Bastian
Escuché el sonido del agua, imaginé como el líquido caliente bajaba por su sinuoso cuerpo y tuve que hacer un acto de autocontrol para calmar mi inmensa erección. Mi organismo al completo deseaba entrar en esa ducha y devorarla, pero sabía que Enya necesitaba descanso y estaba dispuesto a dárselo, a pesar de que quisieran estar dentro de ella cada segundo de lo que me quedaba de vida.
Salí de la casa, la noche había caído y una luna plateada y brillante era testigo de mi necesidad y mi temor. Proyectaba sombras de luz blanca sobre la tierra, guardando con celo las historias de mil amantes. Hoy, la caprichosa luna tendría otro nuevo romance para sumar a sus historias de amores clandestinos.
Observé el lugar en el que me hallaba. Me había vestido con un estilo casual, un pantalón negro con una camisa de lino con la que me sentía muy cómodo.
Me senté en el amplio columpio de madera del porche para esperar a mi niña, me balanceé, rememorando las veces que un hombre enamorado habría esperado ansioso la llegada de su amor, sentado en el mismo lugar, muerto de miedo y con los nervios a flor de piel.En el presente, el glaciar cirujano se había convertido en un dulce gatito y me temblaban las piernas por conocer su reacción a mi propuesta.
Sonreí como un tonto, soñando despierto. Me encantaba
el estilo de decoración natural y salvaje como las tierras en las que nos hallamos, muy acorde con Enya, que se sentía muy cómoda en este ambiente.
Al contrario de otros lugares sibaritas, esté emanaba paz y relajación. El ambiente del jardín en general y de la de casa en particular era de campo. La vivienda poseía piezas muy antiguas que podrían contar grandes y prohibidos secretos.Necesitaba un lugar que cumpliera esas condiciones, y Damián me habló de esa ajada propiedad que llevaba tiempo en venta. En mi visita a Samil la fui a visitar y me enamoró. Fue un flechazo a primera vista y decidí que tenía que ser mía. Estaba alejada del pueblo y poseía todos los encantos de aquellos que buscaban tranquilidad y naturaleza. Durante mi estancia en casa del párroco había abierto los ojos y descubrí gracias a su viejo calentador que se podía ser feliz únicamente lo básico.
Cuando regresé a la voracidad de mi día a día, me centré en devolverle a esa joya perdida en el medio del bosque la brillantez de antaño. Contraté a los mejores para que la casa volviera a brillar en el centro de aquellos árboles que emanaban un olor a pino, despertandote a la vida.
La vivienda contaba con lo mínimo, sobre todo los valores que habían cambiado en mi mente y que ahora resultaban primordiales para la etapa que se avecinaba. Sencillez, comodidad, y ese aroma casero que me aportaba paz Las viejas mecedoras, el enorme cabezal tallado y varias piezas del mobiliario le otorgaban ese toque a sabor de hogar sin quitarle ni un ápice de majestuosidad. Respetando su historia, las manos de un profesional la revivieron. Por consiguiente, en apenas unos meses renació el hechizo que el paso del tiempo le había arrebatado.
Fumé el quinto cigarrillo de la noche, esperaba que Enya entendiera mi proposición porque unos meses alejados del mundanal ruido era justo lo que nos hacía falta. Necesitábamos revalidar cada sensación que sentíamos; horas interminables, de charlas, de pasión y de normalidad. Encontrarnos y descubrirnos entre las sábanas, pero también fuera de ellas.
Recordé la mesa por última vez y sonreí satisfecho. Realmente había valió la pena cada detalle porque había logrado justo lo que necesitaba; armonía y frescura en un marco repleto de encanto.
Expectante y arreglado esperaba a mi princesa para la noche más mágica de nuestra vida...
Cada vela que había encendido con paciencia simbolizada un deseo que deseaba que se cumpliera al lado de la mujer que amaba.❤️
Enya
Salí de la ducha con una sensación agradable. El agua fresca despejó mi mente y relajó mis músculos doloridos. Me hubiera gustado compartir esa experiencia con Bastian, pero sorprendentemente el demonio de ojos azules me había dado tregua y para mi sorpresa no invadió mi espacio en el baño.
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Rendido A Ti- Volumen I
AléatoireEl Dr. Bastian Tovar pisaba un quirófano y las enfermeras dejaban de sentir las piernas Frío y arrogante, poseía unos ojos satánicos que traspasaban las almas y despertaban el morbo. El cirujano solamente sentía el corazón cuando lo tenía latiendo e...