El suelo tiembla *inserte chiste barato sobre México o Chile*

513 83 32
                                    


—¡Artemisa!, ¿que haces?

Había cruzado la mitad del lago, cubierta hasta la cintura de sopa de fideos reptil, pero me volví y miré al chico situado en el boca del túnel. Yo debía de haber agitado a las serpientes a mi paso. Los animales se deslizaban de un lado a otro, con sus bonitas cabecitas asomando por encima de la superficie y sus bocas blancas abiertas.

Percy:

Intenté correr hacia Artemisa, pero muchas serpientes se dirigieron hacia mi a tropel y empezaron a husmear en mis tenis como decidiendo si me hacían compañía en el risco.

Miré a Artemisa, sabía que si aún no la habían atacado era porque su aura natural confundía momentáneamente a los animales, pero eso se les pasaría rápido, entonces las serpientes se verían atraídas a ella y correría aún más peligro.

Pensé en lanzarme al agua, pero temía que si lo hacía alteraría aún más a las serpientes, lo que seguramente las pondría más agresivas. Sencillamente no sabía que hacer.

Artemisa:

Se me ocurrió que Perry/Perseo/Percy podría estar nervioso porque los mocasines de agua son venenosos. Y al igual que los yales, pueden volverse agresivos cuando su territorio es invadido. Pero Percy estaba en la boca del túnel, no en el territorio de las serpientes. ¿Por qué estaba nervioso entonces?

Miré abajo. Cientos de víboras se arremolinaban a mi alrededor, exhibiendo sus adorables boquitas con sus puntiagudos colmillitos. Se movían lentamente en el agua, o puede que se confundieran por mi presencia—¡la poderosa Cómo-me-llamara!—, pero sí que parecían sisear mucho.

—¡Oh!—reí al caer en cuenta—. ¡Estás preocupado por mí! ¡Estoy a punto de morir!

Sentí el vago impulso de hacer algo. ¿Correr? ¿Bailar? ¿Gritar? ¿Que hacia la gente cuando estaba en peligro?

Percy:

No podía seguir viendo sin hacer nada, no podía entrar al agua sin más, yo no contaba con un aura como la de Artemisa que confundiera a las serpientes. ¿Intentar controlar el agua? No sabía de que podría servir. Podría intentar traer a Artemisa a la orilla, pero los movimientos bruscos podrían asustar a las serpientes y estas atacarían.

Estaba desesperado, además esa cueva me estaba angustiando muchísimo. Sentía como si mis pensamientos negativos se revolvieran en un caldo en mi interior.

Recordé una cosa: mi padre, Poseidón, era el sacudidor de la tierra, el dios de los terremotos. Yo jamás había invocado un terremoto, ni siquiera sabía que podía, pero en ese momento mi cuerpo empezó a trabajar en automático sin mi consentimiento.

De manera totalmente involuntaria hice temblar levemente el suelo. A diferencia del control sobre el agua que podía hacer estando feliz, triste, enojado, o calmado. El poder sobre los terremotos era algo que al parecer sólo podía hacer estando preocupado y angustiado, solamente mientras tenía emociones negativas. Y esa cueva era como un amplificador de esas emociones, intenté detenerme pero no podía. Tenía muchas dudas sin responder y mucho dolor e ira acumulados que se desbordaron en forma de un terremoto.

No podía controlarlo, y la magnitud del temblor iba aumentando rápidamente.

Artemisa:

De un segundo para otro el suelo empezó a temblar. El agua se sacudía y las estalactitas del techo echaban polvo y algunas se caían. Todas las serpientes percibieron las violentas vibraciones. Más cabezas de víbora del tamaño de pulgares salieron a la superficie. Más bocas blancas se abrieron mientras los animales ubicaban la fuente de los disturbios. Percy.

Las pruebas de la luna: La profecía oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora