12. El pantano y los recuerdos [2/2]

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Capítulo 12: El pantano y los recuerdos [2/2]

Ambientación: Libro Tierra. Episodio 4.


—¡Aang!¡Sokka!¡Xica!—gritó Katara, oyendo como respuesta sólo el eco de sus llamados y los suaves sonidos de los insectos. A su alrededor no podía ver otra cosa que no fueran las intrincadas uniones de plantas, fango, lianas, grandes charcos de agua y las sobresalientes raíces de los enormes árboles, con flores creciendo sobre su madera, pero esto cambió cuando vio a una figura a unos metros de distancia—¡Hola!¿Puede ayudarme?

Katara caminó cuidadosamente en su dirección, entrecerrando los ojos cada vez más confundida al ver que aquella figura era de una mujer, con cabello largo y castaño, piel morena y un atuendo azulado, propio de la Tribu Agua del Sur. Katara comenzó a correr con lágrimas en sus ojos.

—¡Mamá!¡Mamá!¡No puedo creerlo, yo...!—la sonrisa en sus labios se esfumó cuando, en vez de tocar el hombro de su madre, Katara se encontró con su mano estirada tocando un simple tronco.

—¡Katara!—gritó Xica, observando atentamente hacia los lados, sin ver nada más que plantas y troncos de los grandes árboles—¡Aang!—se volteó hacia atrás por si de pronto podía ver a alguno de los que llamaba, pero se encontró con más pantano—¡Sokka!

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—¡Katara!—gritó Xica, observando atentamente hacia los lados, sin ver nada más que plantas y troncos de los grandes árboles—¡Aang!—se volteó hacia atrás por si de pronto podía ver a alguno de los que llamaba, pero se encontró con más pantano—¡Sokka!

¿Entonces son ellos con quienes me traicionaste?

Xica se volteó de inmediato alzando una de sus dagas en dirección a la voz que había oído, pero no vio nada más que una frondosa acumulación de lianas. Sacó su otra daga y con ambas se acercó con cuidado, realizando los primeros cortes para despejar camino. Los tajos de lianas cayeron al mojado suelo, y por un momento sintió que había algo más que árboles y plantas detrás de ella.

Mentiste aquel día en el barco.

Xica volvió a voltearse, esta vez con un nudo en la garganta, reconociendo esta vez a aquella voz que no parecía venir de ninguna parte, pero que se sentía tan cerca de ella.

—¿Zuko...?—masculló para sí misma, volteándose hacia todas partes, sin ver nada más que pantano. Sacudió la cabeza y se alejó de donde estaba, caminando por el camino de raíces entrecruzadas que los árboles le brindaban, dispuesta a seguir con su búsqueda, mirando al suelo para evitar dar un paso en falso por los huecos entre raíces—Es parte de mi imaginación...quizás me golpeé la cabeza cuando caí, porque no puede ser real...

—¡¡¡Tu aprecio por mí no lo era!!!

Xica soltó un grito ahogado y se tambaleó hacia atrás cuando, enfrente de ella, hizo su aparición la figura de el mismísimo Zuko, con su coleta alta de cabello negro, el parche médico en su ojo herido, y la expresión de desdén presente en su dañado rostro. La visión duró tan sólo un segundo, porque la impresión hizo que Xica cayera hacia atrás sobre una de las grandes raíces. Cuando volvió a mirar hacia el frente, ya había desaparecido. Xica sintió que su corazón latía con rapidez, como si quisiera salirse de su pecho, y su respiración se volvió pesada por unos segundos.

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