04. Omashu.

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Capítulo 04: Omashu.

Ambientación: Libro Tierra. Episodio 3.

—No puedo creerlo..—murmuró Aang, mientras sus ojos seguían contemplando la ciudad en estado de shock. Veía como las banderas rojas ondeaban con el viento y por momentos eran tapadas por la densa humareda negruzca—Sabía que la guerra se expandía, pero Omashu me parecía...intocable.

—Y hasta ahora lo era.—respondió Sokka—Esto significa que Ba Sing Se es el lugar más fuerte del Reino Tierra que sigue libre.

—Esto es terrible, pero tenemos que seguir.—espetó Katara observando a Aang, quien no dejaba de ver hacia la ciudad.

—No.—declaró Aang con tranquila firmeza, mientras avanzaba por la montaña a paso decidido—Iré allá a buscar a Bumi.

—Aang, ni siquiera sabemos si Bumi sigue...—intentó decir Sokka.

—¿Qué?—interrumpió Aang, volteándose y arrugando la frente hacia Sokka—¿Si Bumi sigue qué?

—Ah, por aquí...

—Sé que quieres aprender de Bumi, pero hay otros que pueden enseñarte a ser Maestro Tierra.—dijo Katara.

—No se trata de encontrar un Maestro, se trata de encontrar un amigo.—espetó Aang, decidido y firme ante su convicción. Los tiempos en los que él y Bumi hacían locuras y se divertían se habían quedado muy lejos en el tiempo, pero no habían desaparecido de su corazón. Cuando se trataba de amistad verdadera, el tiempo y la distancia nunca importaban, el amor sí, y sus nuevos amigos lo entendieron sin que Aang tuviera que explicarles. 

Una potente corriente de aire liberada por Aang hizo que la tapa de la alcantarilla saltara de su lugar, permitiéndole una visión de su entorno

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Una potente corriente de aire liberada por Aang hizo que la tapa de la alcantarilla saltara de su lugar, permitiéndole una visión de su entorno. Comprobó que en el callejón no había nadie y tanto él como sus amigos salieron del terrible y asqueroso camino secreto que el avatar había llegado a conocer en los viejos tiempos.

Sokka ahogó un grito cuando se encontró a dos bichos extraños adheridos a su cara y luchó para arrancárselos, pero Aang lo empujó contra una pared para que parara de gritar.

—No hagas tanto ruido.—dijo tranquilamente—Son sólo pentapus púrpura.

Aang usó su dedo para acariciar la cabeza de uno de ellos, y en cuestión de segundos, la criatura despegó sus pequeños tentáculos del rostro de Sokka, dejando unas pequeñas marcas en su piel.

—¡Oigan!—Los tres se sobresaltaron cuando oyeron la firme voz de un hombre y Aang se cubrió sus tatuajes lo más que pudo con su ropa. El trío se quedó rígido ante la visión de tres soldados armados caminando hacia ellos—¿Acaso no saben que ya pasó el toque de queda?

—Lo siento, vamos camino a nuestra casa.—respondió Katara con una falsa sonrisa, y de inmediato los tres se dieron la vuelta para irse.

—¡Alto ahí!—el mismo hombre volvió a reprenderlos, haciendo que se quedaran quietos en su sitio. Sokka ya estaba listo para sacar su boomerang, su cuchillo y dejar todo en manos del destino—¿Qué son esas marcas?

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