Capítulo 13 / Capítulo 14

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Tres días más tarde.

Por suerte, todo volvió a la normalidad unos días después. Nadie había estado en la casa cuando Alex salió del cuarto. La policía no encontró señales de irrupción ni en la casa, ni en la puerta. Tampoco hallaron nada fuera de lugar. Sin embargo, Jake había sido encerrado en la bodega con un gran hueso de cuero. Era la única señal reveladora de que alguien había estado allí. Mark fue a contarles que él no había oído nada y juró que no le había comprado el hueso al perro. Pobre Jake, lucía triste cuando la policía le quitó el hueso. Si pudieron notar huellas en la nieve del jardín. Las huellas eran de un hombre robusto. Sin embargo, eso no demostraba nada. La policía vigilaría la casa y le sugirieron a Alex que haga arreglar el sistema de la alarma.

Con todo el drama de la irrupción de alguien en la casa, el fuego de la oficina se había apagado. Gina fue de gran ayuda para el arreglo de la alarma y, además, hizo que los investigadores de la Policía de Nueva York revisaran las cintas de la cámara de seguridad. No estaban seguros de conseguir algo de las cámaras ya que, en ese momento, no estaba funcionando la clave. Sin embargo, la compañía de seguridad que Alex había contratado, parecía estar tratando de excusarse por el hecho de que, en un primer lugar, la alama no estaba funcionando y no lo habían notado.

Alex se había puesto insistente luego del incidente: le pidió a Jamie que vaya a la oficina con él. Le dijo que podía nadar en la piscina con el agua más caliente, o que haga ejercicio en el gimnasio. De cualquier forma, le hizo prometer que le haga saber a Mark lo que haría para no encontrarse sola en ningún momento. Se sentía un poco reprimida y, levantarse a las cinco de la mañana, era suficiente para querer rebanar a cualquiera.

—Amor, sé que estas enojada, pero es para nuestro bien. Eres una mujer hermosa, y si yo fuese un criminal, estaría más que feliz de robarte.

Alex miró a Jamie mientras iban camino al trabajo aquella mañana.

Ella se hundió en el cálido asiento del Lexus, tan bien perfumado, de Alex y refunfuñó. Ni los pájaros se habían levantado. El sol brillaba y la temperatura, afuera, era de -10°C; o de seguro, era el infierno mismo. Había dormido mal otra vez, aterrada de pensar que alguien estuviera en la casa.

Cuando lograba dormirse, soñaba lo mismo.

—Jamie. Vamos. Pararé en la cafetería que tanto te gusta.

Se acercó y tomó su mano, apretándola con suavidad.

—Todavía está cerrada, Alex. Nada está abierto. Estoy meditando seriamente en el significado de la vida ahora.

Levantó su mano hasta su mejilla y se la acarició.

Él sonrió.

—Eres tonta, mujer.

—Lo sé. —Suspiró.

No tenía energía para pelear y no era capaz de sacarse el miedo que sintió en ese momento en que vio cómo un extraño corría por el pasillo y violaba el espacio que les pertenecía. Miró para todos lados cuando él estacionó en una cafetería al paso que también lucía muy bien.

—Esta noche cenamos con mi vieja amiga de la escuela secundaria, Kristen. Espero que tengas tu calendario disponible. Así lo creí.

Alejó su mano de ella y bajó la ventanilla

—. ¿Qué quieres?

—No tener que cenar con alguien más bella que yo.

Ella se burló y giró hacia la otra ventana. Subió sus piernas en el asiento y abrazó sus rodillas.

—¿Más bella? ¡Mi trasero! —Le pellizcó su trasero y ella dio un aullido.

Le dio un golpe y trató de no reírse. Por más que ella estuviera cansada y miserable, él sabía cómo arreglar las cosas.

LA ASISTENTE PERSONAL Donde viven las historias. Descúbrelo ahora