Capítulo 6

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Jamie se despertó con el pitido del despertador. Se levantó deprisa y cruzó la habitación hasta donde había dejado el despertador sobre una taza de plástico para amplificar el sonido. Después de apagarlo miró a su alrededor, a las cajas, para encontrar la que tenía una “X”, pues allí estaba su ropa para ir a trabajar. La encontró. Casi había terminado de peinarse cuando sonó su móvil. Se apresuró a responder.

–¿Diga?

–Necesito que traigas a la oficina dos cafés medianos. Uno solo y el otro con
tres de crema y dos de azúcar. No llegues tarde. –Colgaron antes de que Jamie pudiera responder.

Acabó de arreglarse en seguida, esperando a que la aplicación del GPS de su móvil acabara de cargarse para poder encontrar la cafetería más cercana. Se recogió el pelo en un moño firme, cogió el bolso, esperando que con las prisas no se hubiera abrochado mal los botones de la blusa.

Entró en la oficina haciendo malabares para abrir la puerta con la bandeja en la que llevaba tres cafés. Gina Campbell, la secretaria, se levantó para coger la bandeja.

–Te mostraré tu mesa muy rápido –dijo–. Has llegado justo a tiempo.

La mesa de Jamie estaba en un pequeño despacho al lado del de Alex. Había una puerta que los conectaba, así como otra puerta que daba al espacio principal.

La agenda del señor Reid está en el primer cajón de la derecha. Te va a pedir que sincronices su móvil con el de él para que sepas siempre dónde está y dónde tienes que estar tú. Más tarde te enseño el resto de la oficina, ahora tienes que llevarle los cafés. No le gusta que se enfríen.

–Ah, ¿uno de ellos no es para ti?

Jamie aún no conocía a ningún empleado, pero como Gina trabajaba en el despacho de enfrente, había asumido que uno de los cafés era para ella.

Gina meneó la cabeza.

–Para su novia –susurró.

–Ah –Jamie asintió–. Gracias.

–Están en su despacho. Llama antes.
Jamie asintió.

–¡Gracias! –Llamó a la puerta que conectaba los despachos mientras Gina volvía a su mesa.

–Adelante –dijo Alex bajito.

Jamie abrió la puerta y entró. Alex estaba sentado frente a su escritorio. Había una mujer muy guapa sentada sobre la mesa. No usaba más de una talla treinta y seis. Tenía unos rizos pelirrojos perfectos que le caían por la espalda y no llevaba ni rastro de flequillo. Le sonrió con cordialidad a Jamie, pero esta se percató de su arrogancia y de la expresión general de disgusto del resto de su cara.

Alex se aclaró la garganta y Jamie lo miró con las mejillas encendidas.

–El café, señor.

–El solo es para mí –dijo–. El que lleva crema y azúcar es para Annette.
¿Para quién es el tercero?

–Es para mí... señor Reid.

Jamie le pasó el café solo y le dio el otro a Annette. La próxima vez se
aseguraría de dejar su café en su mesa. Parecía como si se quisiera unir a ellos.

–¿Estás segura de que has pedido tres de crema y dos de azúcar? –preguntó Annette–. Sabe asqueroso con cualquier otra combinación.

–Sí –dijo Jamie sonriendo con dulzura. Podría ser la mejor amiga de Christine.

Annette dio un sorbo y arrugó la nariz.

–Pasable –dijo–. Prefiero el del Starbucks. No la basura del Java Joes.

LA ASISTENTE PERSONAL Donde viven las historias. Descúbrelo ahora