Ni un sólo rayo de sol me despertó por la mañana. Cuando volteé buscando el cuerpo de Juan Pablo a mi lado, el espacio estaba ya vacío. Froto un poco mis ojos y caigo rendida de nuevo sobre la almohada. Hacía mucho frío.
Él aún no se percataba de nada. Estaba ceñido observando la pantalla de su computadora. Desde aquí podía detallarlo tan pacientemente. Su habitación es bastante oscura, por lo que casi parece ser sólo una silueta moviéndose. Observaba nada más la mitad de todo su cuerpo. Algunos rebeldes mechones caían desordenadamente sobre la parte frontal de su rostro. El suéter bordado que traía encima parecía bastante confortable, sus movimientos son tranquilos y esporádicos.
Por último, y no menos importante, su pequeña nariz. Frotaba de vez en cuando su palma sobre ella. Noté también el reloj que descansa sobre su muñeca. Delicado, no demasiado grande. Al parecer es una afición suya, apuesto mi cabello a que tiene una colección.
—Ya sé que te gusto, pero no me mires tanto —escucho su sonrisa.
—Buenos días también para ti —salgo de un salto hasta el lavabo, para cepillar mis dientes antes que cualquier otra cosa.
—Buenos días, bella durmiente.
Jamás he sido una persona mañanera, ni mucho menos capaz de despertar temprano. Y él parece ser todo lo contrario. Con razón dicen que polos opuestos se atraen.
—¿Hace mucho rato despertaste? —suelto un largo bostezo, retorciendo cada hueso de mi cuerpo.
—Estoy ayudando a Simón grabando unas notas en piano.
—¿También eres parte de Morat? —él frunce el entrecejo, confundido.
—¿Morat?
—Sí, la banda que tiene Simón junto a sus compañeros. Isaza y Martín.
—Conozco a Martín. Pero jamás me enteré que tenían una banda —se detiene a pensar un poco—. Pensé que las grabaciones y esas cosas eran por simple afición.
—Tal vez espera hasta ser famoso para contarte -me acerco un poco, rodeo la silla para poder abrazarlo por detrás, dejando un pequeño beso sobre su suave cabello—. Si le dices algo, me odiará por siempre.
Nos encaminamos juntos hacia la cocina, parece que alguien despertó deseoso de hacer todo bien —incluido el desayuno—. Que consistía en queso, jamón, salchichas, huevos y pan. Con dos pequeñas tazas de café al lado. Tenía tanta hambre que no medí lo que entraba por mi boca hasta que todo estuviera vacío.
—¿Irás a esquiar con Leroy?
Su mejor amigo, Leroy. Incluso cuando solamente intercambiamos algunas pocas palabras por cuestiones de dificultades para entendernos, resultó ser alguien muy simpático.
—No quiero ir solo. Pero tampoco dejaré a Coco de nuevo.
—Yo puedo quedarme con él —propongo de inmediato— Aún es muy pequeño, pasará durmiendo todo el rato.
Juan Pablo pensó un momento. Sabía por sus expresión que estaba deseando salir corriendo hacia Leroy, quien le propuso pasar un rato juntos. Bajo ninguna circunstancia iba a parecer entrometida. Quería saber que sentía libertad de salir sin la necesidad de ir yo a todas partes.
—¿Segura?
—Tan segura como que soy tu novia —sí, porque justo ayer en medio del bullicio de la fiesta decidimos hacer oficial nuestra relación.
Si supieran la manera convencional sobre cómo pasó... Él subido en una tarima cantando desafinado, pero cantaba sólo para mí.
—Volveré en unas cuantas horas —se aproxima para depositar un suave beso sobre mis labios y luego ir a buscar sus cosas.

ESTÁS LEYENDO
Último Verano En Estocolmo (Juan Pablo Villamil)
FanfictionTodos tenemos un "ojalá" en nuestras vidas. Alguien que pudo ser, y se quedó en la puerta sin entrar. Una chispa que no encontró dónde hacerse llama, y se apagó. Alguien que cuelga de tus recuerdos. Pero sobre todo, alguien que no fue, ni será. (Bor...