Capítulo 31

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Esa mañana y parte de la tarde, descansaron los novios tranquilamente, todo lo que vivieron en aquella noche fue muy agotador, el suplicar a los Dioses y vencer al Verdugo, el descanso de ambos era bien merecido. Aeolus despertó serenamente y ve a Clara a su lado recostada en la hierba, por fin, esa noche, sería suya. Lita llega y comienza a lamer los pies de Clara, está por el cosquilleo, comienza a reír y la mira.

— Clara, levántate, tenemos que preparar tu guarida para la boda.

— Oh, es verdad... — Clara se sobresalta como si recordara algo

— ¿Qué pasa? ¿Qué van a hacer? — preguntaba el Guardián al ver la emoción de las mujeres.

—Dice Lita que cuando la hembra se unirá a su pareja, debe preparar su nuevo hogar— Clara le da un tierno beso en los labios

— Bueno— Aeolus ríe a carcajadas— hagan lo que tengan que hacer, yo realizaré algunos preparativos también.

Las amigas ya en la cabaña, limpiaron y ordenaron, Clara lavó las sábanas y las perfuma con esencia de flores, este fue un arduo trabajo, ya que eran muchas, tantas para que una persona pudiera recostarse en ellas sin sentir la firmeza del suelo. Luego decoraron la habitación con flores y dejaron algunas frutas y agua en un rincón.

Ya era el atardecer, así que los novios se alista para el gran evento, ambos se vistieron con sus trajes nupciales, ansiosos y nerviosos por el momento, pero ninguno lo expresaba, hasta estar listos y se dirigen al centro del jardín.

El árbol de las promesas los esperaba, sus amigos y animales del bosque, fueron a ver el gran acontecimiento. Todos estaban felices por la pareja y sobre todo, porque el Guardián dejaría su eterna soledad.

Aeolus mira a Clara mientras se dirigen ceremoniosamente hacia el Árbol. Aeolus se aproxima al oído de su prometida y le habla con voz suave.

— Clara, cuando la Luna se asome completamente y nos entregue sus Luz, quiere decir que los Dioses entregaron su bendición y seremos oficialmente un matrimonio.

Al llegar al árbol unieron sus manos y comenzaron a realizar sus promesas de amor eterno, de protección y de fidelidad. Inmediatamente al escuchar las últimas palabras, el árbol arrojó dos hojas, y cada uno masticó y comió una. Clara, luego de comer la hoja del árbol de la Promesa, miraba expectante y preocupada el cielo, los Dioses no estaban felices con Aeolus y quizás se arrepentirán de entregarles su bendición.

Pasaron los minutos y todos seguían en su posición mirando el cielo. La pareja, que seguía tomada de las manos frente el uno al otro, estaban inquietos y ambos se miraban con un dejo de preocupación, pero ninguno decía nada y esperaban.

Pronto por las ramas del árbol de la promesa se asomó la luna y todos los animales comenzaron a emitir sonidos de alegría, algunos saltaban, otros aullaban. Majestuosa ya en lo alto y con su gran brillo, indicaba que la ceremonia fue del agrado de Dioses y ahora Aeolus y Clara ante los ojos de los Dioses, el hombre y los animales eran uno.

Aeolus se acerca a Clara lleno de dicha y le da su primer beso como su esposo. Después de besarla, le habla dulcemente al oído

— Mi amada Clara, hemos pasado por tanto, me resistí a quererte, luego me esforcé por nuestro amor, te conté mis secretos, incluso me opuse a los Dioses por ti... y ahora soy completamente tuyo.

— Sabía que estaba predestinada a ti y ahora quiero ser completamente tuya— Clara le respondía — siempre estaré contigo, hasta el día en que regresemos a los Dioses en forma de espíritus.

Los animales se acercaron para desearles prosperidad y una gran descendencia. La celebración fue hermosa, todos querían hablar con los recién casados, las hembras se acercaban a Clara para darle consejos sobre crianza de crías y los machos hablaban con el Guardián para explicarle que se esperaba de él ahora que tendría una familia.

Ya avanzada la noche, Aeolus se acerca a Clara y sin decir nada, la carga en sus brazos y se la lleva a la cabaña, la parte final de la ceremonia no estaría completa sin la consumación del matrimonio.

Al llegar, la luz de la luna iluminaba completamente la habitación que tenía un delicioso aroma a flores. Aeolus baja a su esposa y cierra la puerta tras él. Ambos se quedaron mirando, estaban emocionados, sonrojados y respiraban de manera agitada. Cada uno comienza a ayudar a desvestir al otro sin decir palabra, les bastaba con sus miradas, ya que sabían perfectamente lo que querían decirse.

Al estar completamente desnudos, se miraron de manera muy distinta a como antes lo hacían, ahora sus miradas irradiaban deseo sexual y un calor comenzó a cubrirlos. Aeolus toma a Clara y la deposita en las sábanas recostándose al lado de ella.

Para Clara, al ver a Aeolus desnudo, le provocó una extraña emoción, que de una manera provocativa le atraía y producía que su estómago sintiera un agradable cosquilleo. Comienza a tocar su pecho, era la parte que más le gustaba del cuerpo de su esposo y sentía cómo este se hinchaba a su tacto.

Al sentir las manos de Clara, para Aeolus una corriente recorrió su espalda que erizaba su piel. Él comenzó a besarla dulcemente en los labios, mientras sus manos recorrían sus brazos y pasaba a sus pechos, que por fin podía tocarlos sin sentir remordimientos, los acariciaba y estimulaba sus pezones, luego bajó por el vientre para llegar a su intimidad, Clara abrió las piernas para que pudiera explorar tranquilamente, su interior. Era cálido y estaba muy húmedo, pero tocaba curiosamente hasta encontrar esa pequeña bolita que le producía placer, acariciándola sin dejar de besarla. Clara, al igual que Aeolus, comienza a explorar su cuerpo, lo que antes se le fue prohibido. Al llegar a su virilidad, sentía cómo emanaba calor y Aeolus comienza a dar suspiros que terminaron en pequeños gemidos.

Después de estar tocando al otro, ambos sentían mucho calor y movían sus caderas suavemente. Aeolus sin decir nada se posiciona encima de Clara, ella estaba lista para ser su mujer y abre un poco más sus piernas invitándolo.

Ninguno sabía cómo hacer el amor, así que tratan de imitar a las parejas que intimaban en el bosque. Aeolus la vuelve a besar y ambos movían sus caderas frotándose mutuamente con el cuerpo del otro. Al realizar este movimiento más rápido, la virilidad de él encuentra su camino, e ingresa sin controlarlo por la humedad de Clara y la fuerza del movimiento. Clara se sorprende y siente una fuerte puntada en su interior, lo que la hace lanzar un chillido, contrayendo sus piernas y mirando interrogante a su esposo.

— ¿Estás bien?, ¿Te lastimé? — pregunta Aeolus al ver la expresión de Clara y se detiene.

— No, solo me asusté, estoy bien— responde Clara aún excitada— me gustas Aeolus.

Aeolus la vuelve a besar y continúan nuevamente con un suave movimiento, ya que estar dentro de ella, le provocaba un gran placer, algo que por primera vez experimentaba, un placer oculto hasta ahora y podía compartirlo con su amada.

Después de unos minutos, ambos llegan al clímax, se miran jadeantes, sus corazones laten muy fuertes que el otro podía sentirlo. Suavemente Aeolus se posiciona a un costado y Clara sigue el movimiento, no quería que saliera de su interior, ambos sonreían sin decir nada, solo se acariciaban.

Pasado un momento Clara comienza a mover nuevamente sus caderas y besa apasionadamente a Aeolus, quería volver a sentir que su cuerpo le pertenecía, así que se posiciona encima de él. Aeolus estaba emocionado de que Clara hiciera esto, y la pasión hizo que los movimientos fueran muchos más rápidos, fuertes y descontrolados, la lujuria se apoderó de ellos.

Luego de terminar, estaban cansados, agitados y felices, se recostaron en las sábanas con una extraña sensación de satisfacción y rápidamente ambos se durmieron abrazados. Su noche de bodas había concluido y todo culminó como debía ser, ahora ya eran oficialmente esposos.

El Jardín de la InocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora