Capítulo ocho.

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El agua helada chocaba contra mi piel a pesar de los intentos de mantenerme acorralada en una esquina de la ducha, retengo el poco aire que flota en el ambiente y me adentro de una buena vez. El agua estaba más helada de lo que imaginé, pero como todo en la vida, poco a poco me fui acostumbrando. A esta hora casi nadie estaba despierto así que era más cómodo tomar una ducha, a excepción de la temperatura. Me terminé de quitar toda la espuma de mi cuerpo, tomé la toalla que guindaba y salí envuelta en ella.

Miré a mi alrededor y todavía no se encontraba nadie, abrí un pequeño bolso que había llevado para guardar la ropa antes de caminar a los vestidores. Los pantalones subían con dificultad gracias a que mi cuerpo todavía se encontraba húmedo y la camisa se adhería a mi piel. Traté de secar mi cabello mientras lo frotaba con la toalla y salí a colocarme unos zapatos.

-Buenos días- sonrió la chica rubia-

Sólo la ignoré y guardé todo lo que había dejado regado.

-No vamos a seguir así, ¿verdad?- sonrió.

-Sólo son seis meses- le anuncié -Trata de ignorarme por ese lapso de tiempo-

-Es difícil ignorar algo que siempre causa problemas por donde pasa- dijo aquello sin ganas de insultar.

Tomé un respiro hondo y seguí guardando las cosas. Me dirigí hacia la ducha y saqué mi jabón y enjuague de cabello.

-Es cuestión de adaptarse- ella seguía hablando mientras se despojaba de su ropa.

Terminé de arreglar las cosas y traté de salir.

-Por cierto, me llamo Molly- volvió a sonreír como si no tuviera ningún problema.

-Catherine- dije entre dientes.

-Ya lo sé-

Tomé el manojo entre mis manos y salí del lugar.

Una que otra persona se encontraba entre los pasillos con caras de recién levantados, muchos tenían los ojos rojos y a otros sólo se les notaba al andar

-pensaba que eras de las que dormía más- la voz de Thomas se hacía presente.

Rodé los ojos y seguí mi camino hacia la habitación.

-Rodar los ojos, caminar- se estaba riendo -Es un patrón muy infantil-

-Te dije que nada iba a cambiar, Nolan- resoplé.

-Nada ha cambiado. Yo te odio- metió sus manos en sus bolsillos.

-Entonces puedes seguir con tu camino-

-Tú estás por el mío- se encogió de hombros.

-Es el camino a mi habitación-

-Y a la mía. Habitación cincuenta y nueve-

-Entonces no me hables- me aparté un poco de él.

-Tú también estás hablando- objetó.

Ahora sólo obtuvo silencio. Él también se apartó un poco y por el rabillo del ojo pude notar que se le escapaba una sonrisa.

Llegué a mi habitación y Mia seguía dormida de la misma manera en que dormía cuando salí, dejé mis cosas y fui en busca de un café.

Al llegar a la cafetería ya Thomas estaba hablando animadamente con Laura.

-Un café- tiré los billetes sobre el mesón.

Los ojos de Thomas se toparon con los míos y enojo era lo único que emanaban.

Adicción || EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora