que un pedazo de papel doblado había sido lanzado al mismo, giré mi cabeza a la dirección de dónde provenía y me conseguí con Mia tratando de empujar su cabello para atrás de la misma forma que lo poseía Louis, rodé los ojos y sin querer se me escapó una pequeña sonrisa, ella paró de hacer muecas y también sonreía, éramos cómplices de algo que no sabíamos. Durante muchos años me negué a la posibilidad de que esas personas sonrientes y dueñas de su mundo pudieran ser parte del mío, pero definitivamente sí era posible.
Luis señalaba la pizarra una y otra vez.
-Mientras sigan bebiendo se arruinarán las vidas -
Me recosté en la silla mientras esperaba que terminara su inútil discurso.
-Señorita Wall, mantenga una postura firme. No estamos en cualquier lugar- había detenido la sesión sólo porque me recosté de la silla.
-Pero sí hablamos de cualquier cosa. ¿Cuál es el punto? ¿Perder el tiempo?-
-¿Vamos a volver a lo mismo, Wall?-
-Nunca hemos cambiado, usted está ignorando su alrededor-
-Ya basta- se estaba alterando.
Era una reacción algo típica que lograban adquirir las personas al hablar conmigo.
-No, basta usted. No sabe lo que es ser alcohólico y aun así trata de que nosotros no lo seamos, no sabe todo de mí, ni de ninguno de nosotros, mucho menos del mundo-
-Creo que será mejor que salgas de la habitación- ahora señalaba la puerta.
-¿Y con eso va a solucionar algo? ¿Va aportar la paz mundial? ¿Va a salvar algunas vidas? ¿Al menos va a solucionar la suya?-
-Salga y olvidemos esto-
-Olvidar...- me levanté del asiento y le hice una seña a Mia de que todo iba bien -Olvidar siempre es la solución más fácil-
Ahora me dirigí a la puerta y antes de salir me fijé en cómo todos perdían su atención en mí; me sentía poderosa, y me sentía inútil a la vez. No era mi intención llamar la atención, mucho menos no hacerlo, sólo esperaba dejar que mis opiniones fueran escuchadas.
Seguí caminando un poco más y posé mis ojos en la cafetería, que se divisaba por medio de grandes ventanales de vidrio; había una que otra persona y el hijo de Laura trabajaba justo como lo hacía ella; con una sonrisa en la cara y con esa mirada que emanaba ánimo.
-Buenos días- dije mientras entraba.
-Un café negro con doble de azúcar- estaba tratando de recordar mientras me acercaba al mesón.
-No, hoy no vengo por un café- dejé mi cartera sobre el mesón.
-Entonces un sándwich- trató de asegurar mientras de su boca salía una pregunta.
-No- rodé los ojos- sólo quiero saludar-
-Entonces, hola- apoyó sus brazos del mostrador.
-Siento lo de tu madre- comenté.
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Adicción || EDITANDO
Teen FictionCath no es la típica joven a la que vas a encontrar en los pasillos de la escuela cantando una dulce melodía. Amargada, egocéntrica, malcriada; algunos adjetivos que se le pudieran obsequiar. Y Thomas, ¿cómo lo diría? Thomas es...simplemente Thomas...