DEUDA SALDADA

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{NASH}


- ¡Rachel!- es lo único que puedo decir, lo único que puedo hacer. Porque ya es demasiado tarde, ya se ha caído y con la oscuridad que hay aquí debajo solo se ha escuchado el sonido de Rachel al impactar contra el suelo.

Temblando, la busco en la oscuridad, y su primo también.

La encontramos. Le toco la frente. Está fría.

- ¡Rachel, joder, reacciona!- grita Jack, moviéndola por los hombros.

Está quieta, sumamente quieta. Me entra el pánico, no podía dejar que a Rachel le pasara nada, se lo prometí. Ella me salvó a mí, lo justo es que yo haga lo mismo por ella.

Me odio por no haberla visto antes, por haber estado tan eclipsado con todas las chicas que tenía detrás, que apenas me fijé en ella.

Hasta que todo se fue a la mierda.

Todo esto es un castigo que Dios me ha mandado, estoy seguro. Dios quería que viese a las demás personas, que dejara de pensar solo en mí, que dejara de ser un puto engreído, y así ha sido. Estoy cambiando, lo sé, pero no solo yo sino todos los que hayan podido sobrevivir a esta tragedia. Me está costando la misma vida estar sin móvil, sin publicar mi vida, sin comunicarme con nadie, con mis antiguos amigos, y eso me está cambiando, radicalmente, y a bien, creo. Y si este infierno me ha servido para conocer a Rachel, tendré que empezar a llamarlo cielo. Porque desde que me ha salvado la vida, aparte de darme cuenta de lo guapa que es, siento que le debo algo y estoy tan agradecido con ella que no sé si es cariño o amor lo que estoy empezando a sentir. O tal vez solo sea algo pasajero, la típica obsesión por el físico. No lo sé, supongo que ya lo averiguaré. Porque pienso recuperarla y saldar la deuda.

Le busco el pulso, algo tengo que hacer, no puedo quedarme quieto.
Se lo debo, tengo que salvarla. No paro de repetírmelo.

No tiene pulso. Me entra un escalofrío que me hiela todos los huesos.
Tengo que salvarla, tengo que salvarla.

Apenas me doy cuenta de que mis pensamientos se convierten en susurros.
Tengo que salvarla como sea.

- ¡Pues no te quedes quieto! Ayúdame a levantarla- me dice el capullo de Jack.

- ¡Hago lo que puedo! No tiene pulso- le digo en un mar de nervios y estrés.

Se hace el silencio. Creo que Jack está comprobando si tiene pulso.

- Sí, sí que tiene, débil, pero tiene.

Vuelvo a comprobarlo, pero no se lo encuentro.

- No tiene.

- ¡Que sí, joder!- me grita Jack y me coge la mano para colocarla en el cuello de Rachel, un poco al lado de donde yo puse la mano antes. Y noto el pulso. Suspiro aliviado.

Jack me da una colleja.

- Cateto- me insulta.

- Hijo de puta, estaba nervioso, por eso no se lo encontré.

Vuelve a hacerse el silencio.

- ¡Se le está yendo el pulso!- grita Jack, alarmado.

- ¿No serás que ahora tú lo estás haciendo mal?

- No, lo noto, pero cada vez menos.

- ¿Y qué hacemos?- grito, volviendo a entrar en pánico.

No es justo. No es justo que ella me salvara y yo no pueda hacer nada por ella.

- No lo sé- susurra Jack con un hilo de voz.

Coloco mi cabeza en su pecho y luego mi oído en sus labios. Apenas respira.

Solo me queda una alternativa.

Quería probar esos labios tan carnosos, pero no en una situación como esta, en la que se está muriendo. Ni siquiera sé si debería o si Jack me mirará mal por esto, pero es la única solución que se me ocurre.

Acerco mi boca a la suya y expulso mi aire, con el deseo de que llenen sus pulmones, y la salve.

Luego coloco mis manos un poco más arriba de sus pechos, donde debería tener el corazón. Empujo hacia abajo. Varias veces. Lo hago con sumo cuidado de no romperle alguna costilla y perforarle así un pulmón. En clase nos enseñaron algo de esto, pero estaba tan ocupado con las bromitas con mis amigos y mi vida social que apenas presté atención. Ahora me arrepiento.

Luego, repito todo de nuevo. Hasta que Rachel tose y empieza a despertarse, su cerebro vuelve a funcionar.

Casi pierdo la esperanza.

Se me escapan algunas lágrimas. De felicidad. No puedo evitarlo, y Jack tampoco por lo que parece.

- Rachel...- susurra Jack con una voz propia de después de haber llorado en silencio.

- ¿Do... dónde estamos...?- dice ella, confusa-. ¿Estamos en casa?

- No- susurra Jack-. Ojalá.

- ¿Estás bien?- me atrevo a preguntarle.

- ¿Después de que casi me coman los zombis y me caiga desde cinco metros de altura?- dice ella y empieza a levantarse. Gruñe de dolor al intentar mover la pierna derecha-. ¡Aah! No, no estoy bien. Creo que me he roto la pierna.

- Tranquila- le digo, y entre yo y Jack le ayudamos a sentarse.

- ¿Cómo caminaré ahora? ¡Los zombis podrán atraparme!- grita al empezar a comprender lo que conlleva tener una pierna rota.

- Jamás lo permitiré- le prometo.

- Claro, como jamás permitirías que me hiciese daño y mira ahora- me dice y me sienta como una puñalada en el pecho.

- No soy un superhéroe, no puedo salvarte de todo- le digo, dolido por sus palabras.

Silencio. Demasiado silencio aquí abajo.

Falta algo.

- ¿Y las primas?- pregunta Rachel y Jack y yo giramos la cabeza a la vez.

No hay nadie, solo un oscuro vacío. Un haz de luz se cuela por el final del callejón bajo tierra y no vemos a nada ni a nadie.

- ¿Alex?- grita Jack.

- ¿Roxanne?- grita Rachel.

Silencio.

Apocalipsis Zeta - Parte 1: En busca de un lugar seguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora