Pasamos el resto de la mañana tumbados en la cama ideando un plan para que Alfonso sufriera tanto como me había hecho sufrir a mí y que lo metieran en la cárcel por ser un violador sádico y asqueroso. Nunca había visto a Alex tan enfadado.
Cuando llegó la tarde le dijimos a la madre de Alex que teníamos algo importante que hacer y pusimos rumbo a la casa de ese gordo hijo de puta.
No voy a negar que estaba asustado, pero Alex era mi apoyo, como siempre.
Alfonso vivía en un bloque de pisos antiguos en el centro de la ciudad. Llegamos sobre las cuatro de la tarde después de un extraño viaje en autobús, durante el cual Alex no paró de mirar por la ventana con los ojos encendidos por la rabia, mientras sostenía mi mano con fuerza, como si tuviera miedo de que escapara.
Estábamos ahora frente a la puerta de su casa y la tensión se podía cortar con cuchillo.
- ¿Estás listo? -me preguntó apretando mi mano por última vez antes de soltarme.
-Sí. -quería parecer sincero, pero ya no podía esconderle nada.
-Todo va a salir bien. Te quiero. Te quiero muchísimo, nunca dejaré de quererte y nunca voy a dejar que vuelva a pasarte nada malo. -su voz me dio fuerzas y me acerqué para besarle con rabia. Cuando separé mi rostro del suyo le dediqué una mirada de aprobación y llamó al timbre. Estaba preparado.
La puerta se abrió y a Alfonso no le dio tiempo siquiera a sorprenderse antes de que Alex le pegara un puñetazo con la fuerza de toda la ira y el odio contenidos. Cayó de bruces al suelo y Alex se abalanzó sobre él, sujetándole mientras aún estaba desconcertado para que yo le atara las manos y las piernas con bridas, dejándole retorcerse de dolor en el suelo como un patético gusano.
Le arrastramos entre los dos por el pasillo, mientras seguía intentando zafarse inútilmente, y finalmente lo dejamos en el suelo de una habitación. Pesaba muchísimo, pero la adrenalina y el odio nos permitió hacer todo lo que nos habíamos propuesto con éxito. Ahora estaba a nuestra merced. Indefenso y asustado, como me había hecho sentir a mí no hacía mucho.
- ¿¡Qué coño queréis!? -gritó enfurecido y desorientado.
-Una tutoría, imbécil. -respondió Alex antes de darle una patada en el estómago que le hizo gemir de dolor. Aquello era maravilloso.
- ¿Qué vais a hacerme? -preguntó esta vez más calmado, dándose cuenta de su penosa situación.
-Vas a pedirle perdón a Sami.
-Perdón. -dijo con aire desafiante.
- ¿Por qué? -inquirió Alex con una mueca de odio.
-No lo sé.
- ¿Por qué? -y volvió a patearle con fuerza.
- ¡Ah! P…por hacerle daño. -admitió al fin con una mueca de dolor, pero sin abandonar esa actitud de superioridad.
-No, esto es hacer daño. -esta vez la patada fue directa a su cara y, tras otro grito de dolor, comenzó a sangrarle la nariz casi torrencialmente. -Pero tú no solo le hiciste eso ¿Verdad?
Pese a no estar gritando, la voz de Alex daba auténtico miedo, parecía una especie de sicario profesional.
-No… -consiguió decir aquel esperpento que no paraba de escupir sangre.
-Dilo, pedazo de mierda. O te juro que te parto una silla en la cabeza.
De pronto algo se revolvió en mi estómago cuando Alfonso esbozó su sonrisa infantil con aire burlón, dejando ver sus dientes perfilados por el rojo de la sangre.
-Por violarle. -dijo sin abandonar esa sonrisa grotesca que me traía los peores recuerdos de toda mi vida.
- ¿Está perdonado?
-No. -sentí mi voz quebrarse, junto con el resto de mi ser.
-Qué pena… -y Alex volvió a pegarle de nuevo, cada vez con más fuerza.
- ¡Alex! -le grité para que se detuviese casi sin darme cuenta.
-Sami, no pienso parar. -me advirtió con rabia en su rostro.
-No es eso… -me acerqué despacio e hice que se apartara un poco del maltrecho profesor y, justo cuando Alex iba a volver a replicarme, le asesté una patada con todas mis fuerzas a Alfonso en su estúpida cara, acabando de romperle la nariz y haciendo que soltase un grito agónico y purificante. -Puedes seguir.
Antes de hacerlo me miró sorprendido, pero enseguida me dedicó una de sus perfectas sonrisas y me besó de forma deliciosamente morbosa y obscena, en medio de aquel charco de sangre que había comenzado a formarse en nuestros pies.
Ambos nos sorprendimos al escuchar una carcajada saliendo del cuerpo yacente de Alfonso.
- ¿De qué coño te ríes? ¿No te has desmayado aún? -preguntó Alex con asco.
-Vaya Sam… sí que tienes genio. -le costaba visiblemente hablar a causa del dolor y sentí náuseas por el simple hecho de que me dirigiera la palabra. -No me esperaba nada de esto, la verdad. N…nunca se lo cuentan a nadie… les da vergüenza o se sienten culpables. Pero tú… has sido difícil de convencer desde el principio.
-¡Cállate! Eres repugnante. Vas a pudrirte en la cárcel y espero que te violen todos los días y de las formas más salvajes posibles. -no hizo caso de mis palabras y continuó sonriendo.
-Qué enternecedor… acudiendo a tu príncipe azul para que te salve. -dijo mirando de pronto a Alex entre gemidos de dolor, pero sin abandonar esa asquerosa sonrisa. -Debe de sentirse bien por una vez ¿no?... Hubo un chico… Dios, era mi preferido… tan sumiso y adorable. Es una pena que se suicidara ¿Verdad?
No podía creer lo que acababa de oír. Miré enseguida a Alex y no pude evitar romper a llorar cuando vi su rostro blanco como el papel, con los ojos desorbitados y una mueca de auténtico dolor y odio en su rostro.
-Apaga la grabadora, Sami. -me ordenó con la voz de un muerto y solo pude asentir entre sollozos mientras sacaba la grabadora que había estado encendida en todo momento de mi bolsillo.
No puedo describir con claridad lo que pasó después. Fue todo demasiado confuso. En algún momento Alex había comenzado a llorar desesperadamente, nunca le había visto llorar de esa forma, me partía el alma. No paraba de gritar mientras golpeaba a Alfonso una y otra vez, aunque hacía ya un rato que había perdido la consciencia. Sus gritos de auténtico dolor se siguen oyendo en mi cabeza como si aún me encontrase en aquella habitación,mientras él repetía una y otra vez. “¡Lo has matado! ¡Está muerto por tu culpa! ¡Asesino de mierda! ...”
Cuando Alex se calmó lo suficiente para dejar de patear ese cuerpo inerte, cayó sobre sus rodillas como un peso muerto, ocultando su rostro entre sus manos mientras se deshacía en sollozos de tristeza y gritos de rabia.
Me arrodillé a su lado, intentando dejar de llorar, intentando mantenerme fuerte por los dos y le obligué a mirarme. Sus lágrimas torrenciales me impedían respirar y sus ojos rojos e hinchados me suplicaban algo que se me escapaba entre los dedos. Le abracé con fuerza, dejando que continuase llorando desesperadamente en mi hombro. Sentía que quería hablar, pero el llanto se lo impedía. Estaba destrozado, tanto que tuve miedo de que no pudiera recomponerse.
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Alex y Yo
RomanceSam es un joven tímido y de carácter triste que se ve obligado a empezar de cero en una ciudad desconocida. Todo parece estar desmoronándose hasta que conoce a Alex, ese chico alegre y bocazas con el que debe sentarse en clase... ****** AVISO IMPORT...