S E I S

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¿Han visto a una persona babear y roncar con la boca excesivamente abierta? Porque soy esa persona. Perdía cualquier pizca de glamour inexistente cuando dormía. Más aún los domingos. De no ser por el estúpido sonido del celular habría llegado a las dos de la tarde.

—Diga. —respondo seca. Pobre criatura al otro lado, mi mal humor por interrumpir mis sagradas horas de sueño no es un juego.

—¿Estabas durmiendo?

—No, ¿Cómo vas a decir eso? Tan solo cerré mis ojos por diez horas seguidas porque es mi deporte favorito. —ni aunque Los Vengadores llegaran a darme los buenos días estaría feliz por despertarme antes del mediodia un domingo.

—Qué alivio, casi creí que te había despertado. —El infeliz sabe lo que hace. —Encontré boletos a mitad de precio en el cine, ¿aceptarías acompañarme? Ir solo a ese lugar es la peor deshonra que puede tener un humano.

—Estoy enfadada contigo, pero aceptaré si me dejas elegir la película.

Después de un corto silencio, vuelvo a escuchar su voz.

—De acuerdo. Paso por ti a las seis. Puedes seguir durmiendo.

No lo pensaría dos veces, configuré la alarma para sonar a las cuatro y treinta. Tiempo suficiente para arreglarme bien, no correría demasiado. Vuelvo a cerrar mis ojos y caigo en un profundo sueño de nuevo. No importaba cuantas horas durmiera, jamás serían suficientes.

(...)

Recibí un regaño severo debido a la poca ayuda brindada hoy en los quehaceres de la casa, a pesar de ser éste día uno para descansar, al parecer no aplicaba para nosotros. Tía Gaby pegó el grito al cielo cuando vio llegar un auto y viéndome subir a él. Ojalá todos los días fueran así: dormir y salir un rato a pasarla. Aunque prometí lavar toda la ropa el martes para compensar lo sucedido hoy.

Soplaba un viento frío a través de las ventanas del auto, la velocidad a la que viajábamos hacía el trabajo de entrar en calor más difícil.

—Hoy dejaré que controles la música, enséñame tus refinados gustos musicales, maestra. —mientras conduce Juan Pablo me da una rápida explicación sobre cómo buscar la canción que yo quisiera.

Acepto que es mucha tecnología para mí, no me hago cargo si daño algo.

—Prepárate para una sesión de karaoke barato, niño.

No cantaba peor que un gallo frente a cualquier persona, debería sentirse afortunado.

—¡Mientes, me haces daño y luego te arrepientes! Ya no tiene caso que lo intenteeees — tiro mis brazos al aire y uso el pequeño control de la radio como micrófono. —¡Lleeeeegas, cuando estoy a punto de olvidarte!

—Dios mío, Esther. Cantas horrible.

Tonterías. Tengo potencial para ejercer una carrera como artista exitosa.

¿La película que veríamos hoy? Una de esas nuevas del hombre araña. Ni siquiera intenté esconder la emoción, estaba desconectada del mundo del cine, pero jamás pasaría de moda decir que es mi superheroe favorito. Leo dice que es muy nerd y terrorífico tener a Peter Parker como ícono heróico. Mientras yo moría de emoción, Juan Pablo resultó no tener más opción que entrar a la sala.

—Ni modo. —esa fue su insufrible respuesta antes de caminar con nuestras palomitas de maíz en mano.

El lugar estaba a reventar, apenas alcanzamos a ocupar nuestras butacas cuando la película inició. Otras personas llegaron tarde y se ganaron comentarios molestos por parte de los expectadores. Un niño derramó su bebida sobre la chica al lado de nosotros. Otra señora tuvo la idea genial de contestar la llamada de un tal "Rodolfo" cuando una escena desiciva sucedía. En fin, lo catalogado como normal dentro de un lugar así.

Último Verano En Estocolmo (Juan Pablo Villamil) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora