Capítulo treinta.

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Despertar a su lado era, para mí, como la canción perfecta; sus ronquidos generando la melodía y sus cabellos complementándolo con un baile. Tracé un camino con mis manos desde su mejilla hasta llegar a su pecho, el cual subía y bajaba en un ritmo pausado, acerqué mi rostro al mismo y me dediqué a escuchar sus latidos; se sentían tan míos y tan nuestros que dudaba que esto fuera real.

-Quiero abandonar todo- lo escuché decir con un tono mucho más ronco.

Me reí mientras me abrazaba a él.

-Deberíamos escapar y dejar de lado todo- sus manos trazaban círculos en mi espalda.

-No sería lo correcto-

-Hace unos meses no te hubiera importado hacer lo correcto- soltó una risa.

-Hace unos meses no te conocía-

Su risa parecía gastarse.

-Sigo deseando dejar todo- comentó.

-Por más absurdo que suene, mi hogar está aquí- me dejé caer sobre él.

-Creo que podría ir al otro lado del mundo y sentirme en casa, mientras estés tú ahí-

-El otro lado del mundo está muy lejos- sonreí.

-Podríamos viajar a China- se encontraba mirando al techo -Tal vez Francia, Inglaterra, ¿Quién sabe si Bulgaria? No me importaría irme ahora mismo-

-No podemos simplemente irnos y hacer como si nada esté pasando- jugué con su cabello.

-Sólo...te amo- mi corazón nunca se iba a acostumbrar a esas palabras.

-Lo lamento tanto-

-Ya- se fue levantando poco a poco hasta quedar su espalda apoyada al respaldar de la cama -Sólo olvídalo-

-Hacer lo correcto a veces duele- hundí mi cabeza en su cuello.

-¿Qué es lo que consideras correcto?- nos cubrió con una sábana.

-No lo sé, Thomas. Si nos vamos dejaremos a dos personas completamente destrozadas, pero al quedarnos los destrozados seremos nosotros-

-No es justo- levantó su vista al techo.

-Claro que lo es- traté de besarlo -Ellos no tienen la culpa de nuestros errores-

-No es justo- repitió.

-Tal vez no es justo para nosotros- me fui levantando le la cama lentamente -Debes entender que somos una pequeña partícula en todo un universo. En teoría, no somos relevantes -

El silencio inundó la habitación.

Lo quería tanto que era difícil pensar en lo que era correcto. Pero esto era una pérdida de tiempo, similar a una gran mentira. Pero era eso; continuar una vida, de la cual, tenía más miedo que su propia salida.

-¿Quieres salir a desayunar?- preguntó con su cabeza descansando en sus brazos.

-La cafetería está cerrada, así que nuestro camino se reduce al dispensador al fondo del pasillo-

-Conozco un lugar- se levantó.

*
Una hora más tarde el sol se escondía entre las nubes y pequeñas hormigas se trasladaban de la punta del mantel a la superficie más plana de mi piel. Salimos a comer a un patio que da con la vista al lago, así; como si fuéramos todo siendo nada. Era una tarde de esas calmadas, donde el viento no hace más que refrescar y la compañía no hace más que acompañar.

-Faltan dos horas- anunció.

Lo miré algo confundida.

-¿Para qué?-

-Para que todos vuelvan, y con ello vuelva nuestra realidad- rodó los ojos.

Amaba verlo rodar los ojos, me recordaba las vueltas que suele dar la vida; de estar felices pasamos a estar en la completa miseria, y de estar en la miseria podríamos pasar a la cima de todo. En ese momento estaba en la cima de todo, estando completamente tirada en el suelo, pero estar con él me generaba una sensación completa de grandeza, y para ello no necesita ser grande, mucho menos perfecta, sólo necesitaba apreciar un poco de su belleza. Y me di cuenta, sin quererlo en realidad, que lo comencé a necesitar para estar un poco completa.

-Te amo- le solté.

Lo escuché reírse.

-Te amo- repetí.

-¿Eso de qué me sirve?-

-Para lo que tú quieras que sirva- me fui acercando a él.

Todo era mejor estando cerca de él.

-Tú no me amas de verdad- se apoyó del viejo árbol.

-Tú no puedes ver lo que siento-

-Tampoco quiero hacerlo, no sabes lo que dolería verlo y encontrarme con algo que no quiero-

Parecía un niño entre la multitud; con miedo a todo, sin miedo a nada, buscando siempre a su mamá.

-Te amo- le repetí.

Ahora mirándolo y esperando que esa mirada fuera suficientemente extensa para demostrarlo todo.

-¿Estás segura?-

-No suelo estar muy segura de muchas cosas- comencé -Pero de esto, créeme que lo estoy-

-Entonces, ¡sé mi novia!- gritó.

-Ya soy novia de alguien, y ya tú eres novio de alguien-

-Solamente sé mi novia. Sé mi novia en éste momento, por unas horas al menos. Y cuando ellos vuelvan, está a tu riesgo seguirme el juego-

Tal vez era hora de ser egoísta.

-Estamos perdidos-

-Yo lo estaba desde que te vi-

Y lo besé, eso fue lo necesario para decirle todo; le dije que sí, le dije que tenía miedo, le dije que le esperaba todo un tormento, pero le dije, con el más profundo de mis alientos, que estaba dispuesta a todo aquello. Amarlo no era una tarea fácil, nunca es fácil amar a alguien roto. Pero amarlo era fascinante, toda obra de arte rota lo es.

Adicción || EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora