Capítulo 9

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Aeolus regresa ya por la noche a la cabaña. No estaba preocupado por lo corrido en el estanque, solo angustiado por la conversación que ha tenido con Jadurus. Pensar que Clara podría dejarlo, lo tenía deprimido enormemente.

Clara se encontraba sentada en las sábanas bebiendo del yogur con semillas que quedaba en el jarrón dónde guardaban sus cosechas. Al ver a Aeolus, deja el jarrón a un costado y se seca los labios.

— ¿Quieres comer? Puedo sacar más yogur con semillas.

— Come tranquila, no tengo hambre — responde Aeolus con voz apagada y expresión melancólica sin mirarla, mientras se quitaba su abrigo y deja la espada en el umbral de la puerta.

— ¿Has tenido que cumplir tu trabajo como Guardián? ¿Por eso saliste tan rápido del estanque?

— Así es — miente — a los humanos les gusta ingresar al jardín a pesar de saber que no pueden hacerlo.

— Tu trabajo es agotador. Tratar de pedirles que salgan y que no se lleven nada de lugar, tiene que ser una tarea difícil.

Clara nunca ha sabido cuál es la forma en la que el Guardián realiza su deber, jamás lo ha preguntado y tanto Aeolus como los animales del jardín, no se lo dirían para no asustarla.

— Estoy cansado, voy a dormir. Que tengas un buen descanso — Aeolus se recuesta en las sábanas y mira por la ventana como la luna brilla e ilumina la habitación.

— Que tengas un buen descanso también — Clara le sonreía mientras terminaba de beber el contenido de su jarro y se recuesta en las sábanas, abrazando la espalda de Aeolus. Él siempre le daba la sensación de protección al tenerlo cerca, pero ahora su corazón comenzaba a latir más fuerte cuando sentía su calor y olor.

Mientras Aeolus estaba por dormirse, siente qué Clara tras de él, comienza a presionarlo moviendo sutilmente las caderas.

— Clara, ¿te pasa algo?

— Me gusta frotar mi cuerpo contigo. Tengo cosquillas en la zona entre mis piernas — lo decía mientras seguía frotándose con el cuerpo de su protector.

— Date la vuelta, yo te abrazaré para que puedas dormir — Aeolus se da la vuelta y la mira.

Clara obedientemente le hace caso, esperando que él pueda volver a colocar su mano entre sus piernas y que haga lo mismo que en el estanque.

— Pero, me gusta hacer eso — continuaba Clara, esperando sus caricias.

— Olvídate de eso y trata de dormir — Aeolus la brasa y habla como si no le diera importancia. Era normal que esto ocurriera, puesto que él había abierto las puertas de su sexualidad.

Mientras dormían y el amanecer se acercaba, Aeolus despierta por la alerta en su espíritu de Guardián. A 150 kilómetros de distancia, algo o alguien estaban lanzando cosas hacia el interior del jardín. Aeolus se levanta, recoge su espada en el umbral de la puerta y con una velocidad divina llega en 3 segundos al lugar donde fue enviada la alerta.

Cazadores tratan de capturar con cuerdas a un ave con cabeza de felino que caminaba por las proximidades del límite del jardín. Con gran velocidad el Guardián corta las cuerdas y todas las demás que arrojan. Los cazadores furiosos lanzaban palos y piedras, pero ninguna logra llegar a dentro de los límites del jardín. La velocidad del Guardián era formidable, por eso nadie nunca lo ha visto, solo una ráfaga de viento, el sonido y golpes que da a los objetos con su espada. Decepcionados, los cazadores se marchan, ya sabían que el Guardián estaba ahí y su intento de conseguir algo valioso era ya un caso perdido.

Aeolus estaba molesto por ser despertado tan temprano, así que decide caminar por esa zona y se da cuenta de que existen muchas plantas de patatas dulces y tubérculos violetas, pensaba que el viaje no era del todo perdido, cosecharía varias y regresaría con Clara a la cabaña. Con ayuda de su espada comienza a escarbar y sacar los tubérculos, mientras el día despertaba.

Clara despierta somnolienta ante el olor de una fogata, se voltea para darse cuenta de que Aeolus ya se había levantado. Busca sus prendas en el baúl y se viste con rapidez para salir. Afuera de la cabaña se encontraba el Guardián tostando papas y tubérculos y nota la presencia de Clara que se había levantado.

— Buenos días, hoy tendremos mucha comida

— Son patatas dulces, de hace mucho que no comíamos — Clara estaba asombrada y feliz, se acerca y se sienta al lado de la fogata tomando una de las papas con cuidado para no quemarse — ¿dónde las encontraste?

— Encontré un lugar donde hay muchas — decía Aeolus ya comiendo una de las papas — podríamos salir a explorar otros lugares para ver qué más hay.

— ¡Sí!, eso sería divertido — Clara posa su atención en las ropas de Aeolus que estaban muy sucias con tierra — te has puesto a escarbar y has quedado muy sucio, vamos a bañarnos después de comer.

— Ya no debemos bañarnos juntos — lo decía calmado y deja de comer para hablar con Clara quien lo mira sorprendida.

— ¿Por qué no? Me dijiste que estaba todo bien conmigo y mi cuerpo, y ahora otra vez me rechazas.

— Clara, tu cuerpo está bien y no tengo nada en contra tuya. El problema soy yo y mi cuerpo.

— Pero a mí me gusta tu cuerpo, es hermoso, me gusta verte y tocarte.

— Ya no está bien que nos veamos desnudos, mi cuerpo está cambiando y temo lastimarte si te sigo viendo desnuda, así que desde ahora y en el futuro, ocultaremos nuestra desnudez del otro.

— Pero ¿por qué me dañaría? ¿Serías violento como aquella noche cuando me quité la ropa?

— Así es y no quiero dañarte. Esta será una nueva regla que debes de seguir

— Pero ¿quién me bañará? — decía Clara apesadumbrada.

— Tienes que hacerlo sola, ya no puedo seguir tratándote como una niña pequeña, eres una mujer.

— Pero, la última vez que me tocaste para bañarme, se sintió muy bien y quiero que lo vuelvas a hacer.

— Eso no estuvo bien y no volverá a ocurrir

— Pero... si se siente bien, ¿por qué estaría mal? O sentir eso, ¿es malo?

— No Clara, eso no es malo, es bueno para ti si tú quieres hacerlo, es malo que yo te haga sentir aquello.

— No lo entiendo, pero ¿Y si yo...

Aeolus corta la conversación ya sin paciencia

— ¡Basta! Ya no puedo darte más respuestas de las que te he dado, la decisión está tomada, no podemos hacer cosas íntimas nunca más, si quieres que todo siga como siempre ha sido, tienes que seguir esta regla ¿Estás de acuerdo?

Clara encontraba injusta su respuesta, no entendía por qué Aeolus se comportaba así al hablar de esas cosas, siempre respondía cada pregunta que le hacía, pero de este tema no le gustaba hablar y quizás era porque ¿es un asunto prohibido? Pero lo que más le molestaba, era que le diera a conocer un exquisito placer y le dijera que eso nunca más puede ocurrir.

— Clara ¿Estás de acuerdo? Sí o no — insistía Aeolus en forma de regaño.

— Sí, estoy de acuerdo — ella tira la patata que estaba comiendo a la fogata y se levanta de un salto, furiosa por la conversación que acaba de tener. Odiaba la actitud de Aeolus y estaba enojada con él y se lo quería demostrar dejándolo solo.

— Clara... ¡Clara! — Aeolus la ve alejarse y suspira. Era la primera vez que la ve enojada, pero entiende sus motivos. Ha sido muy caprichosa y consentida, pero al menos aclaró su punto y el problema que lo atormenta, ya tiene una solución.

El Jardín de la InocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora