Enya
Transcurridas dos semanas infernales, finalmente se había producido el fatal desenlace. Andrea contra todo pronóstico superó su gravedad, alcanzando una pequeña mejoría, aunque solo fue un espejismo. Unos días más tarde, su salud se resintió y comenzó a descender a un ritmo vertiginoso; tras unas horas de angustia, llegó el final trágico y doloroso para su familia.
Todo ese proceso de desasosiego me unió mucho a Rodrigo. Había descubierto su lado más amable y dulce, verdaderamente agradable. Él era el típico hombre que te subía al cielo y te hacía flotar entre nubes de algodón. A pesar de su dolor y desesperación, en ningún momento dejó de prestarme atención. Se comportaba como un caballero andante, siempre pendiente de su dama. De él aprendí varias lecciones de entereza durante esos días de agobio y sufrimiento.
Su fortaleza y su vulnerabilidad conformaban su energía vital. Su hermana y su madre eran claramente su talón de Aquiles y al mismo tiempo quienes le dotaban de una fuerza interior, que traspasaba barreras y le hacía escalar montañas imposibles.
Nuestro acercamiento fue incrementándose hasta el punto en que yo me quedaba después de mi turno, acompañándolo. Para el chico de ojos dorados, el horario de visitas no existía. Ser íntimo amigo del dueño del hospital le permitía muchas concesiones.
Por vez primera me alegré de que la hiena de Bastian regentara El Santa Bárbara. Esa potente amistad le concedía a Rodrigo la posibilidad de acompañar a su madre en sus últimos días, sin restricciones de ningún tipo.
Mi cariño por Rodri creció al mismo ritmo que avanzó su interés por mí. Aún, en sus tristes circunstancias, se notaba a la legua que yo le gustaba más que comer con los dedos.
Durante todo el tiempo que su madre se mantuvo con vida y hasta su último aliento, sus amigos, firmes bastiones de su legión, no lo abandonaron. Se personaban en el hospital noche y día cuando sus obligaciones se lo permitían. Ese contacto directo con ellos me permitió conocerlos en las distancias cortas, que era donde uno se la jugaba.
Después de la sorpresa inicial que tuve al descubrir la reacción de Bastian, cuando se enteró de la gravedad de Andrea, con ese abrazo fraternal que me acongojó, su frialdad conmigo era patente. Yo, que lo estudiaba, analizándolo minuciosamente, conocía sus puntos flacos. Sabía que esa pose de indiferencia era fingida. Le dolía la desesperación de su amigo. Rodrigo se consumía con los partes médicos que llegaban cada vez más desalentadores.
En definitiva, quería convencerme de que detrás esa máscara de piedra habitaba un ser humano, aunque sus reacciones no lo aseveraran así. A pesar de su gelidez, no había dejado ni un solo día de visitar a su amigo. Fiel a su cita, lo acompañaba durante largos períodos. Ese hermanamiento no dejaba de sorprenderme.
Bastian se acostumbró a mi presencia al lado de su amigo, pero no superó las muestras de cariño de su colega conmigo.
Según crecía el interés de Rodri por mí, se acrecentaba el odio del Dr. Tovar. Me miraba de soslayo o me ignoraba, mostrándome un total rechazo e indiferencia.
Yo le pagaba con su misma medicina y esa apatía por mi parte lo cabreaba. Era consciente de ello, lo notaba en los movimientos de su cuerpo. Sus gestos resultaban muy esclarecedores; si no apretaba los puños, fruncía el ceño o cerraba los ojos hasta dejar dos rendijas que expulsaban su desacuerdo. No era inmune a su presencia, mi amor por él me lo impedía; no obstante, le demostraba mi desdén.
Asier también acompañaba a Rodrigo e incluso se turnaba con los dos hermanos cuando el agotamiento los vencía.
El teniente se mostraba más accesible, pero era muy suyo, mostrando poco de su personalidad. Se trataba un lobo solitario que cazaba en la selva y que no ofrecía ningún pedazo de carne de su presa. Mi acercamiento a él había avanzado, aun así, no era suficiente para intentar enamorarlo, y desde luego no era el momento, ni el lugar para dar un paso en falso.
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Rendido A Ti- Volumen I
RandomEl Dr. Bastian Tovar pisaba un quirófano y las enfermeras dejaban de sentir las piernas Frío y arrogante, poseía unos ojos satánicos que traspasaban las almas y despertaban el morbo. El cirujano solamente sentía el corazón cuando lo tenía latiendo e...