T R E C E

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Me quedo quieta antes de empezar a protestar.

—Debes saltar, yo te espero del otro lado —como si leyera mi mente, se adelanta primero para hablar. Ni siquiera espera una respuesta, lo siguiente que hace es escalar por el portón.

¿Dónde estamos? Exactamente no tengo idea, sé que el viaje hasta aquí demoró casi una hora. Nos encontramos a las afueras de un teatro, de noche no puedo detallarlo demasiado bien, pero tiene un aire medio desértico, pero con buena pinta.

Con una mueca termino de mirar alrededor, repitiendo que estábamos a salvo y bajo ningún motivo Juan Pablo nos traería a un sitio que pusiera en peligro nuestra vida. Al final no podría quedarme aquí más tiempo, saltar sobre la valla es mi única salida. Cuidadosamente voy subiendo, poco a poco. Cuando llego hasta arriba, paso una pierna hacia el otro lado. Hasta ese momento no tuve noción de la altura.

—¡No puedo! ¡Me quedaré aquí por siempre! —grito, un poco asustada.

—Cierra los ojos un minuto, respira.

—¡Juan Pablo, si muero será tu culpa!

—Estoy aquí esperándote, no dejaré que caigas.

Sus palabras no sirvieron de consuelo. Porque caer desde aquí y chocar contra su delgado cuerpo acabaría con ambos. Ni siquiera tener al Capitán América aguardando ahí abajo me salvaría.

Di un salto cuando vi que estaba a centímetros del suelo, sacudí mi pantalón y reclamé mi casi muerte prematura al castaño.

—Sígueme. —rodeamos el costado del edificio, llegando a una puerta metálica oscura con algunos remaches que parecen oxidados. Encendí también la linterna de mi celular cuando entramos.

Parecía sacado de alguna película, las fila de butacas rojas a cada lado del escenario es abundante. El escenario es bastante grande, con los famosos telones colgando. Observo aún maravillada cada rincón, jamás había estado en un teatro. Creo que hay cierta magia en verlo vacío.

Sin embargo algo no cuadra aquí. Por fuera da la impresión de que si entras, todo estará en ruinas. Pero es todo lo contrario. Las cosas están intactas.

Un sonido seco me desconcierta, cuando doy la vuelta buscando a Juan Pablo, me señala el techo. Las luces empiezan a encenderse gradualmente y obtengo un mejor panorama.

—No quiero sonar presumido, pero mi abuelo es dueño de este lugar. —toma mi mano y nos conduce hasta el escenario —La semana pasada logró cerrar el trato y comprarlo, los dueños anteriores quedaron en bancarrota y ya no podían darle mantenimiento a todo este lugar.

—¿Acaso la escuela de música algún día será aquí?

—Es el plan. Hay algunas cosas que arreglar y remodelar. —esperaba seguir trabajando para ese entonces, o al menos haber aceptado la propuesta de aprender a tocar un instrumento. Aquí parece ser el lugar perfecto para inspirarse. —Vamos a ver qué cosas encontramos, no he podido venir antes.

—Lejos de ser romántico, esto me da miedo.

Su risa no tarda en llegar. No debí decir la parte de "romántico", tuve que guardarme eso sólo para mi subconsciente.

—Si quieres que sea romántico solo avísame.

Ignoré su comentario tan directo y torcí el gesto. Tampoco soy tan fácil de conquistar, que ni siquiera lo piense. Llegamos a la parte trasera del escenario, encontramos muchas cosas tras bastidores. Había un piano pequeño, disfraces, mesas sin ordenar, algunos parlantes y otro montón de objetos.

—Toca alguna canción ahí.

—¿Algún pedido en específico?

—Sorpréndeme.

Último Verano En Estocolmo (Juan Pablo Villamil) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora