En una parte del mundo, donde muchos son bendecidos por particularidades, don, quizás un milagro, donde muchos quieren ser héroes pero, ¿Qué pasa cuando no eres bendecido por un don? ¿Estás enfermo? ¿Te excluyen? ¿Tampoco puedes ser un héroe?
Ser po...
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—Kai, hubo un ligero cambio de planes; durante ésta semana no estaré en Japón, por lo que mi hermana irá a la reunión. Por una vez en tu vida, llévate bien con ella, te conviene, ella es la del dinero.
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—¿La hermana de Lilith nos financia ahora? —Preguntó el albino, sorprendido— La última vez que la vi calló a Mimic.
—Angie es igual de molesta que una piedra en el zapato. —Respondió el castaño de ojos miel mientras observaba los documentos con información proporcionada por Liliana— Lilith tuvo que encargarse por ésta semana de unos asuntos de un cártel en Brasil.
—Angie ni siquiera habla, Overhaul. Bueno, no te habla, los demás la adoran, en especial Rappa. —El teléfono del albino comenzó a sonar contestando la llamada y a su vez miró al castaño— ¿Hola? Ah, Angie ¿Cómo estás? ¿Estás aquí en Japón? Va, Nemoto irá por ti.
—¿Cómo es que todos saben que ella viene menos yo? —Preguntó el castaño frunciendo el ceño, no la había visto y ya empezaba a irritarse.
—Mejor no preguntes eso, tendrás una respuesta obvia. —Respondió Hari.
Mientras tanto, Keiko se mantenía en una pequeña y acogedora oficina trabajando en los documentos que debía organizar, tras de ella, Mimic inundaba la habitación con olor a billetes. Ambos mantenían silencio cada quien concentrado en sus acciones, por la mente de la castaña se pasó la ligera brecha de distancia que se creaba entre ella y su amado; desde aquella noche no le veía tan seguido y cuando estaban juntos no se dirigían la palabra, ni siquiera un ligero "buenos días" le respondía, sólo trabajo y de cierta forma, Keiko extraña hasta la más mínima muestra de afecto proveniente del castaño.
El toque de la puerta le sacó de sus pensamientos, levantándose a abrirla encontrándose con la mirada de oro y por inercia se hizo a un lado volviendo a sentarse en el escritorio, permitiéndole al castaño entrar.
—Mimic, tendremos visitas y necesito que vengas conmigo.
—Voy jefe. —Respondió, oliendo una última vez el fajo de billetes que tenía entre sus dedos hasta guardarlos en una caja— Oye, vigila el dinero y no toques nada.
