EnyaEncerrada en el soberbio Mercedes, no dejaba de mirar a Bastian que lejos de derretirse con mis encantos se mantenía esquivo revisando el móvil. El todoterreno volaba por las estrechas carreteras y mis nervios a flor de piel se revolvían dentro de mi cuerpo. Intentaba encontrar una explicación coherente a toda aquella locura, pero no la hallé. En segundos mi vida dio un giro brutal. De encontrarme rota en el utilitario de Dan había pasado a sentarme cómodamente en el monstruo rodante de acero que me llevaba a un destino incierto.
Bastian «mi anticristo» había cumplido su promesa, sin embargo, ¿qué pasaría ahora? Coloqué mis dudas en mi balanza emocional y decidí olvidarme del futuro y disfrutar el presente. Tenía a mi lado al amor de mi vida. Como un principe encantado (de aquellos cuentos que me contaba mi abuelo) me rescató de mi noche más amarga. No podía imaginar nada mejor.
Contemplé a Bastian, su perfil era demoledor. Observaba con interés algo en el móvil, frotándose la cabeza con insistencia. Agarró una botella de agua de un compartimento y bebió dos tragos. El líquido bajando por su garganta removió su nuez marcada y ese simple gesto me hizo babear.
Se había cambiado, el traje de novio desapareció de su cuerpo y lucía una camisa y un pantalón negro. La tela se ceñí a sus piernas y la tensión del tejido remarcó justo el lugar donde yo no quería mirar.
Me pareció distinguir una sonrisa maliciosa bailando en sus labios.
Cerré los ojos alejándome de la tentación, que me provocaba ese hombre.Noté como el agradable clima dentro del coche iba amodorrando mi cuerpo. Irremediablemente mis ojos comenzaron a cerrarse y una calma me invadió. Me perdí en mis sueños, agotada por las emociones vividas y las escasas horas dormidas.
Bastian.
Aparté mis ojos de Enya con rapidez. No me pasó desapercibida su mirada lujuriosa, sin embargo, la ignoré
Contemplé a mi niña con emoción, se estaba quedando dormida. Me moría por tomarla en el asiento trasero del todoterreno, no obstante, era una gata, y cuando menos lo esperaba sacaba las uñas. No podía ofrecerle una espectáculo porno al santo padre. Si posaba un solo dedo en encima de su cuerpo no habría equis suficientes para etiquetar nuestra película de alto voltaje. Tenía que contenerme, por mucho que mi necesidad de ella rozara el salvajismo. Necesitaba controlarme mis instintos de lojo. Refresqué mi rostro encendido con el agua de la botella.Crucé mi mirada con los ojos sagaces del sacerdote que con su expresión me lo dijo todo.
¿Cómo me conocía el maldito?
El Mercedes no tenía pantalla de separación, por lo cual el chófer sería testigo de todo lo que ocurriera en la parte posterior. Había comprado el coche apenas unos días antes a nombre de Asier, la transacción se tramitó en un total secretismo, quería desvincularlo totalmente de mí. Conocía los tentáculos del juez y después del agravio a su princesa movería sus hilos para encontrarme. El cielo y la tierra se quedarían cortos ante mi ofrenda.
Solamente conocía un lugar en el cual podría descansar tranquilo.La aparición repentina de mi padre y mi suegro en mi paraíso personal no auguraría nada bueno y rompería mi maravillosa luna de miel.
Alisté a Asier en mi equipo de camicaces para preparar mi huida. Sin embargo el actor principal de mi actuación estelar fue Damián. Rodrigo por razones obvias quedó descartado. El factor tiempo era primordial, y el sorpresa, imprescindible.
Imaginaba el tumulto que se había formado tras mi desaparición; la había planeado con precisión hasta la saciedad, controlando cada detalle y Enya con su inocencia y terquedaz ayudó a que los planes no se trastocasen.
No obstante, después de contemplar su semblante apagado al cruzármela en el pasillo, comprendí que no iba a resistir mucho más. Damián, camuflado y guiado por Asier vigiló cada movimiento de Enya. Era su cometido tras la grata sorpresa de su aparición repentina en la boda. Al verlo allí tomé la decisión, el sería un activo mejor que el militar.
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Rendido A Ti- Volumen I
RandomEl Dr. Bastian Tovar pisaba un quirófano y las enfermeras dejaban de sentir las piernas Frío y arrogante, poseía unos ojos satánicos que traspasaban las almas y despertaban el morbo. El cirujano solamente sentía el corazón cuando lo tenía latiendo e...