Los días pasaban tranquilos en el Jardín de la Inocencia. A Clara se le hizo costumbre besar a sus amigos y Aeolus, todos recibían de manera alegre su afecto, ya que era la más querida por todos en el lugar. Para Aeolus, el recibir estas muestras de cariño, le provocaba una gran alegría y satisfacción, y con los días, la quería más y se convencía de que traerla al Jardín, fue la mejor idea. Pero no le preocupaba aquel afecto que le entregaba su pupila, sabía que era ternura, no amor y tampoco veía en Clara otro tipo de sentimientos más que un sincero cariño.
Clara se encontraba limpiando frijoles en el arroyo, cuando ve llegar a Jadurus que estaba paseando por el lugar.
— Hola, Jadurus ¿Qué haces?
— Estaba buscando algunos tubérculos violetas ¿has visto por aquí? — Jadurus se acerca a Clara y está como de costumbre se inclina para besar su hocico. El conejo da un salto hacia atrás para rechazarla — No hagas eso.
— ¿Por qué no? — lo decía sorprendida.
— Por qué eso lo hacen los de tu especie para demostrar amor a tu pareja.
— No lo sabía, ninguno de los que he besado le molestaba.
— Ahora ya lo sabes, puedes besarnos en la frente, pero no en los labios.
— Pero a Aeolus ¿si lo puedo besar en los labios? Él es de mi especie.
— No debes hacerlo, ya te dije que es para las parejas y él no es tu pareja — respondía Jadurus de manera sabia — si lo sigues haciendo, eso será muy confuso. Creo que ya lo has visto en los humanos, así que deja de hacerlo.
— Pero, yo quiero que sea mi pareja.
— Pero no lo es
— ¿Y cómo puedo hacer que sea mi pareja?
— Perdona niña, pero en eso no te puedo ayudar — Jadurus se aleja y sigue su camino.
Clara queda pensativa. Los besos de pareja en los humanos eran largos y tiernos, y unían mucho más sus labios, pero ambos correspondían a ese beso. Entonces Clara comprendió como si fuera una idea brillante y lógica que, si ella besaba Aeolus de manera tierna y él aceptaba y devolvía ese beso, entonces quería decir que él la aceptaba como su pareja. Porque solo las parejas se besaban ¿verdad?
Aeolus la miraba embelesado al lado del arroyo sin que ella se diera cuenta, mientras Clara seguía sumergida en sus pensamientos.
— Clara ¿Cuánto más estarás ahí lavando frijoles?
Clara se sobresalta y dirige su mirada en dirección al sonido. Al ver a Aeolus le sonreía alegremente, mientras él se inclina para recoger los frijoles y colocarlos en una bolsa.
— Vamos a cocinar esto — Aeolus se levanta y Clara lo acompaña — veo que recolectaste muchos.
Mientras caminaban, Clara no sabía cuál era el mejor momento para comprobar si Aeolus la aceptaba como su pareja o no. Aeolus percibe que algo no estaba bien con ella, ya que nunca era tan callada por tanto tiempo.
— ¿Algo te preocupa?
— ¿Puedo besarte? — Clara lo miraba sonrojada y con los ojos brillantes.
— ¿Por qué me lo preguntas ahora? Siempre lo haces.
— ¿Puedo?
Aeolus asiente con la cabeza. Clara lo abraza y se acerca, apoyando suavemente sus labios sobre los de él y comienza a probar su calidez y el dulce aroma que emanaba de su aliento. Ella trataba de alargar este gesto a lo que pensaba sería un beso de pareja. Al terminar, se separa lentamente para verlo a los ojos.
Para Aeolus, ese beso fue muy distinto a los que le daba antes a él y a los animales, este era cálido, lleno de emoción que hacía latir su corazón de manera fuerte y lo ruborizaba, provocándole agradables hormigueos en el estómago. Mira nuevamente a Clara que estaba ruborizada y expectante, pero él solo sabía que quería volver a sentir eso. Se inclina levemente y tomándola con una mano por la cintura y la otra afirmándole la nuca, la acerca lentamente y posa nuevamente sus labios sobre ella, podía sentir su respiración agitada, su palpitar, saboreaba cada contorno como si comiera una fruta jugosa. Cuando se queda sin respiración, se alejó, tomó nuevamente aire, solo para continuar el beso y sentir cómo Clara le correspondía y pasaba sutilmente su lengua por sus labios a lo que él hacía lo mismo.
Pasa unos minutos, se separaron y se miraron a los ojos, agitados, sonrojados, como si ambos hubieran descubierto la gloria. Sin decir nada e hipnotizados por el momento, comienzan a sonreír dulcemente.
— Ese beso me gustó — sonreía Clara
— A mí también.
— Entonces ¿podemos hacerlo nuevamente?
— Sí — Aeolus sonreías y suspiraba.
Clara estaba muy feliz y emocionada, ya sabía que Aeolus era su pareja y que él la amaba tanto como ella a él.
Regresaron a la cabaña sin dejar de sonreír, y durante el camino, no dijeron nada, solo se miraban y comenzaban a reír. El corazón de ambos estaba desbordante de felicidad y Clara quería estar más cerca de él, tomando su mano o aferrándose a su brazo.
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El Jardín de la Inocencia
FantasiEl guardián despiadado que protege el camino que une a los dioses y los humanos, siempre ha vivido solo desde su nombramiento. Pero, nadie quiere estar solo por la eternidad, lo que puede repercutir en la importante tarea como defensor del jardín de...