Capítulo 42

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El médico y la Partera, llegaron para atender a Clara. Le informan a su familia que la herida se encontraba mal y debían operar, ya que tenía aún trozos del árbol que se la provoco en su interior, y era lo que mantenía la infección.

— Ese maldito infeliz ¿Cómo llego a esto nuestra pequeña? La trae descaradamente, exigiendo cuidados y que la vendrá a buscar – dice el padre de Verónica a su esposa mientras esperan fuera de la habitación.

— Fue por un accidente, pero no me importa nada, ahora está aquí y estará bien – respondía Ana de manera paciente.

— ¿Bien dices tú?, está deshonrada, tiene un hijo bastardo en el vientre, ¿Qué clase de ser divino le hace eso a mi niña?

— Aún no sabemos lo que pasó. El médico dice que ha perdido la memoria, pero que necesita estímulo para recordar, ella nos dirá que ha pasado.

Los Delinne se mantuvieron charlando sobre su hija, el Guardián y los años que han pasado.

Luego de terminada su labor, el médico habla con los padres de Clara para informarle el procedimiento que realizaron y que la Partera se quedará en casa con ella para vigilar que el niño no presente complicación. Antes de marcharse el médico, dice que eran muy extrañas las incrustaciones que se alojaban en su hombro, mostrando pequeñas astillas brillantes, doradas y rosa, que fueron extraídas durante la operación.

— Ella estuvo todo este tiempo en el Jardín de la Inocencia, estas deben ser ramas de algún árbol de ahí – dice Ana a su marido ahora que estaba a solas con su hija.

Jorge acaricia la cabeza de su hija esperando que despierte. Tenía

tanto que preguntarle.

— Mi niña, pensé por tanto tiempo que te perdimos, y ahora regresas a nosotros.

Suavemente Clara abre los ojos, tenía un dolor leve a nivel de su hombro, debían de calmar el dolor los analgésicos, puesto que el médico, antes de operar, le informó lo que harían.

Al ver a su hija despertar, Jorge alegremente, con lágrimas en los

ojos le habla.

— Verónica, mi niña, papá está aquí y no se volverá a ir — Toma su mano y la besa

Clara, aun sin entender, mira en la habitación y ve a estas dos personas a su lado

— ¿Dónde está Aeolus?

— Él fue al Jardín, vendrá cuando estés mejor – responde su madre — ¿Recuerdas quiénes somos?

Clara niega con la cabeza.

— Mi niña, soy papá, ella es tu madre y esta es tu habitación

Ana se dirige al armario, saca una muñeca, se la entrega a su hija y comienza a tararear una melodía. Clara mira a la muñeca y comienzan a brotar lágrimas de sus ojos, que se derramaban por sus mejillas

— Es Celeste... ¿Mamá?

La mujer a su lado asiente con la cabeza y comienza a derramar lágrimas, sin dejar de tararear la melodía.

— ¿Papá?... creo que te extrañé mucho – responde Clara al hombre que estaba tomando de su mano.

La familia se abraza, el reencuentro trajo muchos sentimientos para todos. Los padres de Clara comenzaron a comentarle cosas de su pasado y esta recordaba ya la mayoría.

— Hijita, queremos saber ¿Qué fue de ti? ¿Qué paso contigo en el Jardín de la inocencia? ¿el Guardián te forzó a algo que no querías? ¿te trato mal? – pregunta Jorge preocupado mirando a su hija.

— No papá, él es muy bueno. Cuido de mí, me protegió, nos enamoramos y nos casamos. Ahora estamos esperando nuestro primer hijo.

— Mi pequeña, quizás piensas que era bueno, pero pudo jugar con tu mente para que te quedes ahí y lo que piensas no es amor. Quizás es porque solo lo veías a él todos los días.

— No es así. Él no quería enamorarse de mí, yo insistí, al final me confesó lo que sentía. Yo realmente lo amo papá – Clara sonríe al recordar y hablar de su esposo.

— Hijita, tu amas a Roberto, él era tu prometido...

— Ya está bien, vamos a dejar descansar a la niña, ya ha sido mucho solo por un día... – Dice Ana interrumpiendo y sacando a su marido de la habitación.

— Pero que te pasa a ti mujer — pregunta Jorge molesto.

— No quiero que le hables de Roberto, ya te lo dije

— Él es su prometido, has visto lo que el muchacho ha sufrido

— Y tu viste lo que dijo Verónica, ella está enamorada del Guardián y está casada ¿acaso la quieres confundirla recordándole un antiguo amor?

— Te desconozco, ¿estas defendiendo al hombre que nos robó a nuestra hija por 3 años?

— No defiendo a nadie, ni a él, ni a Roberto, ni a ti... solo quiero lo mejor para Verónica y colapsarla de información en la condición que se encuentra ¿crees que está bien? Además, si ella quiere regresar al Jardín, yo no la detendré, pero si quiere quedarse aquí, entonces la defenderé del Guardián.

— Aún tenemos tiempo para que recapacite, ella se quedará aquí, en su verdadera casa y espero que estés de mi lado y no en mi contra.

Jorge se va del lugar, caminando por el pasillo, dejando sola a su mujer, mientras ella da un suspiro al ver a su esposo marchándose molesto.

— Esto va a ser realmente difícil para todos, pero me prometeré respetar la decisión de Verónica y lo que ella quiera – se decía a si misma Ana.

Al día siguiente, el médico realiza su control de rutina y verifica que la herida de Clara se encuentra bien y deberá mantener los cuidados, ya que puede infectarse nuevamente. La partera por su lado, confirma que el niño se encuentra bien y que no sospecha de desprendimiento, pero debe mantener el reposo.

Ya por la tarde acude su madre y Felicia para tomar el té con ella en su habitación.

— Amor, ahora que estamos solas las tres, quiero que me cuentes todo – habla de manera cariñosa Ana a su hija — como fue tu vida en el Jardín, los buenos y los malos momentos, eso nos ayudará a poder protegerte si alguien quiere insistir a quedarte aquí... y para tener seguridad de que el Guardián no te obliga a que estés con él.

— Si Madre, te aseguro que en el Jardín he vivido muchos momentos emocionantes – respondía Clara con una sonrisa en los labios.

Clara comienza a contar su historia con muchos detalles a su madre y Felicia. Ambas estaban muy intrigadas escuchando, estaban tan absortas en la historia que narraba ella, que despidieron de manera descortés a un sirviente al preguntar si se les ofrecía algo más.

Las mujeres lloraron con la historia de Dan, se sobresaltaron con la afrenta a los Dioses, suspiraban con la confesión de amor y se angustiaron al escuchar sobre la desesperación del Guardián para conseguir un lugar en la ciudad, para atender a Clara y lo difícil que fue el tomar la decisión de regresarla a su antiguo hogar.

— Su historia es muy hermosa señorita – suspiraba Felicia.

— Bueno, si yo conociera un bombón como ese, también me quedaría ahí y no tendría intención de regresar – decía Ana riendo a carcajadas — Mi querida niña, te quería pedir que, no hables con nadie más que con Felicia y conmigo sobre el Jardín o el Guardián. Tu padre y el resto no entienden lo que has vivido y te querrán retener.

— Madre gracias, siempre has sido mi mayor confidente y quien me da un consejo desinteresado. Si bien, no recuerdo todo, si recuerdo que eres la mejor.

— Y ahora que tu tendrás a un hijo, entenderás que lo único que te importará, es que sepa cuál es su camino y que sea feliz, y tu solo lo podrás orientar para que no cometa muchos errores.

Madre e hija se daban un abrazo afectuoso, mientras seguían charlando esa tarde.

El Jardín de la InocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora