Capítulo 2 - Volar ❤️

13.3K 745 37
                                    

Enya

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Enya

La semana transcurrió rápidamente, y ya estábamos a viernes. Tras asistir a clases por la mañana, tocaba ir al hospital para completar una nueva jornada. Las prácticas avanzaban de manera agradable. Al contrario de lo que sospeché el primer día,
Cecilia se descubrió como una buena compañera. Durante cuatro días trabajamos juntas y ya manteníamos un trato amable y cordial. Mi rutina diaria era siempre parecida.

Caminábamos por el lóbrego pasillo hasta la sala de vestuarios (por llamar de alguna manera a ese cuarto inhóspito) el ambiente del corredor interminable me erizaba los pelos. La luz brillaba por su ausencia. Según avanzabas, escuchabas ruidos inesperados y los crujidos de la madera.

Desde que comencé las prácticas, no había descubierto ni una sola alma, ni encontré jamás abierta ninguna de las puertas que se extendían a lo largo de la fantasmagórica gruta; podrían esconder cadáveres dentro y nadie sospecharía. Mi imaginación continuamente se desbocaba cuando atravesaba el túnel de los horrores.

Entré en el vestuario detrás de Alba, allí, ya estaban cambiándose varias de mis compañeras.

—Buenas tardes —saludaron de manera afectuosa. Devolví el saludo y le pellizqué el trasero a mi amiga, que lo había colocado en pompa para revolver en su mochila.

—Alba, ¿no te da repelús el pasillo? —interpelé a la rubia que comenzaba a desnudarse.

—Un poco... —respondió rebajando mi ansiedad.

Admiré el pelo rizado de Alba, uno de sus encantos, aunque, también, un castigo divino cuando debía desenredarlo; sus palabrotas se escuchaban desde el portal.
Apoyé mi culo en la orilla del banco.

Un alarido potente me sorprendió, casi me caí al suelo del susto—. ¡¡Demonios, Helena!! —Una de nuestras compañeras nos miraba asustada—. ¿Qué coño te pasa? —reiteré nerviosa.
Entre el pasillo del infierno y el aullido histérico iban a conseguir que me explotase el corazón.

—Hay un cubo... ahí —susurró encogida en la esquina, señalando el lugar donde se cambiaba Tamara.

Reparé en el cubo de color negro que, efectivamente, se encontraba debajo del banco, (uno de los tantos que habían añadido para que todas pudiéramos sentarnos). La observé anonadada, todavía podía notar los latidos de mi pecho sobresaltado.

—Bueno —bufé irritada—, ¿hace falta dar ese chillido por un cubo? ¿Quieres que me dé un chungo?

—No... no es solo el cubo —murmuró en cuclillas—. Es que tiene algo muy raro en el interior.

—¿Exactamente, qué has visto? —Empezaba a preocuparme la intriga y el trastorno de mi compañera.

—No lo sé... hay algo dentro: viscoso, amarillento, con gránulos, pienso que son sesos.

Rendido A Ti- Volumen IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora