El principio del Fin

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Después del incidente del sábado por la noche las cosas se habían calmado bastante con la madre de Alex, parecía que lo que le dijo cuando estaba llorando en sofá le sirvió como llamada de atención y no volvió a beber ni a molestarse cuando Alex se preocupaba por ella, gracias a esto Alex estaba feliz y, por extensión, yo también, salvo por un no muy pequeño detalle: era miércoles, no me quedaban excusas para no ir a clase y ese día sí que tenía clase con Alfonso. Pero tenía un plan:

La clase de Alfonso empezaba después del recreo y tenía hasta entonces para darle a entender a Alex que quería "pasar un rato con él" en el gimnasio. Después de todo llevábamos desde que había llegado su madre sin hacerlo y notaba en la forma en la que me miraba que tenía tantas ganas como yo.

Decidí esperar hasta el recreo y cuando nos sentamos en una de las mesas de la cafetería apoyé mi mano en su muslo con aire despreocupado, intentando que no se notara lo nervioso que estaba. Alex se quedó mirándome con una sonrisa burlona hasta que consiguió que me sonrojara, pero no aparté mi mano y me atreví a acercarla peligrosamente hacia su entrepierna. Su sonrisa se volvió divertida y continuó mirándome expectante, esperando con cierta intriga a ver qué me proponía. Hui de su mirada mientras mi mano llegaba a su entrepierna y le acaricié discretamente mientras me aseguraba de que nadie se daba cuenta.

-¿Quieres jugar... gatito? -me susurró aún divertido y yo solo pude dedicarle una sonrisa tímida mientras asentía lentamente y hacía más intenso el movimiento de mi mano. Algo se despertó en los ojos de Alex y tuvo que apartarse de mí. -Sami... Al gimnasio. Ahora. -su expresión era seria y lasciva y no pude evitar soltar una pequeña carcajada por su reacción. Le conocía mejor de lo que imaginaba.

Entonces ambos nos levantamos y pusimos rumbo hacia el gimnasio entre risas. Corrimos hasta el vestuario y, en el preciso instante en el que se cerró la puerta, se abalanzó sobre mis labios, besándome de tal forma que creí que me quedaría sin respiración. Comenzó a desabrocharme la camisa entre jadeos, casi torpemente, necesitaba sentir el contacto de su piel sobre la mía urgentemente, de modo que no lo aguanté más y tiré de mi camisa con fuerza rompiendo todos los botones y la tiré al suelo, seguida de mis pantalones. Entonces observé a Alex que me miraba fascinado y me abalancé sobre él, obligándole a tumbarse y haciendo lo mismo con su ropa.

-Dios... como lo echaba de menos... -le susurré en el oído antes de morder su oreja y comenzar a besarle el cuello con un ansia que me veía incapaz de ocultar.

-Joder... Sami... tu yo salvaje me vuelve loco... -dejó escapar entre gemidos mientras apretaba con fuerza sus manos en mi trasero, para acto seguido meter dos dedos en mi interior y comenzar a moverlos causándome una erección casi instantánea.

-Ah... más... -le supliqué con el rostro enrojecido por la vergüenza y el placer mientras movía mis caderas haciendo que nuestros sexos se rozaran. Él volvió a gemir, esta vez de forma tan intensa que creí que podría correrse en cualquier momento.

- ¿Más... qué, gatito? -susurró cerca de mi oído. Aquello hizo que todo mi cuerpo ardiera y me pegué a él casi desesperadamente, clavando mis uñas en su nuca por la excitación.

-Ah... -había comenzado a masturbarme y el placer era tal que apenas me salían las palabras. -Quiero sentirte... más...

Paró de tocarme y me miró con una sonrisa de lo más lasciva, estaba disfrutando de mis palabras casi tanto como de mi cuerpo, y yo lo sabía.

- ¿Más...? -insistió una última vez en un tono cargado de lujuria y me sonrojé automáticamente mientras mis labios dibujaban una sonrisa juguetona.

-Hasta el fondo.

Me dedicó una mirada llena de satisfacción acompañada por un dulce gemido antes de darme la vuelta de forma que ahora él estaba encima de mí y, sin dudarlo un instante, separó mis piernas todo lo posible y me penetró de forma casi agresiva, obligándome a gritar tan fuerte que por un momento tuve miedo de que todo el instituto lo hubiese oído.

Alex y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora