Enya
Terminé la representación más sensual de mi vida, entregándolo todo en el escenario. Desde que descubrí esos ojos apasionados clavados en mis orbes esmeralda, mi cuerpo se transformó en una fuente de sensualidad, de la cual emanaba lujuria. El agua cristalina se volvió fuego líquido con la intensidad de su mirada. Cada uno de mis movimientos lascivos eran un salmo a la provocación y al pecado. Mis curvas se adaptaban a la barra, pegándose a ella como si fuera una segunda piel.
La frialdad del acero chocaba con la lava que desprendía mi sexo. El choque era brutal, la sentía humedeciendo las piernas, rozando mi sensibilizada vagina, imaginando que era el falo de Bastian.
No bailaba, simplemente le hacía el amor a la barra, bajo la atenta mirada del hombre que conseguía empapar mi lencería de encaje.Cesó la música y Asier (uno de los socios) me sorprendió con la frase que profirió, al tiempo que me hacía una pequeña reverencia con solemnidad y respeto.
—Diosa, esta noche le ofrecemos un cordero para su sacrificio, está dispuesto a venerarla, resarciendo así todas sus ofensas. El esclavo es suyo si usted lo acepta.
Escuché el improperio que soltó Bastian muy enojado, pero mi mente ya buceaba por otros mares.
La risa demoníaca de su amigo, cediéndome a Bastian como si fuera un pedazo de carne, le otorgó a mi cerebro la respuesta que ansiaba y aceleró mi decisión.
No tenía que hacer examen de conciencia, ni darle vueltas a la propuesta, porque mis labios pugnaban por gritar lo que era evidente; si lo quería, por supuesto, no existía algo que deseara más en el jodido mundo que el cuerpo restringido del Dr. Tovar en mi poder. Me endiosaba que él no tuviera la opción de negarse, era un sueño hecho realidad.
Varios de sus amigos lo arrastraron rugiendo maldiciones, que no eran aceptables en el colegio católico, conservador y exclusivo, donde había estudiado «el anticristo».
Aunque yo conocía bastante el carácter endemoniado del cirujano, no dejaba de dejarme alucinada la cantidad de veneno que estaba soltando por esa boca, cual escorpión. Gritaba realmente enfadado.
Pasaron unos minutos antes de que Asier se dirigiera a mí, que me mantenía inmóvil, todavía ataviada con el traje de la actuación. A esas alturas yo ya había sigo testigo de la entrada de mujeres desconocidas al club, que prometían una noche de alcohol y desenfreno.
—Mi lady.
Me adentré siguiendo a Asier en las entrañas de «Ambrosia», deambulando por uno de los pasillos prohibidos. El día del encuentro tormentoso arrastrado por Bastian, había descubierto la existencia de un mundo oculto cruzando la puerta censurada, aunque era mucho tan amplio y misterioso de lo que parecía desde el exterior.
El club estaba situado en una planta baja, y nosotras desconocíamos la existencia de un sótano dentro del edificio.
Tras cruzar varios pasillos alumbrados con apliques que proyectaban luces muy tenues, llegamos a unas escaleras internas, al descender entré en un recibidor en el que se distinguía claramente una puerta.
Mi mente sobrepasada no pudo evitar evocar imágenes terroríficas que se reprodujeron en mi cerebro.
Asier interrumpió mis pensamientos oscuros abriendo la mole metálica. Me invitó a pasar extendiendo su brazo y la cerró, dejándome sola y expectante ante lo que descubriría.
Fue imposible ocultar mi asombro…
Una cueva secreta en las entrañas de Ambrosía. ¿Cuántos secretos más guardaría el club?
La notas musicales de la quinta sinfonía de Beethoven me envolvieron. Me quedé absorta, mirando las dos columnas de piedra que formaban una gran arcada; la atravesé con temblores en las piernas, y regresé de nuevo al imperio romano con el esclavo cristiano, prisionero, incluido en el lote.
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Rendido A Ti- Volumen I
DiversosEl Dr. Bastian Tovar pisaba un quirófano y las enfermeras dejaban de sentir las piernas Frío y arrogante, poseía unos ojos satánicos que traspasaban las almas y despertaban el morbo. El cirujano solamente sentía el corazón cuando lo tenía latiendo e...