Capítulo 49

357 55 0
                                    

Esa mañana Clara se despertó con un gran peso en el pecho. Se levantó de la cama y comienza a vestirse, ya Roberto no estaba en su habitación como le prometió. Tenía tantos pensamientos rondando su cabeza que le impedía contener las lágrimas, se sentía atrapada entre dos amores y no sabía a cuál elegir.

Clara prefirió quedarse en su habitación, tenía tanto que pensar y esa casa le traía recuerdos vívidos del ayer, sobre todo de Roberto y al pensar en él, se sentía terrible por su relación con Aeolus, puesto que lo engañó, se casó y ahora tendrá un hijo de otro hombre, cuando él siempre la esperó. Pronto como llegó ese pensamiento, ahora recordaba a Aeolus, ¿Cómo podía engañarlo de esa manera?, él luchó por ella, la protegió, era su esposo y estaba esperando a su hijo y solo podía pensar ahora en otro hombre.

Clara estaba deprimida, no sabía quién era o que hacer, amaba tanto a Aeolus, pero de la misma manera amaba a Roberto, quería que los dos fueran suyos, pero eso no podía ser, se sentía sucia e infiel, independiente del camino que tomara.

Al decidirse salir de su habitación, paseaba por aquellos pasillos de esa gran mansión de su infancia, llegando hasta un gran salón que tenía enormes ventanales y se quedó mirando las gigantescas cortinas que podían ocultar a una persona fácilmente, de esa manera, un nuevo recuerdo importante en su relación con Roberto llega a su mente.

— Pero Verónica, si tu padre nos ve, nos va a matar... — decía Roberto preocupado.

— Cállate. Qué cobarde eres, mira estas cortinas, son muy altas, además nadie viene aquí y nuestros padres están bebiendo y hablando de negocios, se quedarán así un rato — decía Verónica, empujando dentro de las cortinas a Roberto y se ocultan en ellas.

Al estar en la intimidad de aquel lugar, Roberto comienza a besarla desesperadamente.

— Es que todas las veces que vamos a mi casa o a la tuya tenemos que escondernos así — susurraba Roberto sin dejar de besar a Verónica.

— Es que, si le decimos lo nuestro, nos comprometerán y nos pondrán a las sirvientas para que nos vigilen, ya no seremos libre de besarnos como ahora

— Si lo sé, pero le tengo miedo a tu padre...

— No te preocupes por él, además ¿Qué estás tocando?

Roberto por la temperatura del momento tocaba un pecho de Verónica. Él aparta la mano rápidamente y se sonroja, comenzando a balbucear por el nerviosismo. Verónica sonríe y se sonroja, colocando un mechón de su cabello tras de su oreja.

— ¿Te gustaría tocar bajo el vestido? — pregunta Verónica susurrando

Roberto se sorprende ante esta propuesta, pero rápidamente asiente con la cabeza. Verónica desbotona un poco la parte de arriba y abre las amarras de su prenda interior, toma la mano de Roberto y lo guía para que pueda tocarla. Ambos se miraban y el deseo se apoderaba de ellos, besándose ahora de una manera más erótica.

El ambiente romántico pronto desaparece, ya que abrieron las cortinas y ahí estaba el padre de Roberto y los padres de Verónica mirando. Inmediatamente los enamorados dejan sus juegos y ven horrorizado a sus padres. Roberto torpemente saca la mano del vestido de Verónica, pero para su mala suerte, su manga queda enganchada en el corpiño de Verónica, angustiado la tira y rompe el lazo de la ropa interior.

— Se-señor Delinne, hem, yo, yo, yo... — balbuceaba Roberto ruborizado.

— Te dije que estarían en algún lugar los muchachos — dice riendo el padre de Roberto

— ¿Y qué vamos a hacer con ellos? — dice el Señor Delinne

La madre de Verónica retira de un jalón a su hija del lugar y le comienza a abotonar el vestido.

— Qué vergüenza niña, eso no lo hacen las señoritas — dice Ana Malhumorada

— ¿Qué vamos a hacer querido amigo?, a tu hija mi muchacho ya le ha robado sus primeros besos — seguía riendo el padre de Roberto.

— Así es querido amigo. Quiero saber si tu hijo será honorable o es solo un bribón — contestaba Jorge

— Señor, yo amo a su hija y mis intenciones son honorables, por favor, permítame cortejarla, le prometo que haré lo que se espera de mí — decía Roberto sacando valor.

— Bueno, es todo, vamos a celebrar el compromiso de los muchachos — concluye el señor Delinne

— Así se habla buen amigo, ahora seremos familia

Ambos amigos se abrazan y se dirigen al comedor. Pero el padre de Verónica mira nueve te a Roberto.

— Si vuelves a tocar a mi hija bajo su vestido, te cortaré las manos — amenazaba el señor Delinne y ríe al mira la cara de susto del muchacho.

Clara nuevamente regresa a su realidad. Otra vez un recuerdo del pasado llegaba para angustiar su mente. Deseaba que estos se detuvieran, ya que cada vez le hacía sentirse más miserable.

— ¿Estás mirando las cortinas donde jugábamos?

Clara se sobresalta a escuchar a Roberto que se acercaba.

— ¿Te gustaría que nos escondiéramos nuevamente en las cortinas? — sonreía Roberto

Clara no podía aguantar más el dolor que sentía en su pecho y comienzan a correrle lágrima por sus mejillas que Roberto le secaba con el dorso de la mano.

— Perdona, no quería hacerte llorar. Vine para invitarte a dar un paseo por el jardín...

Clara asiente con la cabeza y toma del brazo de Roberto para caminar con él. Ya en el Jardín, comienzan a hablar sobre el pasado. Para Clara, todo en ese Jardín tenía un recuerdo romántico con Roberto y a pesar de que su mente estaba confundida, le gustaba recuperar aquellos bellos recuerdos como si recuperará un preciado tesoro.

— Verónica, quiero saber, si aún me amas...

Ella mira a Roberto, pero no sabía cómo responder a esa pregunta, ya que incluía muchas otras cosas su respuesta, ya nada era tan fácil de explicar.

— Si no quieres responder, es porque así es — Roberto la toma por la cintura — sé que estás confundida, así que no te presionaré, pero quiero que pienses en serio en quedarte conmigo y tus padres... y que podamos retornar todo en donde lo dejamos...

Clara lo mira de manera triste y aparta la vista.

— Roberto, yo... no sé qué hacer — comienza a llorar — no te puedo dar una respuesta porque no lo sé... mi corazón está dividido, y por eso, no lo sé.

— No te preocupes, yo te ayudaré a que te decidas

Roberto la abraza y la besa delicadamente en los labios, volviendo a sentir que su vida tenía sentido.

El Jardín de la InocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora