Capítulo once.

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Mia estaba peleando con su padre por teléfono mientras Ethan esperaba sentado en su cama, con la cabeza un poco inclinada y los labios mostrando una ligera abertura dando la sensación que en cualquier momento arrebataría el teléfono de las manos de su novia y resolvería lo que fuera que estuviera pasando por él mismo.

La parte de la habitación que pertenecía a Ethan era algo recargada; poseía afiches de diversas mujeres por muchas partes y cuadros con fotografías abstractas por muchas otras. Era lo contrario a la parte de Thomas, que parecía haber sido limpiada hace dos segundos; su cama permanecía en un perfecto blanco y sólo se lograba asomar una revista y una novela como las que leía mi madre cuando en realidad estaba cansada.

-Listo- suspiró Mia mientras lanzaba su móvil a un costado de Ethan.

-No te preocupes, ya pasará- Ethan trató de calmar la situación con un pequeña sonrisa.

-No es cierto- pronunció Thomas entre dientes con un tono burlón.

Yo permanecía estática entre las dos camas, observando cómo una pelirroja respiraba más acelerado de lo normal, el que decía ser su novio la cubría entre sus brazos y cómo al otro de la habitación todo se hacía un poco más frío con un pelinegro y un cigarrillo encendido. Me acerqué hacia el mundo y con sumo cuidado me senté en la orilla de la cama blanca perfectamente estirada.

-Deja de empeorar las cosas- pronuncié en un tono que sólo escuchara él.

-Es la realidad- pronunció en el mismo tono.

-Las cosas siempre son momentáneas, lo que sea que está pasando no durará más de dos horas-

-Tu realidad suele ser muy diferente a la de los demás, señorita perfecta. A veces, prefieres estar en un centro de rehabilitación que en tu propia casa-

-No sabes lo que dices- acomodé mi cabello.

-Tampoco quiero saberlo- en sus ojos había algo diferente.

No me odiaba, y yo lo sabía porque tal vez, sólo tal vez, yo no lo odiaba a él. Pero, aún después de dos semanas, no comprendía qué era esa sensación que se acumulaba en mi pecho cada vez que me retaba; se reducía, puede que dolía. También dicen que duele afrontar la realidad de lo que quieres cuando estás roto, muchas veces dudas de si alguna vez lograrán reconstruirte.

-Vamos a la fiesta de hoy- Ethan trataba de cambiar el tema de conversación mientras Mia estaba al borde del colapso.

-No creo que debamos ir- Mia nos miró a todos.

-No me gustan las fiestas- apoyé la idea de faltar a la fiesta.

-Una alcohólica que no le gusta ir a fiesta- Thomas ahora se estaba riendo.

Echaba su cabeza hacia atrás y de sus mejillas escapaban dos pequeños dobleces que pretendían convertirse en hoyuelos. De nuevo estaba ahí ese dolor en mi pecho, se mezclaba con todo la rabia que sentía por él en ese preciso momento.

-¡Basta!- Mia aventó una mano al aire.

        -No es mi culpa- levanté mis hombros en señal de paz.

-Es de los dos- nos señaló Ethan.

-Actúan como si fueran el día y la noche- Mia seguía la corriente.

-No pueden permanecer en la misma habitación ni por dos insignificantes horas-

-Me voy- Thomas se levantó de golpe y tomó su suéter gris.

-No- lo detuve- yo me voy- me acerqué a la puerta y él colocó una de sus manos en mi hombro, al instante la retiró como si algo le quemara.

-Te dije que me iba- colocó su suéter sobre su hombro mostrando algo de su abdomen mientras levantaba su brazo, había una especie de mancha en la pequeña porción que mostró, pero todo fue tan rápido que no logré descifrarlo -Y no te quiero ver cerca- cerró la puerta en mis narices.

Adicción || EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora