18 | † Diario rojo †

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Mentiría si dijera que sus palabras no lograron sorprenderme, ¿Realmente ella me iba a besar?

¿Será que podré probar esos labios tan suaves?

¿Tendrán algún sabor en especial? No lo sé, tal vez un sabor a fresa, alguna cereza... O incluso una fresa metálica.

—¿En serio? —Por fin puedo pronunciar algo.

La veo de espaldas, ella se mueve un poco, me pregunto que estará tramando.

—Claro que lo haré. —Me responde.

Mi corazón comienza a latir, jamás imaginé algo así, quizás años atrás pudiese tener un deseo enorme por besar a alguien.

Ni siquiera con Claudia podía sentir tanta impotencia antes de besarla...

Me acomodo un poco para tener mejor rose de labios, estoy muy preparado, realmente lo estoy.

Y entonces...

—Ya te dije que lo haré Josh, no tienes que repetirlo tanto. Te prometo que saliendo pasaré a recoger las cosas... ¿Okay? —Anne se gira hacia mí y me sonríe.

¿Qué mierda hace?

Entonces... ¿Ella no hablaba de besarme? Esa perra estaba ignorandome por completo.

Ella asiente un par de veces y cuelga, se guarda su celular en su bolsa y me vuelve a sonreír.

—Lo siento pequeño, no debí de responder pero era algo importante. —Se excusa.

Titubeo, —¿Quién era?

—Nadie importante...

—Si no fuera importante, ¿Por qué respondiste?

—Es que... Si bueno... Era mi novio. —Dice nerviosa.

—Oh... —No sé que responderle, no tenía idea que tuviera novio.

El nombre del chico me llega a la mente, Josh, Josh, Josh...

Claro, seguro el infeliz que la acompañaba el día que la ví es su novio.

—Anne.

—¿Si, Shawn?

—Josh es el tipo que estuvo contigo el día que... Tú sabes... Él día que te ataqué...

Ella guarda silencio unos minutos, es como si tratase de recordar aquel día, que seguro para ella fue horrendo, mientras que para mí, fue demasiado divertido.

Puedo recordarlo a la perfección, es como si ese día jamás hubiera terminado, y este momento fuera parte de la continuación.

Sí... Fue genial.

Flash back

Recuerdo bien que ese día le saqué las llaves a uno de los enfermeros, —Esos días aún no llevaba camisa de fuerza— yo le pedí un poco de agua, él gran estúpido me dió la espalda y sin hacer mucho ruido, saqué sus llaves de su pantalón blanco.

Él cerró la puerta no sin antes desearme la muerte, conté hasta 20 y abrí.

Miré a mis lados, nadie cerca, salí descalzo, amaba estar descalzo, caminé por los pasillos hasta llegar al jardín.

El fuerte viendo fue el primero en recibirme, estaba apenas amaneciendo, mi cabello pegaba a mis ojos, el pasto se sentía extremadamente helado.

Juraría que las almas de aquellos pobres chicos aún no pueden descansar en paz, y era obvio, nadie quisiera ser enterrado en el patio de un maldito manicomio.

S H A W N. - [Tomo I] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora