Enya—¿Te quieres casar conmigo?
La propuesta de Bastian
mientras me miraba con sinceridad a los ojos y el hecho de que portará en sus manos un sencillo anillo de compromiso, me llevó a pensar que la pregunta que me formuló no era ninguna broma, porque de ser así, no me hacía ni puta gracia.—Si es un chiste, no le veo la gracia. Bastian, te recuerdo que estás casado —protesté dolida—. No entendía esa petición, cuando Morgana ya llevaba el anillo del poderoso Tovar marcando su dedo.
El cirujano, más tranquilo de lo que hubiera esperado, no soltó mi mano, que mantenía anclada a la suya con una agarre férreo.
—Vamos por partes, mujer.
—Para empezar —lo interrumpí alterada—. Tú ya tienes una mujer, ¿cómo demonios vas a casarte con otra? Eso es un delito llamado bigamia y en este país está penado por la ley.—Me hice la resadibilla, aunque, no era una erudita en el tema.
La carcajada estrepitosa que salió de la garganta del doctor alteró la quietud de la noche y despertó mis neuronas aletargadas.
—Claro mujer, ni que fuera árabe y pensará montar el harén de las mil y una noches. —El listillo apenas podía hablar por qué agarraba el diafragma, que sé se le comprimía debido al esfuerzo de reírse a mandíbula batiente.
—Me alegro por divertirte tanto, pero déjate de tanta risa y explícate, no me entero de nada —repliqué resentida—. Podías empezar podías aclararme:— ¿Para qué coño te casaste si pensabas venir aquí conmigo?
Bastian mudó el semblante alegre que hasta el momento marcaban sus facciones y adoptó un actitud seria.
—Escúchame con atención.— Como si pudiera hacerlo de otra manera, estaba más pendiente de sus palabras, que mi abuela Dolores cuando miraba al padre Juan con devoción, mientras, escuchaba su obsoleto discurso.
Yo había apostado veinte euros con mi hermano que a la beata se le habían mojado las bragas escuchándolo. Por supuesto, la apuesta quedó en tablas, ya que ninguno pudo demostrar las humedades en los bajos de mi santa abuela.
Me olvidé de las locas apuestas con Rubén y me centré en Bastian que me observaba con la misma rectitud que el padre Juan mostraba a sus feligreses subido al púlpito.—Enya, yo me muevo en un mundo en el cual la palabra de un hombre es sagrada. Mi abuelo, un médico recto y criado a la vieja usanza me inculcó esos valores y yo los respeto. Acepté el compromiso con Morgana y le prometí a su familia que me casaría con ella y lo cumplí. Sin embargo, nunca dije que no me divorciaría, así que no falto a ninguna promesa si lo hago.
—¿Vas a divorciarte? —pregunté alucinada. «Si me pinchan no sangro».
Por supuesto Enya, pensaste que ofendería tu condición de mujer ofreciéndote ser mi amante. Yo no soy de esos, no necesitaba una hembra entre las sábanas, ni compartiendo mi vida Hasta hace unos meses, ni siquiera pensaba que pudiera existir. Ahora la situación ha cambiado y te quiero a ti en cuerpo y alma, conmigo, dentro de mi cama y fuera de ella.
Bastian se sirvió una copa generosa del escocés y siguió hablando después de saborearlo con deleite.
—Por ley tengo que esperar tres meses para solicitar el divorcio, pero ya me he puesto en contacto con mi abogado. Enya, esta no es una decisión tomada a lo loco, esta muy meditada. He repasado hasta la saciedad los pros y contras en innumerables noches en vela.
Te quiero a mi lado, no obstante, debo protegerte. La voracidad de las dos familias es enorme. El padre de Morgana debe estar alzando el hacha de guerra, buscando como loco algún hilo de donde tirar.
No puedo dejarte así tirada a los pies de los caballos. Te convertiste en mi responsabilidad en el momento que te permiti entrar en mi vida perturbando la tuya. Eres joven e inexperta y aunque te revuelves como una leona cuando te pinchan, solamente serías un cachorro en las fauces de esas fieras.
Por sentido común y siempre que estés de acuerdo he pensado pasar estos meses, en los cuales no puedo hacerte mi mujer legalmente, aquí.
En este pueblo estaremos, seguros, tranquilos y el ambiente de paz y serenidad que nos rodea, también nos permitirá conocernos más. Necesitamos un tiempo a solas para descubrirnos—. ¿Qué opinas?—
Bastian me miró expectante esperando mi respuesta.
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Rendido A Ti- Volumen I
AléatoireEl Dr. Bastian Tovar pisaba un quirófano y las enfermeras dejaban de sentir las piernas Frío y arrogante, poseía unos ojos satánicos que traspasaban las almas y despertaban el morbo. El cirujano solamente sentía el corazón cuando lo tenía latiendo e...