Las pruebas de la luna: La profecía oscura

Soy la peor opción para dar estos consejos, pero hago lo que puedo

A la hora de cenar me moría de hambre. Todos lo hacíamos, así que después de repartirnos algunas enchiladas de tofu que había en el refrigerador, Agamedes nos guió hasta nuestras habitaciones, primero a Calipso y a mi y luego a los chicos.

Antes de dejarnos, Agamedes me lanzó su bola 8 mágica.

ARTEMISA DEBE LLEVARLA A CASA

—ya me lo dijiste.

Le devolví la bola, creyendo que daría más explicaciones. Agamedes se quedó flotando con expectación, como si esperara que yo descubriera algo. Entonces, con los hombros caídos, se volvió y se fue flotando.

Calipso se sentó en su cama y revolvió sus enchiladas con un humor apagado. Por mi lado, me quedé mirando los ladrillos en forma de arco del techo.

—Extraño a mis cazadoras.

—Tal vez puedas verlas pronto— dijo Calipso— ¿Britomartis no les contará cómo estás?

Negué con la cabeza mientras probaba un bocado de la cena.

—mi padre les prohibió a los dioses que hablaran a los mortales de mi situación, especialmente a las cazadoras, mi hermano corrió muchos riesgos al contarle lo que sabía a Britomartis.

Calipso se quedó en silencio por un momento.

—Se de primera mano lo molesto que es Apolo, pero debe de sentirse bien tener un hermano que esté al pendiente de ti.

—Si... algo así.

Nos quedamos un rato en silencio.

—¿Crees que nos las arreglemos bien mañana?— preguntó Calipso— digo, ya los he visto a ti y a Percy en combate, temo que seré una carga para ustedes.

—Te las arreglarás, un inmortal no pierde nunca totalmente su esencia divina— la tranquilice— lo más probable es que eventualmente recuperes tus habilidades en mayor o menor medida.

—Gracias, eso... eso espero.

Seguimos en silencio un rato más.

—te agrada este sitio— dije, no era una pregunta.

—Si... Leo y yo, nosotros... viajamos durante seis meses antes de llegar a Nueva York. Siempre estuvimos en peligro. Nunca pasamos más de una noche en el mismo sitio. Y luego tardamos otro mes y medio en llegar aquí... es solo que, bueno, estuve atrapada en una isla durante miles de años, yo disfruto de actividades a largo plazo, jardinería, decorar mi entorno y esas cosas, cosas que no puedes hacer si no tienes hogar.

—La misión de la Estación de Paso es servir como hogar a quien lo necesite, estoy segura de que Emmie y Josephine les gustaría que se quedaran.

Calipso reflexionó sobre mis palabras.

—Si, supongo...

—También estás molesta por lo de Leo.

—Si, yo... es solo que no hemos tenido tiempo de descubrirnos como pareja, solamente viajar y correr peligro, además, sé que el se siente responsable de que yo perdiera mis poderes, aunque lo hice por voluntad propia, genuinamente me alegro de ya no estar en esa isla, pero...

—Es frustrante que te arrebaten algo que tuviste durante toda tu vida.

—Si— asintió—. Y luego... tú has visto a Leo, no es precisamente la clase de chico que sabe tratar a una mujer.

Definitivamente ella tenía razón.

—No se nada de relaciones, Calipso. Pero si se de naturaleza, en la naturaleza si careces de algo lo compensas en otra virtud, si tienes mala vista, tú oído y olfato se agudizan, si eres muy lento, tienes una gran resistencia, fuerza, formas de camuflarte o de defenderte.— dije— piensa en que Leo creció sin una madre, no tiene ni la menor idea de cómo tratar con una mujer sin ser irrespetuoso. Creo que lo mejor que puedes hacer es ayudarlo a comprender, enséñale cómo te gusta que te traten y como no te gusta, pero, igual que en la naturaleza, todo se trata de encontrar un equilibrio, no te molestes con el por reducir todo a máquinas y programas, para el, el mundo es más fácil de entender si actúa como si todo fuera algo que el sí comprende, una máquina en su caso.

Calipso analizó mis palabras.

—Para no saber nada de relaciones amorosas, das buenos consejos.

—Gracias...

Terminamos de cenar en silencio.

—Bueno, será mejor ir a dormir, mañana tenemos un zoológico que asaltar.