Capítulo 8

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— Aeolus, regresaste — exclama Clara y deja de llorar

Aeolus se acerca y tiernamente le seca las lágrimas que tenía en la mejilla

— Tenía un asunto pendiente que tratar, pero todo está bien — contesta el Guardián.

— Pensé que estabas molesto conmigo por quitarme la ropa anoche.

— Perdóname Clara, he estado nervioso y me desquité contigo, lo que ocurrió anoche jamás volverá a pasar.

— Entonces, ¿no te molesta mi cuerpo?

— Por supuesto que no, no me molesta nada que venga de ti y para qué me creas, vamos a tomar un baño, ¿quieres?

Clara sonríe y asiente con la cabeza. Ambos se marchan alegremente, dejando a Lita u Jadurus en el prado.

— Bueno, ya todo se solucionó, yo también me voy — dice el viejo conejo.

— ¿A tomar un baño? — pregunta Lita

— No niña, prefiero que me acicalen mis mujeres. Nos vemos.

— Adiós Jadurus

En el estanque, Clara juega alegremente en el agua, mientras Aeolus la mira tranquilamente y lava su cuerpo.

— ¿Podemos comer semillas de las flores naranja para la cena? — pregunta Clara

— Sí. Aún queda en el frasco de la cabaña, puedes comerlo con el yogur que queda, mañana veremos si está listo el que dejamos preparando — se acerca a Clara con intención de bañarla, la molestia que tenía entre sus piernas trataba de pasarlo desapercibido para no seguir preocupándose por eso

Por fin existía tranquilidad, Clara ahora sabía que Aeolus la quería y estaba actuando con normalidad, pensando que ya todo había pasado. Clara se acerca al Guardián y se gira para darle la espalda y que, de esa forma, él pueda lavar su cabello. Ahora Aeolus estaba tranquilo, ya no le era incómodo tocar a Clara, hasta en cierta medida le gustaba de una manera íntima, pero nadie tenía por qué saber lo que él estaba pensando.

Mientras frotaba la espalda de Clara, baja para seguir lavando los muslos con el trapo para el baño, pero en un descuido, este se le resbala de la mano, lo que le hace tocarla directamente y continúa bañándola sin él, deslizando su mano derecha entre las piernas de Clara y de una manera curiosa comienza a descubrir que el lugar entre sus piernas era muy suave, cálido y agradable. Al seguir curioseando se daba cuenta de que, al tocar un punto específico muy sensible, ella comienza a temblar suavemente, era algo que no le molestaba, es más, pareciera como si le gustará, así que sin pensarlo mucho lo sigue haciendo. Este punto sensible en ella se vuelve más duro y sobresale en una pequeña bolita. Clara respiraba de manera agitada y apoya su nuca en el hombro de Aeolus mientras cierra los ojos y comenzaba a disfrutar de lo que estaba ocurriendo. Aeolus sabía que a Clara le estaba gustando, además de que él también lo estaba disfrutando al sentir cómo ella arqueaba su espalda y abría sus piernas. La intimidad de Clara comienza a estar más cálida y su cuerpo estaba completamente erizado. Nuevamente sentía ese calor y la excitación vuelve a recorrer su espalda. Luego de unos minutos, Clara comienza a mover sus caderas rítmicamente, presionaba sus labios emitiendo un pequeño gemido y su interior se contrae, llegando al clímax de su placer.

Clara sentía su piernas débiles y se apoya en una roca cercana, respirando agitada y con la cara roja, como si hubiera corrido durante mucho tiempo.

Como si fuera una bofetada en la cara, Aeolus vuelve a la realidad, entiende lo que acaba de ocurrir, pensaba que si actuaba con normalidad todo estaría bien y ha sido peor. No puede ocultar y no sabe cómo controlar este deseo que es más fuerte que su voluntad. Sale rápidamente del agua dejando a Clara en la roca, se sentía avergonzado y recoge sus prendas para marcharse.

El Jardín de la InocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora