Capítulo 59

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Ya estaba anocheciendo, y afuera de la cabaña del Guardián se escuchaba unos aullidos y correr de patas, lo que hicieron despertar de manera súbita al matrimonio que estaba descansando en el interior.

— ¿Qué fue eso? — pregunta Clara sobresaltada.

Aeolus al ver a Clara recostada a su lado, la abraza nuevamente y le acaricia el vientre, esto le provocaba una dicha placentera, lo que le llenaba el espíritu y volvía a respirar aliviado, puesto que todo estaba bien.

— Deben estar jugando los zorros afuera — responde Aeolus, sonriendo al notar como su hijo se acomodaba en el vientre de su madre — Clara, ahora puedo sentir mucho mejor cómo se mueve nuestro hijo.

Clara sonríe y se acomoda en la cama para seguir sintiendo cómo Aeolus acaricia su vientre. El pequeño debía de reconocerlo, puesto que se movía más de lo normal.

Nuevamente sentían ruidos que provenían de afuera de la cabaña, se percibía la agitación de los animales.

— Creo que es mejor salir a ver que pasa — insiste Clara.

Aeolus molesto por ser interrumpido, acepta salir, así que se viste y abre la puerta de la cabaña para ver que estaba ocurriendo.

Una gran cantidad de animales estaban afuera expectante, con cientos de ojos mirándolo fijamente.

— ¿Qué pasa? — pregunta el Guardián

— Y Clara, ¿Dónde está? — pregunta Lita de entre la multitud.

Clara se aproxima por la puerta de la cabaña y al ver a su amiga corre en su dirección.

— ¡LITA! — Grita feliz Clara, que se arrodilla para abrazar a su amiga, a lo que esta, comienza a mover la cola alegremente sin poder controlar su felicidad, lo que le hacía correr alrededor de ella.

El resto de animales se acercaban, puesto que todos querían ser acariciados por Clara, la cual estaba rodeada por ellos, recibiendo láminas en la cara y acurrucándose a su lado.

Jadurus se aproxima a Aeolus, que estaba en el balcón de la cabaña, dando suspiros de satisfacción.

— Creo, que al fin terminó el castigo de los Dioses. Al menos no fue por tanto tiempo — dice el conejo.

— Pero... yo lo sentí una eternidad, no quiero que jamás, una tristeza como esa se apodere de nosotros. No quiero volver a llorar, ni verla llorar a ella.

— Tranquilo, estoy seguro de que esto los volverá más fuertes, ya nada será tan difícil. Ahora que paso la tempestad, se debe disfrutar de la calma. Aunque, te advertí que, si traías a un humano aquí, tendrías muchos problemas.

— Así es viejo conejo, pero he ganado más de lo que pude perder — respondía Aeolus mirando cómo Clara reía con sus amigos.

***

El tiempo en alegría pasaba muy rápido, pronto Clara tenía un vientre muy abultado, lo que le producía dolores de cintura. Las parteras le recomendaban caminar para aliviar sus molestias, ya que faltaba poco para el parto.

Aeolus acompañaba a Clara en sus caminatas diarias, por terrenos despejados en el jardín, hasta que siente cómo sus alertas despiertan por una amenaza en un sector cerca de Zartia. Aeolus pensaba;

«Estamos tan cerca del parto y, aun así, no nos dejan paz».

El guardián toma su espada y se dirige rápidamente al lugar. Al llegar, se sorprende al ver quién era.

— ¿Ana?

— Hola Aeolus, tanto tiempo sin verte, ¿aun Verónica no ha tenido a su hijo? — pregunta la madre de Clara sonriente.

El Jardín de la InocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora