Capítulo 9 / Capítulo 10

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Pasados treinta minutos sonó la
alarma y Jamie dejó de teclear para
apagarla y coger un trozo de apio del
florero Mason que tenía en la mesa.
Dio un mordisco mientras volvía a
poner la alarma y empezaba a
trabajar otra vez.

Nunca le había gustado el apio, pero
en realidad se trataba de agua con
forma de planta y al parecer te hacía
quemar más calorías de las que
contenía. Podía cumplir con el tonto
requisito de Alex de comer cada
media hora y le daba a Jamie una
cierta esperanza de caber en el
vestido de dama de honor.

–¿Dónde está Alex? –La voz de
Annette perforó los pensamientos de
Jamie, que apartó la vista de la
pantalla del ordenador e hizo un
esfuerzo para no poner cara de querer matar a alguien.

Jamie guardó el documento en el que estaba trabajando.

–Está en su despacho.

–¡Bien! –Annette pasó como un torbellino por el despacho de Jamie y se detuvo antes de abrir la puerta de Alex–.¿Podrías ir corriendo a traerme un café? Tres de crema y dos de azúcar. Y asegúrate de que sea del Starbucks y no de cualquier otro lugar.

Jamie parpadeó sorprendida. Soltó lo que le quedaba de apio.

–Vale –dijo despacio.

Annette mostró su disgusto arrugando la nariz.

–Lávate las manos antes de ir a por él. No quiero que el vaso de café huela a apio.

La puerta del despacho se abrió y apareció Alex, que chocó contra Annette y la hizo caer al suelo.

–¡Annette! Lo siento, ¡no te he visto! –Se agachó para ayudarla.

Ella se frotó el tobillo, por encima de sus tacones de diez centímetros.

–No voy a poder caminar.

Alex la envolvió entre sus brazos y la levantó para llevarla a su despacho.
Annette entrelazó los brazos de forma dramática alrededor de su cuello y le
apoyó la cabeza en el hombro.

–Alex, me alegro tanto de que estés aquí –lloriqueó–. Hace siglos que no
hablamos y quería verte.

–Tenemos que asegurarnos de que tu tobillo esté bien. Tengo hielo en el
despacho –Alex volvió hacia la puerta–. Tengo muchísimo trabajo.

–Yo hago lo que puedo, aún a riesgo de lesionarme –Annette se señaló el
tobillo y se giró hacia Jamie con una sonrisa–. Muchísimas gracias por ir a
por mi café.

–¿Le vas a traer un café? –preguntó Alex.

–Ha tenido la amabilidad de ofrecerse –dijo Annette.

Claro que sí, zorra, como si no viera por dónde vas. Jamie sonrió con
educación.

Alex la miró un buen rato.

–Ya veo –dijo al fin–. La verdad es que es perfecto, Jamie. Puedes
aprovechar para recogerme unas cosas. Espera un segundo.

Llevó a Annette a su despacho y la dejó en el sofá antes de ir a su mesa para coger un bolígrafo y una libreta. Escribió rápido y añadió a la nota un billete de cien dólares. –Gracias –le dijo y cerró la puerta.

Jamie asintió y se quedó mirando la puerta de madera. ¿Cómo era posible que él no se diera cuenta de los teatritos de Annette? Jamie suspiró y caminó hasta su mesa para apagar la alarma de los snacks. Al salir revisó la nota, esperando que lo que tuviese que recoger para el señor Reid estuviera cerca de un Starbucks.

LA ASISTENTE PERSONAL Donde viven las historias. Descúbrelo ahora