Capítulo 60 - Lo inesperado

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Enya

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Enya

   Cuatro años más tarde.

La fiesta estaba preparada. Después de una semana de planificación todos nos encontramos ansiosos esperando el momento de la celebración.


La familia al completo se había reunido. La casa se encontraba a reventar y reinaba la alegría. Mi madre ayudada por mi abuela Sara se habían encargado del menú y no dejaron nada al azar.

Sara, siempre se había distinguido por ser una gran cocinera; en sus manos los alimentos se convertían en manjares y disfrutar sus platos resultaba una auténtica delicia.


 Me observé por última vez al espejo y mi aspecto me dejó satisfecha. A pesar de atravesar malos momentos, que afectaron mi físico, me había recuperado, y mi cuerpo volvía a lucir las curvas que me endiosaron en la barra de Ambrosía. Mis ojos, habitualmente cubiertos por un halo de tristeza, poseían un nuevo brillo que renacía de la esperanza.

 El vestido verde hacía juego con el color de mis iris, adaptándose a mis curvas y potenciando la voluptuosidad de mi pecho, sin resultar soez, ni chabacano.


 —Cariño —sentí la voz de mi compañero entrando en la habitación y me giré de inmediato, él lucía esa sonrisa arrebatadora que me subyugaba. Me observó con detenimiento sin ocultar las ganas que le tenía a mi cuerpo. Me guiñó el ojo con lascivia y se acercó a mí con pasos firmes.

 —Los invitados preguntan por ti.— Depósito un beso tibio en mis labios pintados con un suave carmín rosa, que se intensificó por momentos.

—Me vas a destrozar el maquillaje —le reproché adivinando sus perversas intenciones.

—Pues no me provoques y baja —aseveró, intentando introducir la mano por debajo de mi falda.

—Estate quieto —protesté, sin convencimiento, permitiendo que sus traviesos dedos siguieran avanzando.

—Enya cariño, si no frenamos ahora, no te aseguro que pueda bajar —se río provocador.

—Pues, ¿a qué esperas? —inquirí apreciando claramente el bulto crecido marcando su pantalón.

—No puedo bajar así, con esta erección de campeonato.— Se ajustó la entrepierna y me contempló amenazante—, tengo que esperar que esto se calme; eres como kriptonita para este Superman.

—¿Superman? —me burlé intentando picarle—. No llegas ni a Picachu. Esperaba su reacción inmediata, pero un golpe contundente nos detuvo.

—¡Enya! —escuché la voz grave de mi madre a través de la puerta—. Deberíais bajar ya, los invitados se están impacientando.

Rendido A Ti- Volumen IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora