El estacionamiento del centro se comenzaba a llenar de personas con un aire un tanto diferente; más familiares y felices en su totalidad. Sonrían con si acabaran de llegar de cierto paraíso, algunos llegaban con suéteres de colores y otros con sus maletas un poco más llenas. Siempre era bueno volver a tu hogar.
Pero podía decir que no extrañaba ninguna de esas navidades, ni siquiera esas cosas tan superficiales que eran consideradas tradiciones navideñas. Esa navidad la pude considerar una de las más perfectas, porque fue simple; no había un gran pavo, ni lindas canciones llenando el ambiente. Pero estaba él, eso lo hizo perfecto.
-...Y también estaba mi tía Marta con sus cinco hijos, y su esposo no paraba de hablar de su programa de futbol, además tenían un perro ruidoso. Eso sin contar a mi tía Jane con sus dos hijos y su esposo con complejo de mago...- Megan no paraba de hablar.
-Para, por favor- la detuvo Thomas.
Me encontraba detrás de él estirando las mangas del suéter que tomé de su habitación.
-¿Qué pasa?- en ese instante se fijó en mi presencia.
-¿Contigo? Mucho. Para empezar, no te quiero, eres un tanto escandalosa, no me gusta el color que usas en tus labios y quiero terminar contigo-
Ella parecía caer en una especie de etapa de impacto; caminaba de un lado a otro pronunciado raras palabras en francés y buscaba algo entre su bolso.
-Esto- extendió una bolsa en la cara de Thomas -Te lo mandaba mi madre, también te deseaba una feliz Navidad, pero después de esto no creo que quiera que te lo diga-
-No quiero sus regalos- tomó mi mano.
Ella parecía a punto de explotar.
-Lamento tanto pasar estas últimas semanas contigo- le gritó.
-Yo también- le contestó él.
Se fue meneando su gran trasero y dejando la bolsa tirada en el suelo.
-¿No fue un tanto duro?- le pregunté cuando la castaña se encontraba a más de diez metros de distancia.
-No lo sé- levantó sus hombros -Se siente bien decir todo lo que quieres por una vez-
-La lastimaste-
-A veces es necesario sentir dolor-
Dentro de mi pequeña burbuja sentí el motor del auto de John apagarse y la puerta cerrarse.
-Déjame hacerlo yo, por favor- le murmuré a Thomas.
-Te doy cinco minutos o destruyo todos sus sentimientos- su sonrisa era un tanto cruel.
En ese instante sentí los brazos de John rodear mi cintura y sus labios rozar mi frente.
-Querida- hizo acto de presencia -Nolan-
-John- respondió Thomas mientras introducía sus manos en los bolsillos trasteros de sus vaqueros.
-John...- murmuré retirando sus manos de mi cintura y viendo fijamente a Thomas para no tener que encontrarme con él.
Hubo una pausa que era signo de aliento para que continuara.
-Lo lamento mucho en verdad pero yo no te quiero, te aprecio, mucho. Eres un buen chico y te mereces las mejores cosas que te puedan ocurrir pero...- estaba hablando mucho más rápido de lo normal y no me di cuenta cuando cerré los ojos.
-Pero amas a Thomas- lo escuché decir.
Abrí lentamente mis ojos para comprobar si era verdad la calma que se encontraba en la voz de John y sólo me encontré a un Thomas a punto de abrazarme y a un John unos dos metros de distancia caminando lejos de nosotros.
-No hago más que lastimar- le dije mientras me abrazaba a su suéter con aroma a cigarrillo.
-Deja de pensar en los demás por un instante- lo sentí acariciar mi cabello.
Me dejé llevar por sus caricias y me sentí completamente relajada.
-Sé mi novia- lo dijo en un tono casi inaudible.
-¿Ah?-
-Que seas mi novia- ahora sí lo dijo en un tono mucho más alto.
Lo miré con cierta dulzura.
-Ahora sé mi novia. Ya no hay Megan, no hay John, sólo estamos nosotros. Sé mi novia- se arrodilló.
-¿Qué haces?- me reí.
-Catherine Elizabeth Wall Bell, te pido que seas mi novia. Te estoy pidiendo de rodillas que seas tan mía como yo soy tuyo en este momento, te estoy pidiendo que me abraces, me ignores y me grites cada vez que te apetezca. No te pido más que a ti-
Su mirada era mi perdición.
-¿Qué quieres que diga?- me reí.
-Que sí- murmuró tomando mis manos.
-Sí...- murmuré.
-¡Grítalo!- gritó mientras se levantaba y me tomaba en brazos.
-¡Sí!- grité lo más alto que pude.
-¡Catherine Wall es mi novia!, ¡Wall dijo que sí!- comenzó a dar vueltas conmigo sobre su hombro.
Y en ese momento, en ese estacionamiento, con esa persona, todo era feliz.
-Gracias- dijo depositándome en el suelo.
-Eres todo, Thomas- me abracé a él.
-Y tú lo eres todo y más, Cath-
Caminar de su mano era como caminar sin apoyar los pies. Ser amado y ser correspondido era con jugar en un abismo; el abismo más divertido de todos.
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Adicción || EDITANDO
Teen FictionCath no es la típica joven a la que vas a encontrar en los pasillos de la escuela cantando una dulce melodía. Amargada, egocéntrica, malcriada; algunos adjetivos que se le pudieran obsequiar. Y Thomas, ¿cómo lo diría? Thomas es...simplemente Thomas...