BastianAbandoné el club, sin mirar atrás, azotando la puerta trasera de hierro. Caminé a pasos endiablados, intentado alejarme rapidamente del lugar. Mi mente todavía revivía el encontronazo con Enya y sus hirientes palabras.
Al cruzar la sala principal, había contemplado de refilón la orgia que habían montado en el cumpleaños del teniente, aunque, no reparé en nada concreto. No estaba de humor para montar broncas. Estaba acostumbrado a los desmadres de mis amigos, no obstante, la fiesta se había salido de madre.
Pero, ¿quién era yo para darles lecciones? Si me había desplomado a punto de sufrir un coma etilico en el suelo de mi habitación.Apuré mis pasos. Necesitaba abandonar aquel laberinto de mierda antes de que cometiese un error, que me pesaria toda la vida Estaba tan enervado, que agradecí, el no haberme encontrado con Rodrigo, porque no conseguía dominar las incontrolables ganas de romperle la cara.
Mis pulmones necesitaban inhalar aire sin viciar. Notaba un nudo dentro del pecho que me presionaba la boca del estómago y sequedad ocular. Me costaba hasta pasar el remolino de saliva que se enredaba en mi boca. Mis huesos molidos pagaban tributo por la desordenada noche encima de la dura madera. Todavía la maldita resaca aletargaba mi cerebro, y francamente..., tras el encuentro con Enya estaba que me subía por las paredes.
No podía asegurar que situación me retorcía más las entrañas; que ella se hubiera prestado a los juegos masoquistas de Rodrigo, o que lo disculpase, hasta el punto de atreverse a amenazarme a mí.
Esa arpía había tenido los santos ovarios de desafiarme.
Esperaba que que la pequeña insidiosa no le confesase nuestros encuentros a mi prometida, por qué me pondría en un serio compromiso, aunque, no por las razones que ella pensaba.
Morgana no aspiraba a nada más en la vida, que ser mi esposa. Para la muñequita de porcelana: caprichosa y superficial, lo único importante era vivir cara a la galería. Ella necesitaba que su marido la mantuviera en su círculo de poder. A la niña de papá nunca le faltaría de nada. Desde su nacimiento se convirtió en el ojito derecho del juez, y este la cubriría de oro si ella se lo pidiese. Sin embargo, las aspiraciones de la niña consentida eran ambiciosas. Pasearse del brazo de un cirujano millonario y exitoso, mirando al resto del mundo por encima del hombro, alimentaba su colosal ego. Presumir de sus últimos louboutin para dejar muertas de la envidia a sus amigas, tan insustanciales como ella, eran sus mayores propósitos. Ni siquiera se interesaba por las obras benéficas, aunque solo fuera para lucir el último modelo de Chanel.
Por mi parte, yo no tenía la potestad para asegurar que el amor que ella juraba sentir por mí era real.
Nunca me había enamorado para poder juzgarla. No obstante, mis últimas reacciones con respecto a Enya, colocaban mis tajantes aseveraciónes sobre el amor en una picota.Aun así, la niñata andaba muy perdida. Morgana pasará lo que pasara, incluso aunque descubriese una infidelidad, jamás me abandonaría. Se aferraba a nuestra idílica vida como una sanguijuela. Lo que me atemorizaba eran mis reacciones, no las suyas. A menudo pensaba en la decisión que yo tomaría si todo saltase por los aires. Porque mi férrea voluntad se iba desvaneciendo, y la coraza que me protegía, presentaba grietas cada más profundas.
No podía pensar más de esa forma, me débilitaba. No cuando esa descarada se había atrevido a compartir cama con Rodrigo. Ella no era consciente, sin embargo, nunca sería capaz de manejar a un hombre como «el marques».
No podía soportarlo. Solamente imaginar que él le hubiera puesto un solo dedo encima, me enfermaba.
Montè en mi Triumph y abrí gas enfilando la avenida. Necesitaba poner distancia entre Enya y yo, mi salud mental me lo exigía. Una continente sería poco, pero como no podía perderme en África, ni viajar a la luna. Puse rumbo al único sitio donde encontraría paz.
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Rendido A Ti- Volumen I
RandomEl Dr. Bastian Tovar pisaba un quirófano y las enfermeras dejaban de sentir las piernas Frío y arrogante, poseía unos ojos satánicos que traspasaban las almas y despertaban el morbo. El cirujano solamente sentía el corazón cuando lo tenía latiendo e...