Capítulo 24

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Los cuatro mayores entraron en casa y encontraron a Arthit acariciando el pelo de Kong mientras él dormitaba en su pecho.

- ¿Qué tal ha ido? ¿Algún problema? – dijo el mayor. Kong se despertó y se frotó los ojos.

- No – dijo Tootha. – Todo ha salido genial. Después podemos ver el vídeo, lo guardé.

Kong se desperezó y se levantó cogiendo la mano a Arthit para sentarse ambos en la mesa junto a los demás.

- Tenemos toda la información de todos los pedidos de todas las tiendas. ¿Cómo podemos buscarlo? – dijo Prem.

Tootha accedió a un programa de búsqueda y accedió con él a la información. Y empezaron a aplicar filtros. Quitaron a los trabajadores temporales, a los encargados de las tiendas y al personal fijo que se quedaba allí, se quedaron solo con los transportistas.

Pronto, casi todos los empleados, estaban revisados. Cuando el programa acabó el reconocimiento, mostró un mensaje diciendo que no había ninguna coincidencia.

- ¿Cómo puede ser posible? – dijo Bright. – Estoy seguro que la mujer dijo esa empresa.

- Pero no hay ningún dato de ello. - Se quedaron todos callados, pensando en lo que podrían hacer.

- Tooth, ¿tienes acceso...? – empezó Arthit.

- ¿...a los ex empleados? – acabó Kong.

- Si, bueno... tardaré un poco más. Pero sí.

Pasados unos minutos, apareció en la pantalla una coincidencia. En la pantalla mostraba la fotografía de un chico de unos veinticinco años, delgado y con la piel levemente bronceada. Tenía el pelo bastante largo y llevaba gafas.

- Tengo algo. – dijo Tootha tocando la pantalla con el dedo. – Este parece ser. Al menos coincide con los filtros que le di.

Se miraron entre todos y Arthit habló.

- Bien hecho chicos, os merecéis un descanso. Ahora iremos Kong y yo. Lee duerme, por lo que no os dará problemas. Tooth, necesitamos la dirección.

- Os la paso por mensaje.

Al recibir la información en el teléfono, se levantaron y se dirigieron al garaje. Subieron al coche y Kong programó el navegador hacia la dirección recibida. Arthit había cogido sus dos micrófonos y dio el suyo a Kong.

*

Dejaron aparcado el coche en otra calle y se pusieron rumbo a la casa del chico. Al llegar, miraron un poco sorprendidos el edificio. No era viejo y parecía bastante caro para un simple repartidor de mensajería.

El edificio no era alto, con paredes blancas y barrotes negros en los balcones. Se fijaron entonces que solo tenía cuatro viviendas. Era muy extraño.

 Era muy extraño

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El arte del ex ladrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora