Cuatro decapitaciones en un solo sueño

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Como era de esperarse, tuve sueños terribles.

Me encontraba al pie de una enorme fortaleza una noche sin luna. Ante mí, unos muros toscamente labrados se alzaban decenas de metros, salpicados de motas de feldespato que brillaban como estrellas.

Al principio sólo oía el ulular de los búhos en el bosque situado detrás se mí. Luego, al pie de la fortaleza, hubo un rechinar de piedras. Una pequeña trampilla apareció donde antes no había ninguna, un joven salió a gatas con un saco pesado a cuestas.

—¡Vamos!— susurró a alguien que seguía en el túnel.

El hombre se levantó con dificultad, y el contenido de su saco tintineó. Al parecer acababa de robar un gran tesoro.

Se volvió en dirección a mi, por un segundo creí que era Apolo, era prácticamente igual, con la excepción del cabello, ya que el del chico era oscuro en lugar de dorado. Era sin duda una de las criaturas de mi hermano, no sabía si hijo o legado, probablemente su hijo por el parecido.

De la trampilla emergió la cabeza de otro joven. Debía de ser ancho de espaldas porque tenía problemas para pasar.

El primer chico rió entre dientes.

—Te dije que no comieras tanto, hermano.

A pesar del esfuerzo, el otro joven alzó la vista y sonrió. No se parecía al primero en absoluto. Tenía el pelo rubio rizado, y la cara inocente, bobalicona, y fea como la de un simpático burro.

Supuse que si el primer chico era hijo de Apolo, el otro debía de ser de la misma mujer mortal pero con su marido.

—No puedo creer que haya funcionado— dijo el segundo chico, mientras se soltaba el brazo izquierdo retorciéndolo.

—Pues claro que funcionó— dijo el primero—. Somos unos famosos arquitectos. Construimos el templo de Delfos. ¿Por qué no iba a confiar en nosotros el rey Hirieo para que construyéramos su cámara de trono?

—¡Con túnel secreto para ladrones y todo!

—Bueno, eso él nunca lo sabrá— repuso el primer chico—. Ese viejo idiota y paranoico creerá que sus criados le robaron todo el tesoro. Vamos, date prisa, torpe.

El segundo chico estaba demasiado ocupado riendo como para soltarse. Estiró el brazo.

—Ayúdame.

El primero puso los ojos en blanco. Dejó el saco del tesoro en el suelo... e hizo saltar una trampa.

El saco cayó justo encima de un cable trampa, que al parecer solo se activaba cuando el ladrón salía del túnel. El rey pretendía atrapar a los traidores con las manos en la masa.

En el árbol más próximo, un arco mecánico disparó una ruidosa bengala al cielo que describió un arco de llamas rojas a través de la oscuridad. Dentro del túnel, una viga de apoyo se rompió y aplastó el pecho del chico que seguía allí bajo una lluvia de piedras.

(Nota del autor: ¡Cesar!.jpg)

El chico del túnel lanzó un grito ahogado, agitando el brazo libre. Se le salieron los ojos de las órbitas mientras tosía sangre. El primer chico gritó horrorizado. Corrió al lado de su hermano y trató de sacarlo tirando, pero sólo consiguió hacer gritar a su compañero.

—Déjame— dijo el chico aplastado.

—Ni hablar— el hijo de Apolo tenía el rostro surcado de lágrimas—. Es culpa mía. ¡Fue idea mía! Iré por ayuda. Se... se lo diré a los guardias...

Las pruebas de la luna: La profecía oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora