Capítulo 13

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Cuando salieron de la universidad, Kong no tenía ni idea de a donde se dirigían. Él solo seguía a su Thit.

Se dirigieron, cogidos de la mano, al parquin. Subieron al coche y Arthit empezó a conducir.

- ¿A dónde vamos Thit? – preguntó curioso.

- A donde tú quieras pequeño – dijo sonriendo.

- Pero, ¿y los chicos? ¿¿Y Lee? Thit, no podemos irnos, tengo que hacer la cena, bañar a Lee, darle de cenar y dormirle. Después tengo que recoger la mesa, fregar los platos y cuando esté, tengo por último recoger la cocina.

Fue en ese momento, cuando Arthit se dio cuenta que Kong llevaba tres años haciendo lo mismo. Encargándose de todo mientras que a ellos les parecía bien.

- Lo siento – el murmullo salió de los labios de Arthit.

- ¿El qué? – Kong preguntó confuso.

- Al oírte hablar ahora me he dado cuenta del peso que has llevado todo este tiempo. Aún estabas en la universidad cuando te impusimos la carga de llevar la casa. Y con la llegada del bebé y mi actitud, te supusieron un esfuerzo extra.

Kong le miró y sonrió. Después miró sus zapatos.

- Tengo que confesarte que algunas veces no fue fácil. Trabajos, estudios, exámenes y tener la casa limpia y la comida a punto fue un reto a veces, pero como te he dicho cada vez, nada podrá agradecer que me quisieras y protegieras como lo has hecho.

- Deja de hablar de ese día, eso pertenece al pasado.

- ¡Noooo! Nunca podré perdonarme que casi... casi... me dejaras ese día. Todavía a veces tengo pesadillas por ello.

- ¿Por qué no me lo dijiste? – Arthit le regañó con el ceño fruncido.

- Porque no quería que mi sueño se volviera realidad. En él me dejabas para siempre... Stud se salía con la suya.

- Kong...

Arthit aparcó el coche, desabrochó los cinturones de seguridad y le acarició la mejilla. Notó entonces que el menor lloraba. Le acarició levemente el pelo y lo atrajo hacia su pecho.

- Durante estas semanas, ese ha sido mi sueño. Tú te ibas y me dejabas solo. No quería dormir... tenía miedo que sucediera de verdad – murmuró Kong escondido en el pecho del mayor.

- Lo siento pequeño, rompí mi promesa de velar siempre tus sueños – Arthit le dio un beso en la cabeza.

Kong se abrazó más fuerte mientras Arthit le acariciaba la espalda. Cuando se calmó, Arthit preguntó.

- ¿Qué quieres hacer?

- No lo sé... - sorbió por la nariz. - Supongo que estar contigo, así abrazados. Con eso ya me es suficiente.

- ¿Quieres descansar? ¿Vamos a casa? – Kong asintió.

Se acomodaron de nuevo en los asientos y volvieron a abrocharse el cinturón. Arthit puso la radio y buscó una emisora donde pusiera alguna canción alegre. Pronto Kong empezó a cantar la canción que sonaba y Arthit se unió a él.

Después de casi una hora conduciendo, Arthit paró el coche. Con el móvil, empezó a teclear y la puerta de enfrente se abrió. Arthit entró el coche y cuando lo tuvo aparcado bajó, Kong le imitó.

- ¡Vaya! ¿Otra casa Thit?

- ¡Vaya! ¿Otra casa Thit?

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El arte del ex ladrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora