Uno, dos, tres toques en la puerta bastaron para que Mia se levantara de la cama y abriera la misma.
-Thomas, no es hora de visitas- dijo viendo el reloj de la pared.
-Sólo estoy para buscar mis cigarrillos- la apartó con la mirada fija en los estantes y comenzó a buscar en ellos.
-Primer día que te reincorporas y ya dejaste una caja en mi habitación-
-Las dejé hace dos meses- posó su mirada en ella y luego siguió buscando entre los cajones, lo pensó un segundo y como si le faltara algo por decir pronunció -Idiota-
-Recuerda que David hace una revisión mensual- lo dijo casi en forma de canción con su sonrisa amarga.
-¿Te costaba mucho esconderlo junto a tus botellas?-
-No pensé que regresarías, eso sólo era un estorbo-
Entre pequeños gruñidos estaba pronunciando palabras que no llegaba a entender.
-¡Si dejaras de hacer esos molestos ruidos sería capaz de terminar con esto!- ahora fui yo quien levantó la voz.
Thomas giró su cabeza hacia mí, apenas notando mi presencia, y rodó los ojos.
-Catherine Wall- pronunció lentamente, como si la voz se le fuese a gastar.
-Así que mi presentación captó tu atención- di un pequeño sorbo a la botella que me había regalado Mia después de media hora rogándole.
-Eras tú o la pequeña anoréxica- acomodó su cabello.
-¿Algo en contra de la anorexia?- reí levemente.
-No exactamente- subió su capucha -Tal vez en contra de ti- una sonrisa de conformidad bastó para que se fuera.
Terminé la botella y la dejé caer entre las sábanas.
-¿Qué con él?- me reí.
-¿Thomas?-
-El único él que ha pasado por aquí-
-Ahora la señorita "no llegué aquí para hacer amigos quiere charlar-
-Olvídalo- tomé mi móvil para contestarle a mi madre.
-Se llama Thomas Nolan, tiene un grupo de amigos algo caótico y nadie sabe a ciencia cierta quién es él-
-Bien-
-No sería bueno que te juntes con él- añadió.
-Ya te dije que aquí gana la experiencia, para él esta es su segunda vez. Sólo mantente alejada- me advirtió.
-No le tengo miedo-
-Él tampoco lo tendrá-
-Ya deja de decir tonterías- tomé un espejo en mis manos y limpié el delineador junto a la base que se encontraba en mi rostro.
-Hay una fiesta esta noche- informó Mia.
-¿Me estás invitando a una fiesta?- pregunté levantando una ceja.
-No- se levantó de la cama -Sólo te dije que hoy había una fiesta-
-Estamos en un centro de rehabilitación-
-No hay alcohol- se colocó unos zapatos más altos -Y David lo acepta-
Buscó en su armario un vestido ajustado y se lo colocó mientras peinaba su cabello, se miró al espejo y dibujó una falsa sonrisa.
-No me esperes despierta-
Si tan sólo mi madre supiera cómo era este lugar...
-No tenía la intención de esperarte-
Me regaló una sonrisa que sólo fue respondida con un resoplido, tomó su bolso y salió de la habitación mientras se contoneaba. Me levanté de la cama, cerré la puerta que la silueta antes presente había dejado abierta, vestí unos pantalones de algodón y me paseé por la habitación.
Mientras paseaba por ella me topé con la maleta, traté de cerrarla pero algo me llamó la atención; un bulto bajo la funda negra. Introduje mi mano y me encontré con un libro de carátula gastada, se llamaba Flores en el ático.
Mi madre siempre decía que los libros eran su escapatoria, lo que prueba mi teoría; todos somos adictos a algo. Yo bebo, pues me aleja de la realidad. Ella lee, porque quiere escapar de la realidad. Al fin y al cabo no somos tan diferentes, pero tal vez ella sólo me quiera cambiar a mí porque no se puede cambiar a ella, tal vez ya no se le es permitido rectificar.
Me da lástima ver cómo tiene que vivir encerrada en esos mundos que ni siquiera son de ella, a ella le doy lastima porque ve que necesito sentirme real. En eso consiste nuestra relación; la lástima que sentimos...nunca nos hemos dado la oportunidad de ser eso que se supone que sean las madres e hijas.
Abrí el libro, pero sólo lo abrí, mis ojos nunca se detuvieron en las letras.
-¡Abre la puerta de una vez!- una voz gruesa pronunciaba del otro lado.
Me acomodé el pantalón de algodón y abrí la puerta para cerrarla de nuevo en las narices de mi visitante.
-Wall, abre la puerta. Es urgente-
-Nolan, Mia no se encuentra aquí-
-No quieres quedarte sin puerta por seis meses- me amenazó ignorando lo que le dije.
Abrí la puerta y vi su rostro sudoroso.
-Necesito cigarros, Wall- su voz estaba desesperada.
-No soy un genio de los deseos que con tan sólo frotarlo te va a conseguir lo que quieres-
-Pues yo no he dicho nada de frotarte. Lo necesito- se bajó la capucha.
-Acabo de llegar, por si no te habías dado cuenta-
-Mia me dijo que te los pidiera-
-Déjame informarte que no sé dónde están- me volteé y me dejé caer en la cama por quinta vez.
El caminaba de un lado a otro buscando entre las cosas de Mia hasta que consiguió una pequeña caja de cigarrillos dentro de un cofre de accesorios.
-Dile que el dinero está sobre la cama- pronunció todo lo que le permitió el cigarro que tenía en la boca a punto de ser encendido. Tiró unos cuantos billetes en la cama y dejó salir el humo que se acumulaba en su boca.
-¿Qué haces todavía aquí?- pregunté irritada.
Fue entonces cuando se marchó, no sin antes colocar sus manos entre los bolsillos.
Me tranquilicé de nuevo y comprendí que aquí todos estaban locos, unos más que otros, pero no encontraba la cordura en ninguna pared de este lugar.
No pasaron dos minutos cuando la puerta volvió a sonar.
-¿Ahora qué?- pregunté mientras abría la puerta.
Pero no era Thomas, era un chico moreno con la cabeza rapada.
-Mia me dejó algo aquí-
-No somos un bulevar- le informé.
-O apoyas la jugada o no apoyas nada- mostró su hilera de dientes
-Me quedo con la segunda- cerré la puerta en su cara y apagué todas las luces para poder dormir.
Mañana sería un día complicado.
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Adicción || EDITANDO
Ficção AdolescenteCath no es la típica joven a la que vas a encontrar en los pasillos de la escuela cantando una dulce melodía. Amargada, egocéntrica, malcriada; algunos adjetivos que se le pudieran obsequiar. Y Thomas, ¿cómo lo diría? Thomas es...simplemente Thomas...