Ahora entiendo las veces que personas mayores decían que el tiempo se pasa volando cuando se llega a la edad adulta. Incluso cuando parecía no tener más cosas encima que mi trabajo. Había dejado el servicio voluntario, y cualquier otra actividad extracurricular. De momento pensar en la universidad es más descabellado que cualquier disparate, necesitaba unos meses más.
Aún así, estaba agotada. No sólo físicamente. Estaba cansada de todo. No me quejaba de mi empleo, ni mucho menos renegaba sobre él. Es sólo que tenía un lío enorme de cosas
Ojalá tener un manual con instrucciones específicas sobre qué hacer en cada nueva etapa.
Já. Como si acataras órdenes.
—¿Podría repetirlo de nuevo? —llevaba toda la intención para que eso sonara casi a reclamo.
—Debe terminar de colocar en la sala de conferencias cada carpeta con el planeamiento del proyecto R-21.
Traducción: conseguir unos tres litros de cafeína porque de aquí no salgo pronto
Asiento y sonrío sin ganas.
Quedo sola en mi cubículo, acompañada por la gran iluminación que brindaban las luces.
Edito la pequeña portada que iría en la parte frontal de cada carpeta, con el nombre y cargo de los empleados que estarían mañana en ese importante congreso. Las imprimiría y pegaría. Empiezo por extender las páginas que irían dentro una por una, comprobando que la información se encuentre completa. Si cometía un sólo error sería terrible. Algunos delegados estarán aquí al ser las 8:30. Así que no había tiempo de arreglar algo otro día.
Salgo disparada de mi silla, directo al cuarto de papelería para terminar todo. Tras un fuerte bostezo reviso la hora. Mi pantalla se ilumina con las dos zonas horarias que tenía agregadas.
Bogotá 12:11 AM
Estocolmo 7:11 AM
Una punzada cruzó sobre el pecho. Ya habían pasado dos meses desde que la ciudad se sentía vacía sin él. Hablábamos por teléfono, pero nada de sentía igual. No en el sentido de alejarnos, —aunque irónicamente estemos a miles de millas de distancia—, más bien hablo sobre extrañar sus planes, sus risas y su semblante despreocupado. Me alegraba saber que todo andaba bien por allá. Su mamá se recuperó de una fuerte neumonía que no quedó como afección crónica, por suerte. Cuando me contó eso sentí el alivio en su voz, como si un peso menos lo inundara.
La mayoría de veces escuchaba su voz más ronca de lo normal. Hablábamos cuando aquí aún era de día y allá anochecía o viceversa. A veces cuando recién despierto debo aguantarme sus terribles chistes, esos que según Juan Pablo son para "alegrar el alma". Pero a mí parecer, son más bien castigo divino.
Creo que ambos nos encontramos notablemente más felices.
Y eso resolvía muchos problemas.
Cierto, en vez de dejar que mi mente viaje por Neptuno debería terminar todo.
Arreglo las hojas y camino hasta la bonita sala de conferencia. Una mesa larga con sillones oscuros alrededor. Una gran pantalla plegable reposaba en la pared justo detrás de la última silla. Todo es hermético. Eso me asusta. Si por desgracia una alarma se activa este lugar se bloquearía completamente por ocho horas. Iba a quedar atrapada.
Dejo todo bien colocado y vacío mi casillero.
—¿Te fuiste de noche loca?
—Claro, tu roomie es tan extrovertida que ha pasado toda la noche fuera por ese motivo, Melanie.
Es hora de introducir a mi compañera de piso. Desde que la conocí en mi segundo día en la empresa todo fue muy espontáneo y genial. Me contó que estaba a punto de mudarse del departamento donde vivía porque los gastos empezaban a ser demasiado para ella, yo le hablé un poco sobre mi situación, —los detalles necesarios y generales— y coincidimos en que sería buena idea compartir el alquiler. Es una muchacha con una personalidad algo parecida a la mía.
Todo es tranquilidad excepto por la pequeña Susy, un cachorro que adoptó una semana atrás. Al parecer extraña a su mamá y por eso llora sin parar todas las noches. Es adorable, lo admito. Pero cuando se meten con mis horas de sueño nadie puede caerme bien.
—¿Aún no duermes?
—Termino un ensayo de la Universidad y listo. —deja a un lado su laptop para observarme por unos instantes. —En el microondas hay pizza, por si quieres cenar.
Melanie estudia ciencias de la comunicación en Los Andes, ya cursa su último año de carrera. Admiro su determinación y disciplina. Incluso cuando por las noches la escucho hablando sola quejándose sobre el exceso de textos pendientes y trabajos.
—Te haré compañía un rato. Necesitas de mi apoyo moral.
Tras una muy breve ducha y esperar frente al horno tres minutos hasta que la pizza estuviera caliente de nuevo, me lanzo sobre el sofá y miro fijo hacia la televisión que permanecía sin volumen en un canal de programas infantiles.
—Tenemos libre todo el día, deberíamos ir de compras. —la pelinegra me codea esperando una reacción de mi parte, emocionada.
—Si necesitas con quién ir voy con gusto. Pero no pienso gastar ni un peso. —inhalo profundamente, viendo como ella negaba repetidas veces.
—Lo sé, lo sé. Estás ahorrando para dejarme plantada y volar a Europa con tu amado —con una gran carcajada termina su oración.
Esta vez soy yo la que niega con la cabeza, porque tenía razón. Y mi convicción de no gastar más de lo necesario no cambiaría. Eso me permitiría acortar el tiempo de espera y. alargar mi estadía allá.
—Olvidas que gano mucho menos que tú.
—Ya. Pero me consigues un novio sueco, eh. —me reta, divertida. —Como ya tienes el tuyo eso no será problema, ¿Verdad?
—No es mi novio.
—Lo sé. Tan sólo quería ver la cara de fastidio que pones.
Al cabo de dos horas más y escuchar a Melanie leer su ensayo al menos diez veces para convencerse que todo había quedado bien, nos despedimos y cada una fue a su habitación.
Si no me encontrara en un estado de agotamiento extremo, me comería las tres barras de chocolate que esperan sobre mi escritorio. Por ahora debo obligarme a dormir unas cuantas horas, será un día largo. Apago las alarmas de mi celular y quedo en trance mirando un punto aleatorio del techo, incapaz de cerrar los ojos.
La pantalla se ilumina antes de dejar el aparato bajo la almohada, el mensaje me hace sonreír de inmediato.
¿Estás despierta?
3:45 am.
Le respondo con un sticker gracioso, acto seguido, recibo una vídeo llamada entrante suya.
—Cierra los ojos, coloca el teléfono cerca y duerme. —escuchar finalmente su voz lograba tranquilizarme un poco, al menos se convierte en un mejor día. —Prometo no reírme cuando duermas con la boca abierta.
Boca abajo y con uno de los auriculares puestos, obedezco. Cierro los ojos y la calmante melodía de una guitarra empezó a sonar. Por varios minutos solamente fue ese sonido y mi mente yendo a un ritmo cada vez más lento. Empezó a cantar no demasiado alto ni tan poco demasiado bajo. Usó un volumen más alto que un susurro. Se sintió como una promesa.
Oh, oh
When you're all alone
I will reach for you
When you're feeling low
I will be there tooPensé en lo diminuta que me sentía justo ahora, concentrada en su agradable y bonito todo de voz. Todo alrededor se quedó en pausa y mi cuerpo se apagó. Caí en un largo y profundo sueño.
Buenooos días. ¿Cómo va su sábado? Espero que del otro lado de la pantalla estén bien, y en caso de que no, recuerden que son personas capaces de afrontar cualquier cosa.
La canción que se canta al final de llama Apocalypse de Cygaretes After Sex.
Creo que es todo por ahora ;)
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Último Verano En Estocolmo (Juan Pablo Villamil)
FanfictionTodos tenemos un "ojalá" en nuestras vidas. Alguien que pudo ser, y se quedó en la puerta sin entrar. Una chispa que no encontró dónde hacerse llama, y se apagó. Alguien que cuelga de tus recuerdos. Pero sobre todo, alguien que no fue, ni será. (Bor...