En una parte del mundo, donde muchos son bendecidos por particularidades, don, quizás un milagro, donde muchos quieren ser héroes pero, ¿Qué pasa cuando no eres bendecido por un don? ¿Estás enfermo? ¿Te excluyen? ¿Tampoco puedes ser un héroe?
Ser po...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Desde que la dejamos en su casa no ha salido de ahí.
Fueron las palabras de Kurono hacia su jefe en medio de la rutina de siempre, por órdenes de Overhaul en su última voluntad pidió vigilar a Keiko ahora que ya no hace parte de su vida por su propio bien, más allá de sus planes estaba en su interior la parte humana de su salud mental: las corazonadas.
Desde que Keiko le encaró, más que nunca observaba cada detalle de sus planes desde los planos subterráneos, hasta las posiciones de cada quien debía cubrir en su escape junto a la pequeña Eri. Mientras eso, sacar a la castaña del juego parecía lo más lógico, la liga podría ir tras ella, inclusive la policía y evitar arruinar lo poco que quedaba de lo que significa "normal" para ambos era lo único que podía hacer a su alcance.
La ansiedad en Chisaki era pequeña, poco visible, pero tormentosa de acuerdo a que los días apresaban con la invasión al Hassaikai, quería darles cara y hacerles saber que sea como fuera sería el líder del bajo mundo, no importaba quién se metiera en su camino. En esos pensamientos observaba fríamente el cuerpo del antiguo líder de la Yakuza y más allá de eso su padre adoptivo; Kai nunca confesó a Keiko su vida, sus ojos ámbar adornados con tan hermosas pestañas vacilan de un lado a otro ante las decisiones que tomó para poder llevar a la Yakuza a la luz y no seguir siendo rebajados a lo que comúnmente son llamados: Especies en peligro de extinción y era hora de empezar, hora de continuar con su plan; su sed de poder era más que suficiente para desvanecer los pensamientos relacionados con aquella muchacha, por ahora.
—Lo siento viejo, creo que estará algo ruidoso allí afuera.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mientras tanto, en la residencia Arima había silencio, Keiko se encontraba recostada en el amplio sofá de su sala leyendo las obras de Junji Ito; el horror mezclado con el arte de los 90's le parecía fascinante y más si provenía de la mente de un tipo carismático que no le gustan los gatos. Levantó su mirada hacia la entrada, su cabeza se devolvió hacia la mañana en que Kurono trajo a todo el Hassaikai a la puerta de su casa, analizó el salto rápido que dio en medio de los once hombres más temidos de Japón: ser una simple asistente con temor a morir al inicio, actualmente sabe defenderse al ser entrenada por otra mafia y ahora le importaba poco la moralidad de haber un niño de por medio.
