Eran las trece con dos minutos cuando abrí mis ojos, el cuarto se encontraba en silencio y el frío se colaba entre mis huesos, me levante mientras la sábana se enredaba entre mis piernas y me dirigí al baño, al entrar el espejo se encontraba empañado por el frío, así que pasé una de mis manos por él y poco a poco, escribí la palabra "adicción".
Sin querer en uno de mis movimientos volteé un pequeño frasco de medicinas, me agaché con cuidado y recogí las pastillas una a una con cuidado de no dejar rastro de mi pequeño accidente, abrí el grifo y el agua llegó con gran intensidad hacia mis manos, sumergí mi cara entre el agua que poseía entre ellas y lave mis dientes antes de salir. El cuarto todavía se encontraba vacío y mi móvil estaba sonando.
-Diga- respondí tomando el móvil entre mis manos.
-Sal de buena vez- la voz de mi padre estaba al otro lado de la línea.
-Vete, por favor. Deja la casa en paz- susurré.
-Abre la puerta, mocosa- se escuchaban pequeños golpes.
-No estoy en casa-
-Ya deja de mentir, niña- se estaba riendo.
-Eres una porquería- logré susurrarle todo lo que pensaba de él.
-Mírate en un espejo, inepta-
Sólo obtuvo silencio y un profundo respiro de mi parte.
-¿Ves? no puedes ni responderle a un estúpido alcohólico- todavía se estaba riendo.
-Guarda silencio, por favor-
-¿Sabes por qué no puedes? porque tú también eres una estúpida alcohólica-
-Eso es lo único que dejas a tu paso- me encontraba gritando- ¡Basura!-
-Causas mucha gracia-
-Me convertiste en basura- tiré el móvil a la cama pero su risa todavía seguía resonando en mi cabeza.
Me coloqué unos zapatos y con la vestimenta para dormir que llevaba toqué la puerta de Thomas. Uno, dos, tres y cuatro toques a la puerta todavía no daban fruto, volví a tocar la puerta por quinta vez.
-Linda vestimenta, princesa- la voz de Thomas se hacía presente desde el pasillo.
Me volteé hacia él y pequeñas lágrimas comenzaban a salir.
-Sé que el hada madrina nos concedió hasta las doce, pero existen situaciones en la vida que permiten salirse un poco de las reglas- las palabras se me entrecortaban.
Él sólo se acercó y me tomó entre sus brazos. Estaba cálido y olía un poco a cigarrillo, su corazón estaba acelerado y su mano viajaba de arriba a abajo sobre mi espalda.
-Todo va a estar bien- susurró.
-Sabes que no- pronuncié sobre su suéter.
Sin romper nuestro abrazo buscó sus llaves en el bolsillo trasero de sus pantalones, las introdujo en la cerradura y me condujo hasta el interior.
-Ahora sí- se sentó en la cama -¿Qué pasó?-
-Soy una porquería- ahora lo decía en un tono más tranquilo.
-No eres una porquería- él cerró los ojos tratando de contener algunas emociones que no logré descifrar.
-Claro que sí- me senté junto a él -Soy como un pedazo de basura en un basurero, no soy buena ni para eso-
Él me dejó continuar.
-No sé si me entiendes pero, hay personas mejores que yo en todo. Hay mejores personas que yo siendo buenas, y hay mejores personas que yo siendo malas. Nunca estoy bien, pero muy al fondo sé que no voy a poder estar mal, porque no estoy hecha para eso, porque soy tan frágil que parezco fuerte-
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Adicción || EDITANDO
Genç KurguCath no es la típica joven a la que vas a encontrar en los pasillos de la escuela cantando una dulce melodía. Amargada, egocéntrica, malcriada; algunos adjetivos que se le pudieran obsequiar. Y Thomas, ¿cómo lo diría? Thomas es...simplemente Thomas...