Capítulo 7

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Durante la noche en el jardín de la inocencia comienza a llover profusamente sin viento. Mientras la lluvia golpeaba en las paredes del cuarto de la cabaña, Aeolus miraba concentrado a través de la ventana como la lluvia caía y regaba el jardín. Mientras tanto, Clara lo observa y piensa que sería un buen momento para ejecutar la idea que le dio Jadurus, así que comienza a desvestirse y se recuesta en las sábanas en donde dormirán. Aeolus al sentir que Clara ya fue a la cama, pensó que ya era momento de ir a dormir, así que regresa de sus pensamientos y se voltea para recostarse en las sábanas, pero ve a Clara desnuda y exhala una exclamación de asombro.

— ¡Pero Clara!, ¿por qué te has quitado la ropa?

— Solo quería estar así

— Cuando vamos a dormir debemos usar nuestra ropa de noche — decía de manera calmada Aeolus.

— Pero en ocasiones duermes con el torso desnudo — reclama Clara — o es que ¿está mal que yo esté desnuda?

Al verla recostada a Clara, encima de las sábanas, sin nada que cubra su cuerpo, inmediatamente llegaron a la mente de Aeolus pensamiento lujurioso, sus instintos comienzan a hacerse presente, pero lo que le avergüenza sabe que está bien oculto bajo sus ropas, se voltea y va al baúl a buscar el camisón de dormir para que Clara lo utilice.

— Es que acaso, ¿te molesta mi cuerpo? — insiste Clara.

— Por supuesto que no, tu cuerpo es hermoso, pero siempre que se va a dormir debe ser con ropa — Aeolus encuentra el camisón y se dirige a Clara para entregárselo.

— Actúas extraño y estoy confundida — decía Clara tomando el camisón y mirándolo entre sus manos de manera apesadumbrada.

Aeolus al ver que Clara no tiene intenciones de colocarse el camisón, comienza a vestirla.

— Ya te lo he dicho, no pasa nada.

Clara suspira y piensa que no ha descubierto nada y el plan no ha funcionado.

Aeolus cuando comienza a acomodarle la zona del cuello, bajas las manos y roza con el dorso, uno de sus pechos al llegar a esa altura, y con la otra mano cruza la bata que forma el camisón e intencionadamente pasa sus dedos por sus pechos, sintiendo la perfecta y firme forma redondeada. Sin pensarlo y solo actuando por instinto, comenzó a presionarlos, lo que le dio una inmediata sensación de excitación en forma de una corriente que pasaba desde su nuca hasta la parte baja de su espalda. El sentir cómo los pezones de Clara comenzaron a endurecerse y su piel se erizaba, vuelve a su realidad y mira a Clara, quién tenía una expresión interrogante. Avergonzado y asustado, comienza a acomodarle la ropa de manera torpe, perdiendo rápidamente la paciencia al tratar de hacerlo rápido, se enfurece y lo sigue acomodando, pero ahora de manera violenta, lastimando con la tela la piel de Clara a nivel del cuello y las axilas, terminando por amarrar el camisón de manera brusca y apretada, cortándole la respiración en el acto.

— ¿Estás enojado? — pregunta Clara, sorprendida y asustada

— CUANDO TE DIGO QUE HAGAS ALGO, DEBES HACERLO — grita Aeolus furioso y avergonzado — SI DIGO QUE USES TU ROPA, NO LO CUESTIONA Y LO HACES. AHORA DUERME, ESTOY CANSADO DE ESTA CONVERSACIÓN.

Clara ve a Aeolus voltearse y acostarse en las sábanas, arropándose con ellas. Estaba estupefacta, no sabía lo que ha ocurrido. Por el susto, no tenía ninguna expresión en el rostro, así que, se recuesta en su lado de la cama y se abriga con las sábanas. Era la primera vez que Aeolus la trataba de manera violenta y era la primera vez que lo veía furioso con ella, quizás la odiaba y al pensar en esto comienza a sollozar suavemente para que él no la escuché, pero era difícil ocultar su lamento.

Aeolus estaba apenado, no quería escucharla llorar, no sabía qué hacer y no quería lastimarla, esto se le estaba escapando de las manos, no tenía respuestas que darle, pero sabía que sus preguntas seguirían, era tan difícil ser "humano".

A la mañana siguiente la lluvia terminó y Aeolus pensó que sería mejor levantarse rápido, así que se colocó un abrigo y buscó su espada. No sabía qué decirle a Clara por lo de anoche, entendía que huir era cobarde, pero necesitaba hacerlo y meditar sobre que sería lo mejor.

Clara, al despertar, ve que Aeolus estaba por salir.

— ¿Aeolus? – le llama

Este finge no escucharla y se marcha. Clara nuevamente vuelve a la tristeza, el pecho lo sentía apretado, cree que sería lo mejor buscar a sus amigos y recibir el consejo de ellos, tenía miedo y no quería estar sola.

En una zona alejada a 100 kilómetros de distancia de la cabaña, Aeolus reflexiona.

"Ella no tiene la culpa de lo que me está ocurriendo, aunque es ella quien me provoca estás reacciones. Lo mejor sería actuar con normalidad para que no se preocupe y volver a nuestra rutina, debería aprender a controlar mis impulsos, no será fácil, pero estoy seguro de que podré controlar la situación rápidamente. Cómo me gustaría volver a ser como era antes, todo era más fácil."

Ya por la tarde, Clara seguía en compañía de Lita, quién la trataba de alegrar, pero ella seguía pesimista sobre la situación, pensando lo peor.

— Es fácil, no te quites la ropa cuando no corresponda, esa debe ser una norma qué el Guardián debe de tener — asegura Lita

— Pero antes no era así, hoy ya no quiso verme y nunca ha pasado tanto tiempo sin verlo. Creo que ya no me quiere.

— Eso no es verdad, si no te quisiera te expulsaría del jardín — responde Jadurus.

Ese razonamiento de Jadurus asusta a Clara, quién comienza a llorar.

— ¿Y si regresa y me pide que me vaya porque me odia?

— Yo le pediré que no te expulse, y vives conmigo en mi madriguera — dice Lita.

— Creo que estás exagerando la situación — continúa Jadurus — solo se tiene que averiguar lo que le pasa al Guardián, quizás está preocupado por otra cosa.

— Pero nunca antes se había molestado conmigo — sigue llorando Clara

— Ya niña, veré lo que ocurre y hablaré con él, ¿eso te consuela? – le calma Jadurus

— No — Clara vuelve a llorar con más ganas — él me expulsará y me dirá que me odia porque mi cuerpo es feo.

— ¿Por qué pensarían en expulsarte? — Aeolus había llegado al lugar y escuchaba lo que hablaban — yo nunca podría odiarte.

Todos se sobresaltan, ya que no le sintieron llegar.

El Jardín de la InocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora