El Anuncio

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Estuve varios días dándole vueltas a cómo decirle a mi padre lo de Alex. La sola idea me producía dolor de estómago y no me creía capaz de hacerlo, pero dada la situación iba a enterarse tarde o temprano, pues prácticamente todo el mundo lo sabía, incluso se lo había contado a Dolores, que se había puesto enormemente contenta y no paraba de decir lo guapo y simpático que era Alex, pero, claro, qué me iba a contar a mí.

Pensando en aquello llegué a la amarga conclusión de que no conocía en absoluto a mi padre. No tenía ni idea de cómo podría reaccionar, ni siquiera sabía su postura ante la homosexualidad. Pasaban por mi mente la posibilidad de que se enfadara, la de que le diese igual y la de que se alegrara por mí, todas al mismo tiempo y todas me parecían igual de plausibles. Definitivamente no le conocía de nada, tan solo era un rostro conocido que veía de vez en cuando en mi casa. Y eso me entristecía.

Finalmente, un día cualquiera, durante la comida, un valor sin precedentes se apoderó de mí y decidí hablarle del tema.

-Oye, papá...

-Dime Samuel. -me contestó sin prestar mucha atención.

- ¿Te acuerdas cuando me preguntaste por... lo del cuello? -pregunté de forma claramente nerviosa, sin poder evitar ruborizarme. Él me miró con atención y me dedicó algo parecido a una sonrisa burlona.

-Claro... y no te creas que no me he dado cuenta de que la cosa ha ido yendo a más.

Era consciente de que aún quedaba un vestigio de la marca de sus dientes en mi cuello, que además estaba enmarcada por una cantidad demasiado grande de pequeños cardenales.

-Bueno... el caso es que estoy... saliendo con alguien. -me costaba horrores ir al grano.

- ¡Qué sorpresa! -dijo con sarcasmo. -¿Y quién es la vampira que te ha hecho todo eso?

-Pues... el caso...

De pronto mi padre miró el reloj y me interrumpió alzando la mano.

-Es tarde, me tengo que ir... ya me contarás. -y se levantó sin dejarme replicar, haciéndome sentir una enorme frustración. -Por cierto, invita a esa novia tuya a cenar hoy y la conozco... -seguía sin dejarme hablar. -Seguro que es una chica muy guapa... ah y espero que uséis protección...

- ¡No es una chica!

Le interrumpí alzando la voz, presa de la angustia, antes de que pudiese salir por la puerta. Se detuvo en seco al oír mis palabras.

- ¿Qué?

-Que no es una chica... -repetí esta vez lo más bajo que pude y apartando la mirada.

- ¿Es una broma? -negué con la cabeza, sin levantar la vista, envuelto en una tensión abrumadora. -¿Es un chico... ? -asentí. -... ¿El que te ha hecho lo del cuello?

Volví a asentir, medio paralizado por el miedo y la inseguridad.

-Y me puedo imaginar que habéis hecho... eso. -su voz sonaba grave y seria, como cuando hablaba de algo que le desagradaba o cuando se enfadaba. Tenía ganas de llorar, pero me contuve y asentí una vez más.

No vi venir el fuerte golpe que me asestó en la cara, tirándome al suelo sin apenas esfuerzo y dejándome un intenso dolor en la parte derecha de mi rostro, pero sobretodo una sensación de sorpresa e incredulidad, que le quitaba importancia a cualquier otro padecimiento. De todas las posibilidades que había barajado en mi mente, esa ni se me había pasado por la cabeza y no supe qué hacer. Me quedé paralizado.

- ¿Q...qué haces? -balbuceé, envuelto aún en esa nube de incredulidad que no me dejaba sentir que aquello estaba pasando de verdad.

-Por eso vas tanto a casa de ese Alex ¿Verdad? ¡Ni trabajo ni ostias! Vas ahí a dejarte sodomizar por un niñato de mierda.

Alex y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora