¿Tres en una semana? Debe de ser un nuevo record.

499 88 10
                                    

Las cazadoras se acostaron en el gallinero de los grifos después de colocar cables trampa y alarmas con sensor de movimiento como siempre que acampan cerca de chicos.

Hablé con Thalia, Emmie y Josephine sobre algunas armas secretas que tenía la cacería, tristemente no contábamos con medios para ir a mi almacén, así que no podíamos contar con misiles balísticos lunares, por ejemplo. Las dejé solas un rato después.

Meg no se había molestado en buscar un cuarto de huéspedes. Se había dormido en el sofá más próximo y roncaba como un lirón.

Yo me quedé cerca. Observé cómo la luna se elevaba a través del rosetón gigante por encima del taller de Josephine. Se veía más gris y sin brillo que de costumbre, me preguntaba que era de mis ciervos, esperaba que estuvieran bien.

Sentí la ya conocida y tranquilizadora presencia de Percy acercándose.

—¿Como va tu pierna?—pregunté.

El miró el lugar en donde la flecha le había dado.

—Como nueva, no fue nada muy grave.

Asentí con la cabeza.

—Aún así, perdón por no intervenir antes.

El se encogió de hombros.

—No te preocupes, nada pasó a mayores.

Me volví para verlo, inconscientemente alargue mi mano y tomé delicadamente un mechón de su cabello.

—Fue aquí ¿no es así?—pregunté.

El me miró sin entender.

—Me refiero a ese mechón gris, de cuando me sacaste de debajo del cielo.

Ah... Sí, fue allí.

No sabía porque, pero me hubiera gustado que ese mechón siguiera allí.

—Nunca te di las gracias ¿sabes?—le dije.

—¿A que te refieres?

—Al cielo, por sacarme de allí.

Percy me sonrió.

—No es necesario...

—Aún así—lo interrumpí—, gracias.

—No hay problema.

Nos quedamos en un cómodo silencio mientras observábamos juntos la luna. Eran pocos los momentos de paz que teníamos últimamente y había que disfrutarlos.

Era raro, durante toda mi vida había sido una de las fuerzas que daban vida al cosmos, era una olímpica, parte de la naturaleza misma. Pero ahora solo era una habitante más de este universo, nunca me había sentido o sido tan pequeña, pero me sentía más cómoda que nunca, tal vez por fin pasaba tan desapercibida como siempre había querido, o había encontrado a alguien que me apoyara de verdad y me sentía cómoda gracias a eso. Sin importar que fuera, y por terribles que fueran los peligros a los que nos enfrentaríamos al día siguiente, en ese momento estaba feliz.

—Gracias por ser mi amiga, Artemisa.

Me volví hacia Percy.

—Hasta ahora no te había dicho lo mucho que aprecio todo lo que has echo por mi.

Le dediqué una sonrisa.

—No hay problema, Percy. No hay problema.

Después de un rato me levanté.

—Creo que lo mejor será intentar descansar, te veo mañana.

Percy asintió.

—Claro, me voy a quedar aquí un poco más, pero definitivamente hay que descansar, buenas noches Arty.

Las pruebas de la luna: La profecía oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora