Seguía abrazando al desconsolado Alex en medio de esa habitación del piso de Alfonso, el cual yacía ahora en medio de un charco de sangre, desmayado y respirando trabajosamente a pocos metros de nosotros
-Alex…
-¿P…por qué no me lo dijo? -Alex continuaba llorando sin atreverse a mover un solo músculo, abrazándome de forma casi desesperada. -Y tú… tampoco ibas a hacerlo ¿Cómo sé que tú no ibas también a…?
-No… claro que no. -tragué saliva en un último intento de ahogar el llanto. -Nunca te haría sentir lo que me hizo sentir mi madre… además ¿Cómo podría alejarme de la única persona que me quiere de verdad?
No pude aguantarlo y las lágrimas comenzaron a desbordarse de mis ojos, ahogándome por dentro y por un momento me rendí, dejé de intentar mantenerme de pie y Alex y yo caímos al suelo, aun abrazados y sin poder parar de llorar, hasta que Alex me dijo en tono terriblemente lastimero:
-Sami… sácame de aquí por favor.
Reuní todas las fuerzas que me quedaban y, sin pensarlo un momento, le ayudé a incorporarse y a llegar hasta la puerta. Parecía que estaba mejor… o por lo menos eso intentaba aparentar.
- ¿Quieres que vayamos a tu casa? -pregunté con toda la calma que supe fingir.
-No… tenemos que ir a la policía cuanto antes. No te preocupes por mí, solo quiero que esto se acabe.
Y así lo hicimos. La comisaría de policía no estaba muy lejos de ahí y nada más entrar toda la atención cayó sobre nosotros, pues estábamos visiblemente destrozados y Alex tenía toda la ropa manchada de sangre.
Tuve que ser yo quien explicara a uno de los policías todo cuanto había ocurrido. Puede que sea una de las cosas más duras que he hecho jamás, pero yo estaba en infinita mejor condición que Alex para hacerlo. Tras acabar a duras penas mi relato mostré al agente el contenido de la grabadora y, sin necesidad de mencionarlo, llamaron inmediatamente a una ambulancia para que se dirigiera, junto con una unidad de policía, a la dirección de Alfonso. Supe poco después que tenía hemorragia interna y la nariz y varias costillas rotas, pero en cuanto saliera del hospital nos aseguraron que iría directo a la cárcel. Aquello consiguió tranquilizarme un poco.
-Sami… parece que ya ha acabado todo.
- ¿Estás bien?
-No… pero se me pasará con tu ayuda, eso seguro. -y le vi sonreír por primera vez en lo que me pareció una eternidad.
-Tu madre y mi padre están en camino… no quiero ver a mi padre, Alex. Es un asco ser menor de edad.
-Con todo lo que ha pasado solo estará preocupado por ti… estoy seguro.
-Te quiero… muchísimo. Gracias por lo que has hecho. -ahora solo pensaba en que todo fuera como antes, pero lo que no sabía es que se avecinaba la peor de las desgracias.
-Te quiero, gatito… más que a nada. -y me besó con dulzura y tristeza mientras veía deslizarse por su mejilla una tímida lágrima que me llenó de ternura.
Al cabo de un par de horas entraron Beth y mi padre por la puerta, ella corrió a abrazar a Alex entre sollozos y luego se dirigió a mí para hacer lo mismo, me dijo con auténtica angustia que ya había pasado todo y que él no volvería a hacerme daño. Entonces lloré, lloré amargamente porque por un instante recordé lo que era tener una madre.
Mi padre se había quedado en la entrada mirándome con rostro indescifrable y no supe qué hacer, estaba paralizado y lo único que me daba fuerzas era la mano de Alex apretando con fuerza la mía.
-Papá… -conseguí decir después de los segundos más tensos de toda mi vida.
-Samuel, sal un momento fuera. Tenemos que hablar. -intenté leer su tono de voz, pero seguía tan distante y desconocido como todo en él.
Me levanté a duras penas y me dirigí hacia la salida, y antes de cruzar el umbral de la puerta eché un último vistazo a la sala que dejaba atrás, miré a Alex buscando una sonrisa que me diera fuerzas, pero no podía ocultarme el sufrimiento en sus ojos, tan solo pude leer en sus labios un “Te quiero, Sami” antes de darme la vuelta.
La última vez que me llamó por mi nombre, la última vez que me dijo que me quería y ni siquiera pude escucharlo.
-Papá… ¿P…por qué está el coche lleno de maletas?
-Este sitio solo te ha traído desgracias, primero te vuelves gay y luego dejas que un gordo asqueroso abuse de ti.
- ¿¡Qué yo he dejado que…!?
-Nos vamos lejos, ya mismo. Nada más recibir la llamada de la policía he pedido un traslado a Alemania y Dolores ha empacado todo, el resto nos lo enviarán por correo a nuestra nueva dirección. El avión sale a las nueve así que no tenemos tiempo que perder.
No me lo podía creer, quería llorar, quería coger un bate y partírselo a mi padre en la cabeza, pero mi cuerpo no respondía.
-No voy a irme contigo… te odio. -no grité, ni siquiera añadí una nota de enfado a mi voz, tan solo dejé que las palabras más sinceras que jamás le había dedicado a mi padre se deslizaran con suavidad por mis labios liberándome así de una carga de la que no había sido consciente hasta ese momento.
Pero en el preciso momento en el que me dispuse a darme la vuelta me lo impidió, agarrándome con fuerza y arrastrándome hasta el coche.
-No creo haber comenzado la frase con “si le place al señorito”.
Entonces comencé a sentir miedo, porque él era más fuerte que yo e iba a conseguir de verdad meterme en el coche. La sola idea de no volver a ver a Alex me llenó de un terror escalofriante y comencé a gritar su nombre preso del miedo y la angustia.
- ¡Alex! ¡Alex! ¡Ayúdame!
Gritaba sin parar y con todas mis fuerzas con la esperanza de que me oyera a tiempo, pero de pronto me encontré sentado en el asiento del copiloto, no podía abrir la puerta y justo en el instante en el que el motor arrancó, vi como Alex salía corriendo de la comisaría y solo le daba tiempo de dedicarme una mirada de auténtico desconcierto antes de perderlo de vista para siempre.
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Alex y Yo
RomanceSam es un joven tímido y de carácter triste que se ve obligado a empezar de cero en una ciudad desconocida. Todo parece estar desmoronándose hasta que conoce a Alex, ese chico alegre y bocazas con el que debe sentarse en clase... ****** AVISO IMPORT...